Vivimos en un mundo revuelto que se enfrenta a los desafíos que imponen la recuperación económica global, la aceleración de la revolución tecnológica, la transición energética asociada al cambio climático, y la lucha por el poder entre occidente y oriente.

Los focos de tensión son permanentes. Sin embargo, hay algunas señales positivas.

La inflación mundial empieza a ceder luego de haberse aplicado la receta tradicional de la suba de las tasas de interés por parte de los bancos centrales. Después de haber llegado a su pico en junio, la inflación en Estados Unidos lleva cuatro meses de bajas consecutivas. La inflación en la zona euro se frena por primera vez en 17 meses. En ambos casos las expectativas inflacionarias se revisan a la baja. La enfermedad no está curada, pero hubo respuesta a la medicina aplicada. Lo que no es poca cosa.

La democracia liberal se paró firme ante el populismo en varios países a lo largo del año. En Francia, Emmanuel Macron venció a Marine Le Pen para ser reelecto como presidente. En el Reino Unido, el año empezó con Boris Johnson como primer ministro y termina con Rishi Sunak, con una visión mucho más conciliadora. En Estados Unidos, los votantes castigaron a los candidatos que llevaban el sello Donald Triunfo en las elecciones legislativas de medio término. En Brasil, Jair Bolsonaro perdió las elecciones frente a una coalición moderada. En Chile, la gente le dijo que no a los cambios radicales propuestos por la Asamblea Constituyente.

Los resultados electorales estuvieron en línea con los cambios de preferencias de los votantes que se habían empezado a ver el año pasado. Según un estudio de la Universidad de Cambridge, el apoyo a las visiones, partidos y políticos populistas disminuyó con la pandemia, así lo indican encuestas de opinión que incluyen a más de medio millón de personas en 109 países. La valo-ración general de los líde- res populistas cayó más de 10 puntos porcentuales entre mediados de 2020 y fines de 2021.

El equipo de investigadores responsable del informe concluyó que el análisis de todos esos datos muestra signos claros de un freno para la “ola populista”. El mal manejo de la pandemia por parte de los líderes populistas, junto con un deseo de estabilidad y rechazo a la confrontación, movió a la opinión pública. Las amenazas planteadas por la crisis sanitaria se tradujeron en un aumento de la valoración de la profesionalización en el manejo de las políticas públicas y una mayor confianza en el Estado.

También se espera con expectativas positivas el impulso proglobalización que pueda darle la India al G-20, el grupo de los países más poderosos del planeta que representan el 80% del PBI mundial. India acaba de asumir la presidencia en Bali (Indonesia) y su mandato durará hasta la cumbre del año que viene.

La presidencia del G-20 es considerada como una oportunidad para empezar a reformular la agenda de cooperación global. “El mundo es una familia”, dice el lema que eligió la India para la ocasión, lo que muestra la intención de reimpulsar a las instituciones multilaterales. Desde su independencia, ha defendido con firmeza al multilateralismo, participando activamente en foros sobre temas globales sensibles como la intervención humanitaria, el desarme nuclear, las mejoras en las reglas del comercio mundial y las soluciones al cambio climático.

Históricamente, la India ha planteado preocupaciones en nombre del “sur global” en los foros multilaterales y se espera aproveche su presidencia para hacer lo mismo en la mesa alta del G-20. Se espera mayor liderazgo en el abordaje de asuntos presentes en la agenda global como el cuidado del medio ambiente, la seguridad alimentaria, la atención médica y los desafíos de la automatización tecnológica. En esa línea, Nueva Delhi aboga por un multilateralismo reformado para que las organizaciones internacionales sean más responsables e inclusivas. Se entiende que la crisis del multilateralismo responde a la falta de una representación más amplia de los países en desarrollo y las economías emergentes en las instituciones multilaterales.

El primer ministro Narendra Modi buscará aprovechar la oportunidad para mostrar contundencia en su intención de que la India deje de ser una economía emergente y pase a ser una nueva potencia global. India ya es la quinta economía más grande del mundo, acaba de superar al Reino Unido, su antiguo colonizador. Va a crecer cerca del 7% este año, una tasa de crecimiento solo superada por Arabia Saudita entre los miembros del G-20.

En nuestra región también hay algunas señales que se miran con cierto optimismo a nuestra región en foros de discusión global, a pesar del ruido persistente a lo largo del año. Se valora positivamente que Lula gobierne junto con el partido de Fernando H. Cardoso en Brasil; que Boric consulte a Ricardo Lagos en Chile; que Petro tenga a José A. Ocampo como ministro de Hacienda en Colombia; y que se haya puesto de moda Raúl Alfonsín en Argentina.

La región debe reducir el riesgo político, el principal riesgo que hoy impone a las empresas y personas. Los desafíos del mundo actual determinan la necesidad de un manejo extremadamente delicado de las acciones y señales que den los gobiernos. Es imposible no equivocarse, pero es vital no insistir con el error. Para ello es necesario buscar el espacio de la centralidad donde las fuerzas políticas se pongan de acuerdo en puntos básicos y se discuta sobre matices. Los medios de comunicación y los partidos políticos son instituciones claves para guiar a las personas en el proceso, para que se rechacen las respuestas simples a problemas complejos, algo tan característico del populismo.

En el caos global convivimos con noticias preocupantes asociadas a la guerra en Ucrania, la delicada situación en China asociada a la política de covid cero, o el ataque a las instituciones democráticas en México. Pero, al mismo tiempo, si se mira con atención, en ese mismo caos global se pueden encontrar señales para poder ser optimistas.