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Pornografía y resentimiento

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Tiene toda la razón Fernando Pereira. Diez días son pocos para evaluar una temporada turística. Aunque ahora ya van 15, y si nos guiamos por la percepción personal de estos pasados dos días, que fuimos a Punta del Este para el clásico evento de análisis político de El País en el Enjoy, tienen razón los jerarcas del gobierno. Los atascos en el balneario rememoran los de épocas doradas. Épocas “bullish”, diría Maslatón, y confirmarían los amigos del Hotel Enjoy, que cuentan estar sorprendidos de la cantidad de visitantes. Sobre todo argentinos de esa “clase media” a la que todos daban por perdida.

Agradezcale a Messi y al furor de la Copa. Como nos comentaba un reconocido publicista estos días, la frase en boga entre ese público este verano es “si convertís, no te divertís”.

Pero volviendo al presidente del FA y sus declaraciones sobre el arranque turístico, lo cuestionable no es el contenido, sino el tono. Un tono avinagrado, como con desencanto. En su defensa hay que decir que, según las fotos que él mismo distribuyó, sus días de sombrilla estuvieron acompañados de la lectura de El Astillero. De este lado de la pantalla nos estamos poniendo de pie al hablar del mejor escritor uruguayo de todos los tiempos. Pero hasta sus fans más recalcitrantes reconocerán que no es una lectura particularmente... ¿optimista? ¿vivificante? Usted decide.

Pero más allá de Onetti, parece haber otro trasfondo detrás de la desconfianza de Pereira con los beneficios del turismo (el ajeno, no el propio, claro). Algo que parece dominar en mucha gente que se autodefine como “de izquierda”. Por estos días, otro importate jerarca frenteamplista, nada menos que el presidente de la Junta Departamental de Montevideo, Nicolás Lasa, afirmaba que “pocas cosas tan pornográficas de la riqueza como las reseñas que hacen los grandes medios de comunicación sobre cómo vacacionan los ricos al comienzo de cada verano”. ¡UUUUU! Los “grandes medios”.... “los ricos”... faltó meter “neoliberalismo” por algún lado, y estaba completo el folletín.

Sería fácil tomarlo a la chacota, o atribuirlo a la zoncera de una sola persona (ya van dos). Pero minutos después, un notorio presentador de la señal de tv pública capitalina lo ponía todavía más claro: “Me genera mucho rechazo todo lo que viene desde el este, las noticias, la movida, la gente de plástico, es algo visceral, es MUY personal, lo sé...”.

“Rechazo visceral”, “pornografía”, son palabras duras. Y poco inteligentes, la verdad, para referirse a una actividad lúdica, si se quiere con algo de frivolidad, pero que representa el 8% del PIB y da trabajo a miles de personas. No te digo que lagrimees mirando videos viejos de las fiestas de Scarpa, o fundes un club de fans de Patricia della Giovampaola, pero... ¿por qué te molesta tanto?

La tesis más firme es que estamos ante un tema ideológico. Hay, entre alguna gente “de izquierda”, resabios de un resentimiento social anclado en la teoría del valor de Marx, o lo que Mises llamaba “la falacia de Montaigne”. Una visión de que la economía es un suma cero, donde si usted tiene dinero “de más”, necesariamente es porque otro tiene “de menos”.

O sea que ese simpático señor de camisa de lino salmón y sombrero Panamá, que usted se cruza por José Ignacio en un Ferrari, (o un Tesla, para ser más ecológicos), lo que está haciendo no es disfrutar de su dinero bien habido, sino ostentar lo que de alguna forma provoca que haya niños viviendo en asentamientos. O sea, un ser despreciable.

Esta visión, si se quiere intuitiva, ha sido defenestrada por economistas de todo tipo y color desde hace siglos. Pero no le vamos a pedir a figuras tan ocupadas y de tanto calibre que inviertan algo de su valioso tiempo en leer esas cosas. Más simple es ver las consecuencias que ha tenido cuando distintos gobiernos en la historia intentaron hacer borrón y cuenta nueva con su sistema económico, y organizar la sociedad redistribuyendo la riqueza de forma pareja entre sus ciudadanos. Desde Chávez a Mugabe, eso sólo terminó generando la miseria más espantosa. ¿No debería ello hacer cuestionarse al menos la certidumbre con la que dictan sentencia estas personas?

Pero hay un ejemplo más explícito todavía. Cuando China empezó con sus reformas capitalistas y de apertura económica, algún burócrata le vino a Deng Xiaoping con una cantarina semejante a la de nuestros influencers ideológicos locales. Qué esos cambios iban a generar que alguna gente se enriqueciera de manera escandalosa. La respuesta del “pequeño timonel” fue: “Enriquecerse es glorioso”. Alcanza ver cuál fue el camino de China desde entonces, y cuál el de los necios que siguieron aferrados a la mirada contraria, desde La Habana a Buenos Aires. Penar socialmente la generación de riqueza, creer que eso determina que otros la pasen mal, no solo es falso, sino que es una receta perfecta para la mediocridad y la pobreza.

El resentimiento es un sentir muy humano. Y cultivarlo ha dado gran éxito a algunos políticos y comunicadores. Pero es una pésima forma de organizar una sociedad. Al que genera riqueza, hay que aplaudirlo y estimularlo, porque de ese éxito nos beneficiamos todos. Y si no lo cree, pregúntele a cualquier trabajador de la zona costera como se siente por estas fechas. Aunque solo hayan pasado 15 días.

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Martín Aguirre

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