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Desde errar penales por gusto a la bolsa de ajos de Sudáfrica: cábalas uruguayas de ayer y hoy que pueden viajar a Qatar

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Sebastián Abreu con el parlante de la selección de Uruguay. Foto: Fernando Vergara.
AP

HISTÓRICAS

La curación de los palos de Muslera, el parlante de Abreu y una lista de reproducción estricta. Mucho respeto por el himno y una versión particular para una de las generaciones.

Doce pasos separan una pelota de los tres palos. Una melena contenida por una vincha roza un equipo de entrenamiento celeste. Los botines ya acostumbrados toman carrera y patean. La pelota se va afuera. Vuelven a patear. Afuera… la tercera no es la vencida. Afuera.

El sol se esconde bajo el travesaño y vuelve a salir. La vincha y los botines se vuelven a ver, esta vez en compañía de un dorsal estampado con el número 13. Mientras miles de espectadores la admiran suena el himno de Uruguay y el grito del silbato les ordena a los botines que corran.

Vuelven a patear. Esta vez es gol y el estadio se viene abajo.

“Entro con el pie izquierdo, juego con la 13, paso por debajo de las escaleras y si está por cruzar un gato negro espero que pase”, expresa el exdelantero de la selección uruguaya, Sebastián Abreu, que dice ir en contra de las cábalas “tradicionales” porque entiende que los resultados se dan cuando existe disciplina.

Sus anécdotas dicen otra cosa. “Una vez erré tres penales en un entrenamiento e hice goles en el partido. Al siguiente entrenamiento volví a fallar, pero con intención. Al otro día anoté. Así se dio unos cuatro partidos, hasta que el entrenador en un momento me consultó qué me pasaba. Para no quemar la cábala, le dije: ‘Profesor, espere a mañana y se dará cuenta por qué’. Al otro día metí otro gol”, recuerda Abreu, histórico por su papel en el Mundial de Sudáfrica consu famosa picada ante Ghana. En esa Copa del Mundo las cábalas uruguayas vieron su máxima expresión.

Sebastián Abreu y Luis Suárez, compañeros en el Mundial de Sudáfrica 2010. Foto: Archivo El País..
Sebastián Abreu y Luis Suárez, compañeros en el Mundial de Sudáfrica 2010. Foto: Archivo El País..

“El sol brilla sobre nosotros”, decía el ómnibus revestido con inscripciones del Mundial de Sudáfrica 2010. Una docena de mates descendían, con ellos unas 30 sonrisas. En sus manos una grabadora, un parlante y una bolsa negra.

“Siempre llevábamos ajos con cintas rojas para estar protegidos. Nadie entendía nada cuando llegaba Uruguay con una bolsa negra con cien ajos para tener siempre uno en cada mesita de cada integrante del equipo”, recuerda Abreu.

Mantener los mismos lugares en el ómnibus y en el comedor era lo imprescindible. Mismo DJ e igual orden de reproducción de canciones. Estaba prohibido ingresar al terreno de juego sin una canción: el himno de Uruguay. Pero no con la pista original, tenía que ser la versión murguera interpretada por el Zurdo Bessio de 2009. Sebastián Abreu llevaba la grabadora,Luis Suárez se tenía que dejar la venda que le regaló su esposa en el dedo gordo. Se lesionó cuando militaba en el Liverpool y debió vendarse. Tras recuperarse comenzó a tener un gran rendimiento y decidió dejársela. Cábala que sumó al beso que le da a sus dedos donde tiene los tatuajes de su esposa e hijos.

Foto: Marcelo Bonjour
La venda y el beso a sus tatuajes, las cábalas de Suárez. Foto: Archivo El Paìs.

Había otras como la de Fernando Muslera, que, al entrar a la cancha, tenía que cumplir con la “protección” del arco. “Antes de un partido Nando repetía su rutina: beso al guante, toca el palo izquierdo, beso al guante, travesaño, beso al guante, palo derecho”, recuerda el Loco Abreu sobre el arquero que hoy en día es, junto a Edinson Cavani, el segundo jugador con más partidos en la Celeste (133). Esa no era la única cábala del guardameta, en la Copa América 2011 adoptó una que lo privó de ver el momento exacto en el que Uruguay eliminó a Argentina: no mirar cómo sus compañeros pateaban los penales.

Fernando Muslera y la curación de los tres palos. Foto: Archivo El País.
Fernando Muslera y la curación de los tres palos. Foto: Archivo El País.

No todo el plantel lo vivía de esa forma. “Mi viejo no era de cábalas personales”, comenta Nicolás Lugano, hijo de Diego, aunque añade que sí seguía las grupales. En los torneos internacionales las cábalas se extendieron y las familias no eran ajenas.

“Nosotros contribuíamos. Todos usábamos la misma ropa. Yo usaba las mismas medias y hasta repetía calzoncillos. No se le permitía a ningún integrante ir vestido con algo distinto”, explica el primogénito de la Tota Lugano.

El himno a la cancha y el verde afuera

Luis Cubilla. Foto: Archivo El País.
Luis Cubilla. Foto: Archivo El País.

Un grupo almuerza mientras alguien hace bailar las teclas de un piano. Una melodía familiar se cuela entre el murmullo. La armonía dura pocos segundos. “Pare”, lo interrumpen. “Eso es una cosa sagrada y se respeta, no se puede tocar en cualquier lado”.

Esa había sido la reacción del DT Luis Cubilla cuando el pianista del hotel comenzó a tocar el himno nacional previo a uno de los duelos por la Copa América del 91. “El tipo tuvo la buena idea de empezar a tocar el himno”, cuenta Peter Méndez (57), parte del plantel de aquel Uruguay.

Peter Méndez durante un duelo con la selección de Uruguay. Foto: Archivo El País.
Peter Méndez durante un duelo con la selección de Uruguay. Foto: Archivo El País.

“No me olvido más. Se paró y le pegó tremendo grito”, dice Peter. “A mí no me hubiese molestado”, añade quien tampoco se hubiese vestido de verde. Porque entre otra de las restricciones estaba un tinte vetado para Cubilla, cábala que compartía con Rosario Martínez. Este último tomó el desafío de dirigir a Racing y, como su camiseta era verde, pidió que se cambiara el color de la alternativa. Con Cubilla la cábala se transmitía a viva voz a todos los nuevos en el vestuario: prohibido usar verde. Él no dirigía equipos verdes y no vestía ese color.

“Todo el mundo lo sabía y nadie se arriesgaba a intentarlo”, sostiene Méndez. Nunca les dijo por qué lo hacía. “Creemos que por el cuartel de los soldados”, concluye quien ahora integra el Club Cerrillos de la liga de Canelones e hizo el curso de DT.

¿Las cábalas viajarán a Qatar?

En setiembre la Celeste continuará su preparación con amistosos y en cuatro meses pondrá play a una nueva ilusión. De seguro que con el invicto de Diego Alonso mínimo se conservarán los lugares en el ómnibus y los nuevos apodos, como el Halcón Valverde.

El 24 de noviembre la selección estará convencida de algo, antes de pisar el Estadio Qatar Foundation para enfrentar a Corea del Sur, todos a entonar el himno. Pero la versión murguera, la que interpretó el Zurdo Bessio.

Algunas cábalas locales

Julio Ribas con Peñarol. Foto: Archivo El País.
Julio Ribas con Peñarol. Foto: Archivo El País.

Cubilla y Martínez no eran los únicos que se fiaban de la ropa. Claudio 'Popi' Flores, que se consagró campeón en 1999 con el Peñarol de Ribas, recuerda que su entrenador también tenía una actitud extraña.

“Julio dirigía de camperón y nos iba bien, así que lo usó todo el año. Recuerdo que había 50 grados y nunca se lo quitó”, cuenta el defensor del arco mirasol. Popi mantenía los mismos guantes si le iba bien, “era capaz de coserlos, pero nunca dejarlos hasta que se cortara la racha”, explica.

Ribas también es recordado por dirigir con la vestimenta negra de visitante tras la oportuna desaparición (se anunció robó) de las camisetas locales de Sud América en 1994. Con ella salió campeón y ascendió al equipo. Un año después debutaron en Copa Conmebol con la negra.

Claudio "Popi" Flores con la remera de Peñarol
Claudio "Popi" Flores con la remera de Peñarol. Foto: Archivo.

Cábala y religión, ¿van de la mano?

No lo sabía todo el plantel, un grupo decidió ir porque el equipo no reflotaba. Néstor Gonçalves era el técnico y estaban últimos cuando llegó Julio César Antúnez en 1987. “Entre manotazos de ahogado salió ir a un brujo. Nos hicieron un ‘trabajo’ con las camisetas de Liverpool para salir campeones. Creer o reventar, porque lo logramos”, recuerda Peter Méndez.

Julio César Antúnez. Foto: Archivo El País,
Julio César Antúnez. Foto: Archivo El País,

“Tenía buena amistad con el Tola Antúnez y lo acompañaba en su cábala de ir a la Virgen de Lourdes antes de los partidos. Desde ahí no perdimos y ascendimos a Liverpool”, recuerda Méndez de cuando jugó en el negriazul.

Iban cada 15 días desde Lomas de Zamora, donde concentraban. “Echábamos una rezadita y le pedíamos ganar el campeonato”, rememora de la que no fue la única cábala/promesa del equipo.

El Tola no era el único con debilidad por esta Virgen. Otro técnico devoto de ella es Jorge Fossati, quien contagió su cábala a los jugadores cuando dirigía a la selección: muchos empezaron a ir a la Gruta de Lourdes antes de los partidos.

Jorge Fossati durante el partido ante Corea con la selección de Qatar. Foto: EFE

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