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Durante los últimos meses, empresarios, académicos, economistas y el sistema político coinciden en algo: la preocupación por la caída sostenida del dólar en Uruguay. Sin embargo, discrepan en el rol que tienen o deberían tener las autoridades frente a esto, en los motivos que explican el descenso y en las implicancias que tiene para la economía uruguaya.
Para algunos economistas las cifras son claras y muestran un desalineamiento cambiario significativo. Para otros, responde más a una percepción de la sociedad de que el dólar a nivel local está en niveles históricamente bajos, principalmente porque la situación está siendo comparada con la realidad económica de Argentina, que está extremadamente barata en comparación con Uruguay.
Sobre este tema y sobre cómo puede hacer Uruguay para mejorar en términos de su competitividad, debatieron en la noche del miércoles los economistas Javier de Haedo (Universidad Católica), Adrián Fernández (Cinve), Gabriela Mordecki (Instituto de Economía) y Mario Bergara (senador del Frente Amplio y expresidente del Banco Central), además del presidente de la Unión de Exportadores, Facundo Márquez, en una conferencia organizada por Convocatoria Seregnista del Frente Amplio.
Según Fernández, si se analiza la evolución del comportamiento que ha tenido el tipo de cambio de real (implica la relación de precios relativos entre los precios de un país y los de sus socios comerciales, considerados en una moneda común), en Uruguay en comparación con Estados Unidos (u otros países extrarregionales), el dólar “debería incrementarse prácticamente más de un 20%” para que el tipo de cambio real se ubique “en el promedio de los últimos 23 años”, según los datos del Banco Central (BCU).
“Ese incremento surge de una cuenta muy simple: porque estamos suponiendo que no se mueven los precios en Uruguay. Pero, es para tener una idea de cómo debería corregirse el tipo de cambio para volver al nivel promedio de los últimos años”, explicó.
Si la comparación se hiciera con los países de la región, principalmente con Argentina y Brasil, “el incremento del tipo de cambio debería ser muy superior” al 23% “para poder volver al equilibrio”, indicó.
Sin embargo, de acuerdo con Fernández, si en lugar de ver los últimos datos del BCU, se considerara una serie de mediciones de 100 años, se constata que más allá de las fluctuaciones puntuales, “el promedio parece ser bastante estable” en ese período extenso.
“Hay un desalineamiento cambiario en el año 2023”, pero este “es menor que el que había en el año 2014”, señaló el economista del Cinve. Lo que ocurre, a su entender es que “hoy se tiene una percepción en Uruguay de que la situación es considerablemente más compleja, grave y más seria” que la de 2014, pero el desalineamiento actual “es menor” al de ese año. La explicación detrás de eso, según Fernández, es la situación “muy complicada” que actualmente existe a nivel regional, la cual en 2014 era “mucho más favorable”.
Por su parte, Mordecki, defendió que el concepto de atraso o adelanto cambiario “debería ser analizado” contra el tipo de cambio real de fundamentos y no contra el promedio histórico.
Si se analiza la situación desde ese punto de partida, Mordecki manifestó que se ve en los datos del BCU que el tipo de cambio real de fundamentos “recién se separa ahora” del indicador que muestra el promedio. “Cae mucho en este último tiempo” el indicador que refleja el promedio, en comparación con el de fundamentos, pero “básicamente estaban bastante en equilibrio”, argumentó Mordecki y enfatizó en la importancia de analizar el tipo de cambio en función de los fundamentos de la economía uruguaya.
“Si las economías crecen, se vuelven más productivas y sus precios relativos también van a aumentar. Eso no es una mala cosa. Por eso no hay que mirar (lo que ocurre con el dólar) contra el promedio histórico si no contra sus fundamentos”, argumentó la economista. No obstante, admitió que eso responde a una visión de largo plazo y por tanto, no resuelve “el problema de si en los últimos dos meses o tres, el tipo de cambio cayó o no”, indicó.
El sector exportador, representado por Márquez, está “en una situación muy complicada” por la caída del dólar, pero también por la inflación. “La gente tiene la idea de que solo nos interesa un tipo de cambio alto” pero “tener una inflación baja por supuesto que es bueno para todos los exportadores”, señaló.
No obstante, cuestionó la política monetaria del BCU y la decisión de las autoridades de priorizar la baja de la inflación por sobre el desempeño del dólar. “¿Cuál es el costo de bajar la inflación? Hasta ahora lo que sabemos es que los únicos que estamos pagando ese costo somos los exportadores”, criticó.
Con esto coincidió, De Haedo, quien dijo que las expectativas de inflación del mercado “no están desancladas” como afirma el BCU, sino que “el que está desanclado” es el propio Central. A su entender, son las expectativas del BCU las que “sí están desancladas” y por eso “se quiere forzar la realidad bajando el tipo de cambio”.
Según De Haedo, las expectativas del mercado han estado históricamente ancladas en 8% y “no pasa nada”, por lo que el “verdadero límite de tolerancia” de la inflación y el techo que “se ha autoimpuesto el sistema político” en Uruguay es una tasa del 10%.
En las expectativas “no hay un cambio sustancial”, la “montaña parió un ratón, tanto lío para tan poco cambio”, criticó el economista.
Posible recesión y un aviso al presidente
Para el economista De Haedo, “es notorio que hay algunos economistas” que sostienen que “hay que bajar la inflación a cualquier costo” aunque eso “normalmente implique una recesión”, hay una idea de que “tiene que doler para que se logre el objetivo”.
Sobre este punto, dijo que “ese es el libreto que está en ejecución” y fue crítico al decir que “sería bueno que alguien se lo dijera al presidente” Luis Lacalle Pou ya que no cree “que esté en su propósito autoinfligirse una recesión” justo antes de la campaña electoral.
“Se rompió el plato chino del tipo de cambio y la inflación”
Una metáfora que solía ser usada por Mario Bergara cuando era presidente del BCU, era la de los “platitos chinos”. Con esa analogía, de mantener girando varios “platos chinos” a la vez, Bergara hacía alusión al desafío de mantener equilibradas las diferentes variables macroeconómicas como por ejemplo las cuentas públicas, la competitividad, el tipo de cambio y la inflación.
Esta vez la metáfora fue usada por el economista De Haedo para cuestionar parte de la gestión macroeconómica del gobierno. “Aquí ya se rompió” el platito chino del tipo de cambio y “ya se rompió también el de la inflación”, porque el objetivo del BCU era tener una inflación de 3,7% para el próximo año “pero el gobierno ya la llevó a 5,8%”, criticó el economista. A su entender, actualmente los objetivos del gobierno son lograr una tasa de inflación menor al 6% y recuperar el salario real “simplemente porque hay que llegar al salario que hubo en cierto momento, pero sin que haya ninguna fundamentación en materia de productividad de que ese salario real sea el que debe ser”, fustigó el economista.
Quien se mostró aún más crítico con el manejo económico del gobierno fue Bergara al decir que hay “un problema cambiario muy importante” y que el “fundamentalismo del mercado no ayuda” en estos casos. Con eso defendió su gestión pasada al frente del BCU cuando la autoridad monetaria intervenía en el mercado de cambios para amortiguar subas o bajas abruptas del dólar. “Para nosotros, intervenir en el mercado cambiario no es una mala palabra”, afirmó y agregó que “el centro del impacto cambiario no está en la política monetaria y las tasas de interés” sino en la intervención.
En este sentido, Bergara manifestó que debido a su tamaño, Uruguay “no puede poner el dólar donde se le ocurra”, sino que debe “acompasar” el movimiento de la divisa a nivel mundial. “Uruguay es un mercadito chiquito que no funciona en forma profunda, no podemos ser fundamentalistas”, remató.
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