Violencia policial

Esteban Szabados | Brasil
@|Agentes de la Guardia Civil Metropolitana (“paulistana”) esposaron y agredieron a un hombre en situación de calle el primer sábado de este frío mes de julio. El hecho, ocurrido en el centro, tuvo gran repercusión en esta enorme ciudad de San Pablo.

El video subido en las redes sociales mostraba a varios policías -yo conté hasta diez- pateando, golpeando con la porra y a puño limpio a un indigente que no se resistía a su detención. Uno de los policías amedrentaba a los curiosos con una pistola y otro con una escopeta.

El hombre que filmó la acción policial también narraba lo que pasaba y enfatizaba lo que todos veían: el exceso desmedido y sin necesidad de violencia en esa “operación”. Automáticamente vienen a mi memoria las imágenes reales del policía que asfixió en plena luz del día en una calle de EE.UU. a George Floyd, en 2020.

Una camioneta de la Guardia se levó al mendigo, empujándolo hasta ponerlo en el baúl. Ante el atropello policial, salió a escena el padre Julio Lancelotti (1948, S.P.), que además de sacerdote es pedagogo. Expresó su indignación como miembro de la pastoral de personas en situación de calle (”Povo da rua”). Esta pastoral, creada por la Iglesia Católica de Brasil, trabaja por la dignidad de los excluidos sociales que viven bajo puentes, en construcciones derruidas, en veredas, en plazas o sencillamente al aire libre.

En Brasil hay 300 mil personas en situación de calle y, según el medio de comunicación digital G1, en esta ciudad hay 62 mil habitantes que viven en la calle. Agencia Brasil afirma que hubo un aumento de desposeídos del 17 % desde 2017. Un estudio de la universidad pública del Estado de San Pablo (Uniesp) asegura que en la ciudad sólo hay lugares disponibles para 16.926 personas en los albergues municipales. Es decir, apenas el 27,3 % de los indigentes puede recibir techo y alimentación en lugares de acogida del municipio de S.P.