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La nueva izquierda

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FRANCISCO FAIG
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Terminado el ciclo electoral, importa analizar el cambio central que se operó en el Frente Amplio (FA). En las posiciones de poder, el resultado global del FA es algo mejor que el del ciclo 1999-2000: 2 diputados, 1 senador, y 2 intendencias más que hace 20 años.

Pero en lo que refiere a resultados cuantitativos, en ambos ciclos el FA recibió alrededor del 40% de apoyo en total. Las departamentales de setiembre confirmaron así lo que ocurrió en 2019: la década de crecimiento exuberante de la izquierda entre 2004 y 2015, se acabó. Ya sea en clave nacional o ya sea en función de resultados departamentales, todo el pe-so electoral del FA de hoy es similar al de 1999-2000.

Ese análisis cuantitativo esconde empero un cambio cualitativo profundo. En efecto, aquel FA de hace 20 años vivía una acumulación electoral desde 1989, y se afirmaba en una lógica catch-all en la que tres liderazgos de perfiles distintos, Vázquez, Astori y Mujica, sumaban fuertemente al caudal común. Además, del otro lado, los partidos tradicionales, con liderazgos de muchas décadas sobre todo en el Partido Colorado, penaban por acomodarse a las por entonces nuevas reglas electorales de 1997.

Hoy la situación es totalmente distinta. El FA deberá probar sus nuevos liderazgos, que hasta ahora en ningún caso han concitado adhesiones nacionales intensas. La izquierda tampoco tiene abierta una gran puerta que seduzca el voto de sensibilidad socialdemócrata y de centro, sino que quedó definitivamente marcada por una hegemonía política y electoral hecha de comunistas, tupamaros y grupos afines. La mejor ilustración es la del Partido Socialista: los más ortodoxos endurecieron su discurso, y resultaron exitosos dentro de Montevideo. Finalmente, del otro lado, la coalición de gobierno asumió cabalmente la lógica de acumulación del balotaje. Además, mostró gran vitalidad en su inserción local: 16 departamentos y 3 municipios de Montevideo constituyen buena base para desafíos electorales futuros.

La izquierda quedó así montevideanizada, como en 2000, pero sin vectores capaces de hacerla crecer en el Interior. Asentó sí ciertos liderazgos, pero ellos estarán fuertemente maniatados por aparatos internos enteramente radicalizados ideológicamente, que ni siquiera terminan de entender por qué perdieron en 2019. Hace 20 años, además, todavía estaba el sueño de la novedad frenteamplista; en 2020, luego de la corrupción de Sendic o de Placeres, de los viajes encantadores de Toma, y de los resultados de las numerosas auditorías en el Estado que se irán conociendo, ya nadie fuera del comité de base cree mucho en la ilusión del país de primera izquierdista.

Hay una última gran diferencia que, de confirmarse, también dejará al FA a la defensiva. Si efectivamente Raffo en Montevideo pasa a liderar una oposición coordinada y activa que marque la cancha por cinco años, entonces la eficiente máquina de producir liderazgos de la izquierda, que consistió desde 1990 en ejercer el poder sin grandes contrariedades en la intendencia de Montevideo, se romperá.

No hay que pensar más con esquemas del pasado: la izquierda que crecía y ganaba, la de 1999-2015, ya no existe más. En 2019-2020 nació una nueva izquierda. Y tiene la vida complicada.

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