Aclarar el panorama

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aGUSTÍN ITURRALDE
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La semana pasada argumentamos que es bastante poco probable que haya acuerdos políticos relevantes en lo que queda del presente período de gobierno.

Cada bloque, gobierno y oposición, se dedicará a lo suyo. Más allá de sobreactuaciones no existe verdadera voluntad de acuerdos.

En ese sentido, dando por buena la hipótesis de que la oposición no apoyará, ¿qué pasará con la necesaria reforma del sistema de seguridad social?

Las posibilidades son varias, lo que parecía claro hace algunos meses hoy no lo es. Dentro de la coalición aparecen voces que razonablemente sopesan costos y beneficios de sacar adelante una reforma como esta. Nunca, en ningún lugar del mundo, las reformas de la seguridad social que buscan dar sostenibilidad son populares.

El asunto puede avanzar de diversas formas, hoy me imagino tres alternativas. Primero que el gobierno envíe al parlamento y éste apruebe efectivamente una reforma; segundo que el gobierno envíe el proyecto pero que no logre los votos necesarios, o tercero que directamente el gobierno desista de enviar un proyecto de reforma, ya sea por falta de apoyo o de oportunidad política.

La primera parecería la ideal y la que aparecía como la hipótesis más probable hasta hace poco. Pero tampoco está exenta de riesgos. En octubre del 2020 publiqué una columna en la que argumentaba que existía una reforma de la seguridad social posible y aceptable para todos los actores políticos, una que le diera más integralidad al sistema, que mantuviera el modelo mixto, que preservaba los énfasis de protección social, pero que también los hiciera sostenibles. También en esa columna advertía que la ausencia de parte de los actores podría hacer que la reforma quedará renga y no fuera integral. Sin el Frente Amplio la reforma depende por completo del apoyo de los tres partidos principales de la coalición; ¿cuán profunda puede ser la reforma de la llamada “caja militar” en un proyecto que depende totalmente de los votos de Cabildo Abierto?

La segunda posibilidad es que el proyecto no encuentre el apoyo necesario en el parlamento. Ese riesgo está vinculado con el descrito en el párrafo anterior. Si alguno de los puntos de una “reforma integral” no satisface a todos los miembros claves de la coalición quedan dos alternativas: o se vota una “reforma renga” como mencionamos arriba, o no se vota nada.

La tercera posibilidad también se encadena. Si el Poder Ejecutivo no tiene certezas sobre la posibilidad de sacar adelante un proyecto de ley ¿para que se expondría a mandarlo? Promover un proyecto de ley impopular que quedará trunco no parece ser lo más recomendable.

Uruguay va a realizar una reforma de la seguridad social. Es más, en Uruguay va a subir la edad mínima para jubilarse porque es la forma más razonable de dar sostenibilidad al sistema de protección social y a las finanzas públicas. La única pregunta es cuándo sucederá.

Ojalá podamos encaminarlo en el presente período, pero a esta altura me parece relevante despejar el tema a la brevedad. El tiempo y el capital político son recursos finitos y el gobierno sabe que los debe usar con inteligencia. Si no es posible avanzar en una buena reforma de la seguridad social ojalá se inviertan en otras reformas claves que el Uruguay necesita.

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