Oscuridad y luz al final del túnel

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CLAUDIO FANTINI
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Aún es tenue y parpadea, pero apareció una luz al final del túnel. Las acciones militares parecen contradecir las palabras, pero es una señal de que existe la posibilidad de un acuerdo.

Suena raro que se hable de progresos en la negociación cuando los bombardeos rusos se ensañan con los blancos civiles, mientras el gobierno de Ucrania insiste en reclamarle a las potencias de Occidente el establecimiento de una zona de exclusión aérea y más armas para combatir a los invasores. Sin embargo, tiene sentido que así ocurra.

Que los contactos hayan escalado hasta niveles altos de ambos gobiernos, evidencia que tanto el gobierno de Rusia como el de Ucrania necesitan encontrar pronto una salida negociada. Y que emitan señales en ese sentido, al mismo tiempo que incrementan las acciones militares contra el enemigo, no es una contradicción sino la búsqueda de la mejor posición para encarar la negociación.

En los conflictos bélicos, cuando una fuerza está imponiéndose ampliamente sobre la contraparte, no busca una salida mesa de negociación para acabar la guerra. Quien lo hace es la parte que está perdiendo la contienda.

En este caso, si ambas partes evidencian cierta ansiedad por negociar, es porque las dos tienen una porción de triunfo pero también de derrota.

La carta ganadora de ejército ruso es la porción territorial que ha ganado y la imposibilidad de que ejército ucraniano pueda expulsarlo del país invadido. La carta perdedora de los invasores es que el territorio conquistado es escasísimo en relación con lo que necesitaría controlar, a esta altura de la guerra, para poder mostrarse como una fuerza victoriosa.

A eso se suma que la demora en conseguir esa victoria total en tiempo récord que el Kremlin calculó poder obtener y que se revela en el nombre que dio a la ofensiva, “Operación Militar Especial”, negando que sea una guerra, hará pesar cada vez más las sanciones impuestas por las potencias occidentales sobre el músculo económico que debe sostener la invasión.

Una clara señal de que a Putin le preocupa la lentitud del avance es el presunto pedido de ayuda económica y militar a China. Otra señal es que Aleksandr Lukashenko haya empezado a denunciar ataques ucranianos en Bielorrusia.

De ese modo, el déspota bielorruso que se ha convertido en un lacayo de Putin, empieza a justificar una posible intervención militar de Bielorrusia para reforzar la invasión.

Si para entrar a Kiev, Odessa y demás grandes ciudades ucranianas, Rusia necesitara la ayuda del ejército bielorruso, entonces su poderío militar es menor de lo que creía Putin. o la resistencia ucraniana es inmensamente mayor a la que calculaba.

Esa es precisamente la carta ganadora de Ucrania. La resistencia de su ejército y de las milicias que se formaron para defender el territorio, ha logrado ralentizar significativamente el avance de la fuerza invasora. En algunos puntos son tan importantes los daños producidos al ejército ruso, que las fuerzas ucranianas han empezado a planear contraofensivas para recuperar territorios.

El triunfo de Rusia se mide en kilómetros y el triunfo ucraniano en semanas y meses.

Volodimir Zelensky y sus generales saben que, mientras el invasor mide su victoria en territorio conquistado, ellos sólo pueden medir el triunfo propio en tiempo: el tiempo que puedan demorar el avance ruso.

Pero ese tiempo tiene un precio altísimo en vidas, sufrimiento y destrucción de ciudades. Por eso el gobierno de Ucrania necesita acelerar el reloj de la negociación para poner fin a esta catástrofe humanitaria.

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