Hay quienes se identifican con la Coalición Republicana (CR) y creen que para 2024 los partidos que la conforman debieran de concurrir a las elecciones bajo un lema en común, de forma de enfrentar organizadamente a la otra coalición, el Frente Amplio (FA).
Las dirigencias de los partidos tradicionales demoraron muchísimo en entender a cabalidad las consecuencias del cambio electoral de 1997. Recién en 2019, gracias a la inteligencia colectiva de Lacalle Pou, Sanguinetti y Manini Ríos, la oferta de la CR respetó la lógica del sistema electoral de internas, primera vuelta y balotaje: se trata de una acumulación atrápalo- todo hecha de distintas etapas, pero que sustancialmente evoca al viejo sistema del voto a la idea y al candidato que se aplicó a lo largo de nuestro siglo XX.
En efecto, entre 1917 y 1997 la opción era al partido y al candidato en un mismo voto, en el entendido de que los matices de los candidatos y su relación de fuerzas electorales conformarían luego un gobierno representativo de la voluntad popular mayoritaria. Hoy, esos matices se dan en la primera vuelta de octubre: hay varios partidos que ordenaron sus diferencias en un programa y un candidato único en las internas de voto no obligatorio, con sus distintos senados, y que se presentan a la ciudadanía sabiendo, todos, que el presidenciable que pase a la segunda vuelta será apoyado por los demás.
“Un lema común para toda la CR limitaría drásticamente su oferta presidencial para octubre”.
Si hubiera un lema en común de entrada, desde la interna, la expresión de esos matices se limitaría fuertemente: los partidos, sectores y listas se aplicarían un corsé que impediría la expresión amplia del atrápalotodo electoral. Además, la variedad de partidos y candidatos de octubre de ninguna manera implicará desorden o enfrentamientos feroces entre ellos en campaña electoral: todos aprendieron ya las lecciones de los revolcones de Talvi, que se sentía a igual distancia del FA y de los blancos; de Bordaberry en 2014, que atacó al candidato blanco; o de Mieres, con su equidistancia entre polos en octubre de 2019.
Sí se precisa una plataforma común para triunfar sobre el FA en departamentos claves. Pero para ello, la solución está dada: los candidatos de las municipales no se presentan en las internas de sus partidos; los partidos de la CR coordinan la existencia de un lema conjunto que los reciba en mayo de 2025 y que podrá contar hasta con 3 candidatos a intendentes; y todos pueden ser candidatos sin inconvenientes, en octubre en los partidos que conforman la CR y luego en mayo en ese lema de la departamental. Implementar todo esto no precisa, francamente, de un despliegue estratégico muy elaborado.
Para ganar en 2024, la CR precisa ofrecer “caramelos surtidos”: tomo la metáfora, que tiene 20 años al menos, de una influyente e inteligente exsenadora blanca. Define a la perfección la amplitud de opciones requerida en el proceso electoral, que luego se traduce en mayoría parlamentaria, y por tanto en gobernabilidad para el candidato del balotaje de la CR: todo lo que ya pasó, con éxito para la CR, en 2019.
Un lema común para toda la CR limitaría drásticamente su oferta presidencial para la elección de octubre: es la trampa secreta de la reforma de 1997, esa que favoreció por lustros al FA, y esa en la que no debe caer la CR.