Ver a Martín Lasarte exaltado, soltando toda la bronca, al grito de: “En todas nos agarran mal parados. ¡Qué pasa, carajo!”. A Christian Oliva morderse los labios, escuchando las explicaciones del árbitro Gustavo Tejera, cuando no le cobraron un foul por estar agarrando al rival. Sentir el zumbido de niños, que, emocionados y en el afán de quedarse con una camiseta, no pararon de gritarles a los jugadores. Así de especial es vivir un partido a espaldas del banco de suplentes de Nacional.
Fue una de esas chances inéditas, que solo un estadio del interior del país, como el Campeones Olímpicos de Florida, permiten vivir tan de cerca. Para un periodista, ser testigo fehaciente de detalles que pasan desapercibidos para los hinchas, como el autógrafo que Jeremía Recoba y Luciano Boggio le firmaron a un niño en una hoja arrancada de una libreta de apuntes, fueron la golosina perfecta. Así como para Lasarte y sus colaboradores lo fueron los caramelos, que al final del primer tiempo con Boston River ya habían pasado a la historia y apenas quedaban sus restos en algunos asientos.
La crónica de lo que pasó en Florida

Los equipos fueron protagonistas de un entretenido partido, que tuvo muy inquieto al cuerpo técnico de Nacional y a los jugadores que estaban de chaleco, que no perdieron la oportunidad de gritar “kiricocho” cada vez que Boston tuvo alguna chance de patear al arco.
La primera alerta se dio sobre los 20 minutos, cuando Lasarte, desesperado, pidió: “¡Vamos, vamos, presionen!”. Y enseguida advirtió: “Lucas (Villalba) no está bien”. Lo aclararía después, en rueda de prensa: “Pensamos que era una lesión. En realidad, se había ahogado”.
Sus insistentes pedidos de abrir la cancha con Villalba casi no surtieron efecto en Emiliano Ancheta, que en determinado momento retrocedió el juego y lo desesperó: “La p... madre”. Al rato cayó el 1-0 de Boston River, el empate de Julián Millán, y en la segunda parte la historia fue parecida. Gol de uno primero; empate del otro al rato.
“¡Atacá, Nico!” fue su orden para el Diente López. “Rompé, Jere”, lo secundó Esteban Conde. Ambos terminaron saliendo y le dejaron el lugar a Mauricio Pereyra y Eduardo Vargas, quienes influyeron para cambiar el resultado a 3-2.
Rómulo Otero entró de apuro a patear un tiro libre, Diego Herazo salió caliente y le pegó al techo del banco (Lasarte preguntó qué pasó) y Boggio terminó con hielo en la rodilla. Pero Nacional ganó: a puro sufrimiento.