Full life

Carlos Ortega | Montevideo

@|El traje de los superpoderes o de los superhombres se cae a pedazos cuando la realidad tangible marca el evento imposible. Lo que se mantiene impoluta es la testarudez de no reconocer el error de forma pública a través de una acción de cambio. Seguramente esta era la honestidad de la que se nos hablaba hace algunos meses.

Cada dato nuevo del estilo “full life” se da de frente con la ética y hasta con el sentido común. La falsa oposición pasa por la falacia de que la capacidad de una persona compensa la falta de presencialidad, dedicación horaria y compromiso con la tarea. Ya no hablamos de lo constitucional... ya hablamos de lo ético y funcional. Se perdió la autoridad moral frente a los que están a su cargo, se lesiona la envestidura del cargo.

No podemos naturalizar lo que está mal, mucho menos justificarlo. Evidentemente ya no importan incluso los cuestionamientos personales cuando se reconoce una superposición de tareas o se legitima esta situación desde el poder político. Esta es “la revolución de las cosas simples” de la que se hablaba? Que no sea moda el estilo “full life” en la administración pública, los ciudadanos no nos merecemos eso.