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Apostillas de verano

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julio maría sanguinetti
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Con un nuevo año envuelto en el torbellino universal de la renovada pandemia, el país comienza a despuntar una reactivación económica prometedora.

Se ha recuperado el empleo al nivel anterior y, pese a todos los pesares, la temporada turística ha reanimado el sector más golpeado por la crisis. Las exportaciones alcanzan récords, fruto legitimo del trabajo de nuestra gente.

No era de esperar, sin embargo, que los líderes opositores volvieran a criticar al gobierno, que preserva, en el tema de la salud, una sólida confianza de la opinión pública. “Que llamemos al GACH”, “que hay tomar medidas ya ”… ¿Cuales? ¿Qué es lo que hay que cerrar? ¿Volvemos a los anuncios apocalípticos, a los “colapsos” en los hospitales? Esperemos que no y que nos ayuden a convencer a los reacios a que se vacunen. Porque ese es nuesto deber.

Nota deprimente, los bancarios oficiales, que no han sentido ese temor desolador de la amenaza del desempleo, hacen paros en Maldonado y Rocha. Mientras tanto, organizan una marcha a Punta del Este. La idea no puede ser más obvia: molestar en el escenario más urgente de la recuperación laboral, mostrarle a los argentinos que no nos idealicen tanto porque también aquí tenemos aprendices de Moyano…

Les acompaña con nota sobresaliente el benemérito Sutel, enojadísimo porque ahora los ciudadanos hemos ganado el derecho a nuestro número de teléfono, reconocido en el mundo entero. Se imaginan algo catastrófico para Antel. Suponen que sus clientes están enojados y huirán en manada hacia las otras empresas. Por cierto que no es así, porque la empresa estatal ha sabido competir y ya lo está haciendo con brío, para beneficio general. Es de lamentar que quienes formalmente representan a los trabajadores tengan tan poca fe en su trabajo y el valor de la empresa a la que dicen defender. Por suerte hay tiempo, de aquí al 27 de marzo, para que se observe la eficacia de la LUC, como ya se ha visto en seguridad y educación, guste o no guste.

El triunfo de Boric en Chile y las perspectivas optimistas para Lula en Brasil, generan un clima eufórico de “vuelve la izquierda” a Latinoamérica… El presidente de Argentina emerge como titular de la Celac, en medio del culebrón que ha montado en torno a un acuerdo con el Fondo Monetario, que no quiere firmar pero que se le hace imprescindible para poner una mínima nota de confianza. Va y viene… Se pide ayuda a los EE.UU., pero se hacen proclamas de un izquierdismo retórico, cuando la inflación y la pobreza no rebajan. La definición de izquierda o derecha, tan escurridiza desde 1789, cuando nació en Francia, y más nebulosa aun después de la caída del Muro de Berlín, flota detrás de los twits oportunistas. El tema es que, como decía Artigas, la cuestión es entre la libertad o el despotismo. Y éste hoy campea en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Esta nueva izquierda que estaría llegando, ¿lo reconocerá o seguirá de cómplice de las tiranías?

Va llegando a nuestro país la cultura woke, que se abraza a una causa, justa o injusta, y “cancela” sin matices a todo el que se atreva a discutir. En Universidades norteamericanas se ha impedido la circulación de clásicos como “La Cabaña del Tío Tom”, o “El Gran Gatsby”. Es una censura autoritaria de minorías que se organizan. Hasta la autora de “Harry Potter” Joanne Rowling fue censurada por opinar sobre género y sexo biológico. En estos días, ha ocurrido entre nosotros, con los fuegos artificiales, que los chinos dieron al mundo y son motivo de celebración en todas las culturas desde hace mil años. Se dice que daña a perros. En nuestra familia ellos no son adorno sino parte integrante de ella y los hemos tenido afines a los fuegos, indiferentes o reacios, caso en el que bastaba con protegerlos, cerrar puertas y ventanas y acompañarlos en ese rato de la celebración. Se sostiene que también puede afectar a personas con sensibilidades especiales y si ello es así, basta asumir esas precauciones con cariño. Pero, ¿porqué prohibir, porqué estigmatizar, porqué entristecer al mundo?

Los incendios forestales, como en todo tiempo de sequía, han proliferado, más aún cuando el país se ha poblado de árboles, que conviven gratamente con ganadería, apicultura y agricultura en general. Hay evidencias comprobadas por los Bomberos de fuegos intencionales, pero no se ha informado de investigaciones. Mientras tanto, se les nota una inconfesada satisfacción a los enemigos del progreso, a los que miran al país desde el espejo retrovisor del conservadorismo y el prejuicio. Los que no se han enterado de la verdadera revolución tecnológica que toda la agropecuaria y la agroindustria vienen llevando adelante.

Como también hay mucho de grato en este verano, se ha difundido que una prestigiosa revista internacional de economía ha distinguido a nuestra ministra Azucena Arbeleche por su labor en el año que pasó. Y se ha inaugurado el MACA, un museo de arte americano, promovido por nuestro formidable artista, Pablo Atchugarry y diseñado por Carlos Ott, arquitecto uruguayo universal. Que un escultor comparta su éxito con toda la sociedad e invierta lo que ha ganado en una obra colosal, que enriquece a la cultura del país, es un testimonio de generosidad que emociona. Por si fuera poco, la audacia del diseño y el uso notable de la madera nacional, abren una nueva perspectiva para nuestros árboles. En el hermoso atardecer del 8 de enero, dos ex presidentes de partidos opuestos, acompañamos en la inauguración al presidente Lacalle Pou.

La República sigue vibrando.

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