Gastón González: la infancia durmiendo en un garaje, la casa de regalo a sus padres y el tatuaje de Izquierdo

Trabajó sirviendo tragos en una barra, cayó a su primera práctica con los zapatos rotos y sufrió la pérdida de un compañero de Nacional que dormía con él: "Nunca me imaginé pasar por un momento así".

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Gastón González con la camiseta de Nacional en el Gran Parque Central
Foto: @Nacional.

El garaje tenía un portón de chapa, ventanas tapeadas de plástico y un ropero que separaba las camas de los varones de la de su hermana. Allí dormían Gastón González (hoy en Nacional) y sus tres hermanos, que ante un día de lluvia (como el que hubo ayer en Montevideo) notaban que su cuarto se convertía en un terror -“parecía que le estaban pegando al portón 10 personas a la vez”-. Llegaron a ser, entre la pareja de uno de ellos y sus padres, ocho personas conviviendo en una misma casa de apenas dos habitaciones. Tenían una televisión en el comedor, muchos pósters y fotos viejas de Lionel Messi y la selección argentina, y poco más.

Papá Marcelo trabajaba en el correo y volvía sobre las siete de la tarde. María, la madre, se quedaba cuidando a los nenes y al poco rato de recibirlo con un beso tenía que volver a despedirlo porque su rutina seguía arriba de un taxi, los fines de semana haciendo de mozo y colocando aires acondicionados. Gastón veía todo eso y de vez en cuando lo acompañaba. Pero tenía, también, una vida muy apretada de horarios: su día empezaba a las siete de la mañana esperando el ómnibus para ir a la escuela y seguía a primera hora de la tarde con las responsabilidades de los entrenamientos. En el medio, 40 minutos entre viaje y viaje.

“Mi viejo laburaba mucho. Cuando él trabajaba de mozo, yo tenía 15, 16 años y le pedía que me lleve. A veces me metía en la barra y servía tragos porque quería comprarme un par de zapatillas y siempre me tiraban una moneda. Juntaba algo, capaz que en uno o dos fines de semana, y después era todo estudio. Me la pasé en la calle prácticamente desde la Primaria a la Secundaria”, recuerda el hoy futbolista de Nacional, que no duda en reconocer que el “sacrificio” de uno y otro no eran comparables. “El sacrificio que hizo mi viejo no lo voy a comparar jamás con el que hice yo. Él andaba de trabajo en trabajo a la misma vez”.

Miramar Misiones vs Nacional
Gastón González junto a Jeremía Recoba y Gonzalo Petit.
Estefania Leal/Archivo El Pais

En Santa Fe, y especialmente en el club Unión de esa ciudad, ya era vox populi que estaba despuntando un joven con talento, zurdo, escurridizo y tan delgado como veloz. Era Gastón, el más habilidoso de los González, que en ese momento fue ascendido a trabajar con el plantel principal y sorprendió en su primera práctica al llegar con las medias asomando por la punta del zapato. “Ya era grande y mi primer par de botines originales me los compró el técnico de Primera. Me los vio rotos en un entrenamiento. Una locura… llegué a Primera con botines rotos”, repite, y automáticamente larga una risa del otro lado del teléfono.

La vida lo premió y en el verano de 2022, con apenas 20 años, Orlando City apareció en su vida con una propuesta que se tradujo en una de las ventas más caras para la historia de Unión: US$ 3,2 millones por el 70% del pase. ¿Qué hizo Gastón? Recibió la confirmación y fue derecho a buscar una casa nueva para sus padres. A los días, recibió delante de todo el plantel santafesino las felicitaciones de Diego Polenta, ya entonces compañero, que públicamente quiso felicitarlo porque había logrado un “objetivo muy importante” y “antes de comprarse un auto”, pensó en su familia.

—Nosotros vivíamos en un barrio que estaba al límite…. Éramos muchos viviendo en una casa no tan grande. Cuando salió lo del pase, lo primero que hice fue tratar de buscar una casa donde nos pudiéramos acomodar bien. Mi mamá quedó enloquecida con una y al mes y medio le llevé la llave de sorpresa. Ellos no sabían que yo estaba gestionando eso, ayudado por uno de mis representantes. Fue algo lindo, que nunca pensábamos que íbamos a poder hacer. Mi mamá lloraba. Fue una locura.

A medida que la charla avanza, más recuerdos se desbloquean. “Nosotros nunca tuvimos los recursos para poder darnos los gustos. Ningún tipo de gusto más que el asado del domingo, que no faltaba. Pero no salíamos a comprar ropa, no íbamos al shopping ni a los restaurantes. Todo era lo más sencillo posible y con el tiempo nos pudimos ir acomodando. Siempre decimos que podés tener toda la plata del mundo, pero no ser feliz. Y yo pasé de estar en Santa Fe viviendo con mis viejos a irme para Estados Unidos, que es el primer mundo, todo funciona bien, todo es hermoso y fue la primera vez que me saqué un auto cero kilómetro. Había pegado un salto que no me imaginaba nunca. Pero antes de irme me rompí los ligamentos cruzados y pasé de estar en mi mejor momento a no hacer nada más que recuperarme. Me fui lejos, sin conocer a nadie y la pasé mal. Cuando habían pasado dos meses y medio, pedí para volver una semana porque no aguantaba y necesitaba ver a mi familia. Ahí es cuando te das cuenta que el fútbol pasa a segundo plano”.

Gastón González entrenando con Orlando City.
Gastón González entrenando con Orlando City.
Foto: Prensa Orlando City.

Hace prácticamente un mes (el pasado 22 de agosto en el Estadio Morumbí), el telón deportivo también se bajó y esa maña viciosa de correr atrás de una pelota perdió, por un buen tiempo, el sentido. Para muchos, el impacto se tradujo en la tragedia fatal de ver caer a un futbolista uruguayo en el contexto de un partido internacional. Para Gastón, falleció Juan Izquierdo, su amigo y compañero de habitación.

La amistad con Juan Izquierdo y el dolor

La T y La M dejó de sonar en el parlante y la ida a Los Céspedes perdió en algún punto la razón de ser para muchos jugadores de Nacional, que vivieron un cimbronazo con la muerte de Juan Izquierdo. Gastón González no titubea y con firmeza responde que fue un antes y un después en su vida.

Nacional vs Cerro
Gastón González y Juan Izquierdo.
Estefania Leal/Archivo El Pais

—Yo con Juan tenía una linda amistad. Concentraba con él y dormíamos juntos. Perdimos a un compañero de esos que nunca llegaba con mala cara al entrenamiento. Creo que dentro de todo lo malo, te deja esa enseñanza de disfrutar cada momento, de saber que el fútbol pasa a ser secundario, que no es tanto de vida o muerte, como muchos de nosotros lo vivíamos; es un juego más en el que se puede ganar y perder. Realmente esto que pasó es lo que importa. En el partido contra Liverpool iba entrando bien a la cancha hasta que me di vuelta. Había una bandera grande colgada arriba con su cara y toda la gente con su remera. Fue tremendo. Nunca me imaginé que iba a pasar un momento así. Al lado de nosotros estaba la familia y verlos (suspira)... ver a los bebés fue una locura.

El vacío que quedó en Los Céspedes tras la muerte de Izquierdo y el rasgo del sacrificio que heredó de su padre

Después de la derrota 2-0 en São Paulo, los jugadores de Nacional estaban plantados como soldados y pretendían quedarse apostillados acompañando a Juan, que no pudo volver a levantarse. González, inquieto por la falta de noticias, era uno de los convencidos de que ese era el camino correcto. Pero cuando el área deportiva comunicó que la delegación volvía para Montevideo -a excepción de los referentes- muchos no lo entendieron y, ante el malestar, prefirieron callarse. “Yo me quería quedar. Y todos nos queríamos quedar. Nos calentamos un poco, pero había que entenderlo porque quizás estando ahí no ayudábamos tanto. Mucho no íbamos a poder hacer más que acompañar”, reconoce, con sinceridad.

El día después a conocerse la noticia de la muerte, decidió ir con un tatuador y grabarse el nombre de su amigo para siempre: “Ni dudé, aunque a la vez no podía creer lo que me estaba haciendo. Decía: ‘¿Cómo me puedo estar haciendo esto? Que sea todo una broma’. Pero sí. Era lo mínimo que podía hacer”.

El argentino Gastón González en Belvedere.
Gastón González en Belvedere.
FOTO: Juan Manuel Ramos.

González lo procesó y lloró sin escapar a la contención de sus padres que lo refugiaron en Santa Fe durante un fin de semana. Los entrenamientos, en principio, estaban vacíos de sonrisas. “Me quedaba sentado, sin ganas de hablar de nada y a medida que me acordaba era peor. Quizás estabas bien, se te escapa alguna sonrisa en el camino como para intentar levantar y volvías para atrás. No salís nunca de esto. Es muy difícil volver a arrancar”.

Pero, de a poco, la luz volvió a Los Céspedes y todos, en mancomunión, concluyeron que la mejor forma de hacerle honor era trabajar para su compañero.

El festejo de Gastón González al convertir su primer gol con la camiseta de Nacional.
El gol de Gastón González ante Wanderers.
Foto: Ignacio Sánchez.

Picotón (apodo que heredó de su padre), que se reconoce como tímido, siguió corriendo en silencio y sin cruzar demasiadas palabras con Martín Lasarte. Sí con Marcelo Tulbovitz, su preparador físico, a quien le pidió hacer doble turno por no haber estado convocado a ese partido tan especial con Liverpool, donde todo el Gran Parque Central recordó a Izquierdo.

Al fin de semana siguiente, tuvo el premio de hacer su primer gol con Nacional (a Wanderers) y el sacrificio fue la mejor herencia que recibió de su padre.

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