Un pueblo castigado

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hebert gatto
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Argentina otra vez en el candelero mundial. No por su buena nota. La monarquía dual tuvo otro empuje unificador y la economía, enfrentada a una recurrente tempestad, volvió al redil cristinista.

El peronismo puro y duro, apegado al desarrollismo de la mitad del siglo veinte, cuando el proteccionismo, la industria nacional y los sindicatos constituían el progreso permitido por la época, otra vez se hizo presente derrotando al albertismo, tan peronista como su vicepresidenta pero más cauto en sus relaciones con el entorno.

De últimas poco ha cambiado en tanto para los populismos el paso del tiempo no es una variable a considerar y Silvina Batakis, cercana al entorno kirchnerista consolidará el dominio de la ortodoxia sobre los tímidos intentos de Alberto Fernández para congraciarse con el FMI. Tal como si no hubieran transcurrido más de cincuenta años del momento que Domingo Perón se refugiara en una cañonera paraguaya y se marchara por veinte años de su país.

Para los populismo el peronismo fue uno de los primeros de ellos y el más exitoso en su penetración y en su capacidad de elaboración de una memoria histórica, tergiversada pero arraigada. Su fórmula es única e incambiada: nacionalismo, proteccionismo, antiimperialismo, movilización social (con o sin clasismo discursivo), desconocimiento del capitalismo que aplican pero ignorando sus básicos requisitos de funcionamiento, estatismo desembozado. Resultados: Venezuela, Nicaragua, Argentina, Ecuador. Esto sin olvidar, no sería justo hacerlo, que la nueva ministra pese a sus confusos antecedentes, prometió continuar los planes económicos del gobierno, lo que a priori descartaría todo intento de romper con la autoridad económica internacional. Un pronunciamiento que el Presidente considera su triunfo. ¿Pero, puede nuestra vecina, aún si apela a los buenos modales económicos, mantener la estabilidad con insuficientes reservas internacionales, un dólar libre disparado, gigantescos subsidios al gas y a la electricidad, inflación desatada, un clima social hipercalentado con desesperante aumento de pobreza, mantener la estabilidad?

Lo que suele continuar a estos profundos desarreglos sociales en medio de la incertidumbre que desgasta todos los valores, es el ajuste militar. La Argentina lo vivió desde l955 en adelante, para culminar en la siniestra dictadura de 1966. Afortunadamente la historia, aún cuando tiende a ser olvidada, continúa, cuando impacta como aquí sucedió, manteniendo su cuota de vigencia. Nadie en su sano juicio puede pretender regresar a aquellos años de sangre que costaron miles de muertos. Ni siquiera las Fuerzas Armadas. Aún así, las perspectivas no son las mejores.

Las últimas encuestas, previas a este cambio ministerial, adelantan un triunfo de más de 8 puntos y en proceso de ampliación del Frente por el Cambio sobre la coalición gobernante.

Sin embargo, el pasado gobierno de Macri no abre muchas expectativas sobre el futuro, un porvenir que quizás pudiera revertirse, si el candidato fuera Horacio Rodríguez Larreta. Un hombre que ha mostrado ecuanimidad en su gobierno de la ciudad de Buenos Aires. En cualquier caso lo deseable es un cambio político profundo, el pueblo argentino, tan similar al nuestro bien que lo merece.

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