En su libro “Papillon” Henri Charriere relata sus padecimientos en la cárcel de la isla “del Diablo”. Acusado en forma injusta y sin un proceso fue enviado allí. Durante años pasó sufrimientos, se fugó varias veces, fue recapturado y finalmente se escapó llegando a establecerse en Venezuela.
Allí escribió su novela que fue un best seller.
En el comienzo cita las palabras que le dirige el Jefe de la Cárcel en Francia cuando lo van a enviar a la Isla: “¡Prisioneros! A partir de ahora no tienen nombre ni apellido. A partir de ahora son un número. Serán llevados a una prisión en la Guayana Francesa y jamás volverán. ¡Olvídense de Francia!”.
A esa misma isla había sido enviado Alfred Dreyfus también injustamente acusado y condenado. Su proceso fue revisado luego que Emile Zola publicara su famosa carta dirigida al Presidente de la República bajo el título “J´Accuse”.
Las islas del Diablo, San José y Real son parte de un archipiélago llamado Islas de la Salvación. Hoy no funcionan presidios en ellas sino la Agencia Espacial Europea. Desde allí lanza sus satélites. En lugar de guardias y reclusos el lugar ahora está repleto de ingenieros y científicos.
El relato de Charriere, además de su lucha por la libertad, muestra la dureza y malas condiciones de la vida en esos presidios.
Situación que existe en muchos, no todos, los centros de reclusión de nuestro Uruguay.
Si bien se han hecho y se están realizando grandes esfuerzos para mejorar los mismos se está muy lejos de lograr sean aceptables. Una buena reinserción no sólo favorece al que fue penado. Beneficia a la sociedad toda y ayuda a mejorar la seguridad ciudadana.
Si quien comete un delito al ser liberado reincide seguiremos teniendo problemas de seguridad. Si en cambio se aprovecha el tiempo de reclusión para reeducar y reinsertarlo en la sociedad no sólo se habrá ganado un nuevo ciudadano. Se habrá logrado mejorar la seguridad pública.
Cuando el condenado sale con mayor conocimiento delictivo o adicciones no sólo perdimos la oportunidad de cambiar conductas equivocadas. Aumentará la inseguridad.
Existen iniciativas privadas y públicas destinadas a mejorar la reinserción de los penados mediante trabajo, educación y deporte. El grupo argentino Espartanos jugó hace unas semanas en el Campus de Maldonado un partido de rugby contra el equipo Fénix de Uruguay. Los Espartanos conocieron el rugby en contexto de encierro. Hoy pueden contar su historia y enseñan los valores que aprendieron gracias al deporte. Hacen así su aporte a la sociedad.
Esto, si bien es muy valioso, no es suficiente. El problema de la cárceles en nuestro país necesita medidas de fondo.
Una de ellas es reformar el aspecto institucional. El sistema penitenciario está desde 1971 bajo la órbita del Ministerio del Interior. Antes de eso, por ley del año 1934, estaba bajo la égida del Ministerio de Educación.
Este detalle es mucho más que una mera reseña histórica. Revela un enfoque que es esencial cambiar: si el encargado de la reinserción y reeducación es el Ministerio del Interior se pone el foco en la seguridad y no en la educación y reinserción social.
Es un error cometer la reeducación y la reinserción a la Policía.
Una buena reinserción no solo favorece al que fue penado. Beneficia a toda la sociedad y ayuda a mejorar la seguridad.
Ella está formada, entrenada, capacitada y motivada para combatir la delincuencia. Es bueno que así sea. Los ciudadanos honestos necesitan ser cuidados y protegidos de quienes delinquen y los atacan. Ahora bien, a esa policía preparada para combatir el delito se le encarga la educación y reinserción del delincuente lo que no es su especialidad.
Este es un tema principalmente de educación y de reinserción social. Quien es privado de libertad cuando la recupera se enfrenta a distintas realidades y problemas familiares, laborales, de vivienda, sociales.
Lo que no es un tema de seguridad sino social.
En la pasada legislatura presentamos un proyecto de ley creando como servicio descentralizado el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario. Se proponía pasar a él todas las funciones y presupuestos que tienen los organismos que hoy dependen del Ministerio del Interior.
Sin aumentar el gasto se crearía una institución especializada con el único objeto de dirigir el sistema penitenciario y el patronato de liberados y encarcelados. Una entidad con un enfoque no de seguridad sino de reinserción social y educación. Que cambia la mirada sobre una problemática terrible que vivimos en el país hace muchos años.
El proyecto de ley casi se aprueba. La discusión acerca de con qué Ministerio se relacionaría (si el de Interior o el de Educación y Cultura) hizo naufragar la iniciativa.
Esa diferencia se puede solucionar estableciendo al Ministerio de Desarrollo Social como su referencia. Es, sin dudas, un tema social.
Sería un buen paso para empezar a solucionar un problema que pese a las distintas alternancias de partidos en el gobierno sigue sin resolverse, dándole un enfoque distinto.
Quien dice que en veinte años no tengamos, como en las Islas de la Salvación, un centro científico donde hoy hay cárceles.