No tengo vínculo con la iglesia católica, ni institucional ni afectivo. Cuando nací, recibí lo que llaman el sacramento del bautismo, solo porque en ese momento no era capaz de rechazarlo. Pero la comunión me la salteé y a los templos ingreso solo para ver su diseño arquitectónico y acervo artístico. Miré siempre a la iglesia de costado: sin atender sus prescripciones, pero sin caer tampoco en el anticlericalismo que, a caballo de anarquistas inmigrantes y batllistas autóctonos, impactó en la idiosincrasia local.
Se nos pasa la vida y uno aprende que las instituciones no son ni buenas ni malas, porque las integran hombres y mujeres que aciertan y se equivocan.
Descreo de los liberales que abominan de los cristianos practicantes: si algo debería caracterizar a un librepensador, tendría que ser el respeto por todas las ideas, las propias y las de los demás. Por eso me llama la atención cómo cada vez que la iglesia opina sobre un tema, tanto los liberales como los estatistas le caen con todo. La falacia más usual es la ad hóminem: no voy a argumentar en contra de lo que expresás sino simplemente a desacreditarlo, porque quien lo dice sos vos.
En esto incurrió el presidente del FA Fernando Pereira, entrevistado por La Diaria Radio. No planteó objeción a que el cardenal Daniel Sturla se hubiera pronunciado en contra de la ley de eutanasia, sino a la parte en que este advirtió que “un cristiano tiene que estar preguntándose quiénes votaron a favor de esta ley, quiénes votaron en contra, porque allí también hay un discernimiento a realizar después a la hora de votar”. Según Pereira, Sturla “se está metiendo en la vida política de un país, y esa no es su actividad”.
O sea que por un lado reivindica el derecho del Arzobispo de Montevideo a opinar sobre lo que quiera, pero por el otro le pone un límite: no debe hacerlo sobre las opciones electorales de los fieles. ¿Eso significa, entonces, que a un arquitecto o a un médico le está vedado influir sobre adhesiones partidarias? ¿O que, en sentido inverso, un dirigente político no tiene derecho a promover su orientación religiosa?
Ese talante de decretar recortes al derecho a la libertad de expresión según me convenga, es propio de quien rehuye el debate y pone todas las fichas en la imposición de un pensamiento hegemónico. La influencia de la iglesia brilló por su ausencia en aquel malogrado referéndum que se impulsara para derogar la ley de despenalización del aborto: en un país donde supuestamente hay un 50% de fieles al catolicismo, aquella iniciativa fue apoyada por un magro 8,8%.
Que ahora la iglesia realice una embestida contra una ley muy polémica, que corta transversalmente a todos los partidos, no debe ser visto como un posicionamiento electoral sino como lo que es: una advertencia humanista, con la que se podrá coincidir o no, pero nunca intentar silenciarla.
Pereira reclama a Sturla que reflexione y quienes no somos ni laicos ni seglares, sino simples agnósticos, le pedimos al presidente del FA que haga lo mismo: llamando a silenciar una voz discrepante, lo único que logra es amplificarla y cubrir la eufemística ley de muerte digna de un manto de sospecha. Me pregunto si los liberales que apoyan esta norma -varios batllistas, algunos blancos y un independiente- están de acuerdo con el oficialismo frenteamplista, en mandar callar a quien los señala con dedo acusador.