El gremio de profesores de secundaria de Montevideo definió un paro para el 12 de marzo por estar en desacuerdo con el borrador de la ley de urgente consideración. Rápidamente, en redes sociales se fue afirmando una reacción con el hashtag El12YoNoParo.
Es difícil saber si esta iniciativa en redes logrará hacer fracasar el paro. Sin embargo, por dos razones sustanciales ella ya se ha transformado en una de las mejores noticias que están acompañando el alumbrar de este esperanzador nuevo tiempo político.
Primero, porque es evidente la arbitrariedad de la medida gremial: se trata de un paro por las dudas, que pretende acobardar a las nuevas autoridades de la educación. En su lógica fascista, una medida así de irracional pero apoyada por los profesores, sería una señal positiva en el camino para impedir cualquier reforma que disguste al izquierdismo más rancio del Frente Amplio (FA) y de los sindicatos. Frente a este abuso, El12YoNoParo manifiesta claramente una oposición que quiere ser colectiva y determinada.
Segundo, porque esa oposición ocurre cuando es también evidente que gran parte de la izquierda, desde la noche del balotaje, se niega a aceptar su derrota. En efecto, en este verano han sido numerosos los llamados a impedir a cualquier precio que el nuevo gobierno lleve adelante la propuesta por la cual fue votado por la mayoría del pueblo.
Una acción concreta, y por cierto ya anunciada, es la apuesta zurda por la movilización en las calles, donde ciertas minorías intensas, formadas por ejemplo por sindicalistas izquierdistas, intentarán obligar al gobierno a frenar su impulso reformista. Frente a esta estrategia, El12YoNoParo manifiesta claramente la voluntad de enfrentar este chantaje sindical y de apoyar, en definitiva, la voluntad de cambio que ganó tres veces en 2019: en junio, en octubre y en noviembre.
La muy buena noticia de El12YoNoParo debiera de tener un correlato político. No de parte del futuro gobierno, que buscará el diálogo con los sindicatos de la educación sin sacrificar por ello su convicción reformista en el altar del chantaje de las movilizaciones callejeras. Todos sabemos que son movilizaciones decididas tras el muro de yerba de la peor ideologización zurda, y que no tienen legitimidad mayoritaria alguna.
El correlato debiera de venir, por el contrario, de parte de la izquierda moderada. En particular, de todos esos izquierdistas que integran Eduy21 y que están de acuerdo con el sentido de las reformas que plantea el futuro ministro Da Silveira. En efecto, son ellos los que, una vez más y de forma contundente, tienen la posibilidad de marcar la cancha.
Deben decirle al Uruguay todo, con convicción, que se acabó el tiempo de este tipo de paro de inspiración fascista y que sobre todo perjudica a las clases populares; que el país no tiene futuro si se mantiene esta estructura de educación que heredamos del FA; y que el plan del gobierno entrante contempla gran parte de sus planteos. En una palabra: tienen que salir a apoyar sin ambages el impulso reformista.
Es tiempo de que los Mir y los Filgueira se la jueguen de verdad y que deslegitimen a las fuerzas sindicales reaccionarias que tanto daño han hecho al Uruguay. Ya no pueden quedar bien con Dios y con el diablo. Se les acabó el recreo.