Las dos guerras

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Claudio fantini
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Dos guerras se están librando en Europa: la guerra militar que impuso Vladimir Putin invadiendo a Ucrania, y la guerra económica que le imponen a Rusia las potencias de Occidente para poner fin al poder del jefe del Kremlin.

Con los bombardeos y el avance de su ejército sobre territorio ucraniano, Putin procura que el trato de las potencias occidentales a Rusia tenga que ver con su poderío militar y no con el vigor de su economía. A su vez, las sanciones económicas son los misiles que usan los miembros de la OTAN para impactar contra el flanco débil de Rusia.

La tecnología militar de avanzada que está exponiendo en Ucrania el presidente ruso constituye un mensaje a Occidente. Los misiles hipersónicos que debutaron en esta guerra son indetectables para los radares e inalcanzables para las defensas antiaéreas. Esos proyectiles y otras armas, como las bombas termobáricas, son el mensaje de Putin a la alianza atlántica. Las líneas más aterradoras de ese mensaje dice que nada detendría una ojiva nuclear rusa que viaje a Europa en un misil hipersónico.

La respuesta occidental sigue siendo económica. En la economía están los pies de barro del gigante euroasiático y allí impactan las sanciones. El eje euro-norteamericano procura dañar el tejido empresarial, bloquear el sistema financiero y derribar las fortunas de los llamados “oligarcas”, para que en las altas esferas del Kremlin y de la economía rusa se llegue pronto a la conclusión de que deben deshacerse de Putin antes de perderlo todo por sus delirios napoleónicos.

Pero para que las sanciones muestren su poder destructivo, se necesita tiempo. Y esa clave está en la resistencia ucraniana contra el poderoso invasor. Los militares y los milicianos del país invadido juegan un rol clave. Resistiendo, logran demorar el avance de las fuerzas rusas y su entrada a las grandes ciudades. Esa demora se conjuga con el efecto de las sanciones, debilitando el músculo económico ruso que debe sostener los altos costos de la guerra.

El jefe del Kremlin ya quemó sus naves. A él sólo le queda avanzar hacia sus metas de expansión territorial. Puede lograrlas, aunque sea al precio del aislamiento de Rusia y su desconexión con la economía europea y de buena parte de Occidente.

En ese punto, sus intereses personales quedan contrapuestos a los intereses económicos de Rusia y también a los intereses de las grandes empresas y de los archimillonarios que amasaron sus fortunas a la sombra del Kremlin.

Washington, Londres, París y Bruselas buscan que esos intereses rusos que se ven perjudicados por el proyecto de Putin, conspiren hasta sacarlo del poder, derrocándolo o asesinándolo. Los servicios de inteligencia de Ucrania hicieron trascender que ya había conspiraciones en marcha para reemplazarlo por el jefe del FSB, Alexander Burtnikov.

Ambos se conocieron siendo jóvenes agentes del KGB en San Petersburgo, por entonces llamada Leningrado. Burtnikov se convirtió en una pieza esencial en el tablero del presidente.

Como en términos económicos Rusia pierde aunque Putin gane su guerra en Ucrania, resulta creíble que se estén tejiendo conspiraciones en las altas esferas del poder. Lo increíble es que las anuncie el aparato de inteligencia ucraniano, con señalamientos puntuales, como el del jefe del FSB, porque de ese modo le está avisando a Putin qué cabezas deben rodar para que él pueda seguir reinando.

La victoria del jefe del Kremlin en la dimensión militar de esta guerra, no le evitaría a Rusia su derrota económica. Por eso, uno de los riesgos generados por el presidente es que, como advierte Ander Aslung, Rusia termine convertida en una nueva Corea del Norte.

Para el asesor económico que tuvo la presidencia de Boris Yeltsin, a esta altura, el éxito militar en Ucrania mantendría en pié las sanciones y la desconexión económica con las potencias de Occidente. Y en semejante marginalidad, Putin podría convertir a Rusia en un engendro similar al norcoreano. O sea, un gigante en cuarentena que cada tanto apunta sus misiles a Europa para obtener prebendas que le permitan subsistir.

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