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Ernaux y su Nobel de Literatura

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isabelle chaquiriand
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La semana pasada Annie Ernaux, francesa de 82 años, recibió el premio Nobel de literatura. El tercero para Francia, pero el primero para una francesa, no hay discusión en cuanto a su merecimiento como escritora y el valor de su obra.

Pero tampoco queda la menor duda de que el otorgamiento de este premio tiene una fuerte connotación política.

Ernaux nunca le escapó a la polémica, tanto en su obra como en sus opiniones. Sus novelas autobiográficas (escritas en primera persona) hablan de su madre, del ascenso social de sus padres, su matrimonio, un aborto clandestino que se hizo en la década del 60, de su cáncer de mama, entre otras causas muy feministas.

Pero también hizo pública su adhesión al político anticapitalista Mélenchon, su simpatía por los gilets jaunes (movimiento social de protesta identificado por los chalecos amarillos) y su posición antiisraelí. Fuerte combatiente de clases (“escribiré para vengar mi raza”, escribió hace 60 años en su diario íntimo) y del feminismo, en su discurso al recibir el Nobel dijo “el reconocimiento de mi trabajo por la Academia Sueca constituye una señal de justicia y de esperanza para todas las escritoras”, haciendo referencia a los intelectuales para quienes los libros escritos por mujeres no existen. En sus inicios y por varias décadas fue tratada como una escritora menor, como una “midinette”, que es como se conocía a las sentimentales e ingenuas de provincias que llegaban a París para ganarse la vida.

Fue solo en 2019, cuando su obra maestra Les Années fue preseleccionada para el premio International Booker, que comenzó a ser ampliamente reconocida.

Si bien su Nobel no es cuestionado por su valor literario, su significancia política genera cierta resistencia por su alta exposición en determinados temas. No sorprende. Los Nobel, los Oscar, los Grammy y todo evento que tenga una alta exposición y genere multiplicación mediática, se han convertido en una reivindicación, ya sea a favor o en contra. Ya no sólo se trata del premio, se trata de la significancia moral del otorgamiento de ese premio a lo que el ganador o nominados representan. Y Ernaux genera ruido. Por lo que piensa, por lo que dice, pero, además, por lo representa darle el Nobel a una mujer feminista, de izquierda y de origen humilde que fue ninguneada. Una joya para lo políticamente correcto. Con todas las voces a favor y en contra que eso implica.

Lo cierto es que es una escritora fantástica. Al mismo tiempo es una ciudadana que toma posiciones políticas y tiene opiniones que pueden ser discutibles. Que la discusión recaiga solamente en el retrogusto político o moral de su reconocimiento como si fuera una influencer en lugar de la valía de su obra, es tornar irrelevante su oficio, evaporar su trabajo y distorsionar así el propósito del premio. Por distorsiones como éstas, es que, si mañana la encontramos cruzando un semáforo en rojo o coimeando a un policía para que no le pongan una multa, no faltará quien quiera sacarle el Nobel.

No hay mejor forma de reconocer a una escritora como Ernaux que visibilizar su obra más allá del juego político de lo que representa habérselo dado. De lo contrario, cualquier premio de este tipo se esteriliza, se vacía de sentido.

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