crónica histórica

"Uruguay será un país muy especial": la visita de Carlos III a Montevideo en 1999

Inauguró una fábrica, fue a una escuela y conoció el Centenario; según recuerda el expresidente Julio María Sanguinetti, fue una visita "muy protocolar" del entonces príncipe, que mañana será coronado en Londres.

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Visita de Principe Carlos de Inglaterra
Visita de príncipe Carlos de Inglaterra a Uruguay en 1999, con autoridades y el presidente de la República Julio Maria Sanguinetti
Foto: Archivo El País

Por Delfina Milder
"El viento sacudía las banderas e impedía que los fotógrafos desarrollaran su trabajo a satisfacción. Por eso, algunos comenzaron a sujetar los emblemas patrios, hasta que los agentes de seguridad británicos hicieron manifiesto su enojo y exigieron que nadie tocara el pabellón de su país”. Así comienza la crónica de la llegada del entonces príncipe y hoy rey Carlos III publicada en El País el 12 de marzo de 1999.

Se esperaba que el príncipe de Gales llegara a las 15:15 del 11 de marzo de 1999. Y a las 15:15 llegó. Lo hizo en un Boeing 777 proveniente de Argentina, donde había pasado tres días. Puntualidad inglesa.

El expresidente Julio María Sanguinetti recuerda la visita como un suceso muy protocolar, y al actual rey como una persona “muy cordial”. Menciona especialmente la cena en la residencia de Suárez y Reyes y el valor simbólico que tuvo la llegada de Carlos, que mañana será coronado en Londres.

Visita de Principe Carlos de Inglaterra a Uruguay en 1999
Visita de Principe Carlos de Inglaterra a Uruguay, con autoridades de Linpoc Plastics y el presidente de la República Julio Maria Sanguinetti
Foto: Archivo El País

Pero no fue él el primer príncipe en pisar suelo uruguayo. El 14 de agosto de 1925, hace casi 100 años, el príncipe Eduardo llegaba a Uruguay en una visita de tres días. Poco después, en 1936 se convertiría en el rey Eduardo VIII. Sin embargo, su reinado duró poco. Abdicó el 11 de diciembre del mismo año para casarse con la americana Wallis Simpson, cuyo estatus de divorciada generó una crisis institucional.

La visita de tres días de Carlos transcurrió tal como estaba planeado, siempre con “puntualidad inglesa”, dicen los diarios. No como en Argentina, donde “llegaba 10 o 15 minutos tarde a todo”, reza una nota de aquel día. El príncipe fue recibido en el aeropuerto por el canciller Didier Opertti, el embajador de Uruguay en Londres, Agustín Espinosa, y el embajador británico en Montevideo, Andrew Murray.

Las conversaciones que mantuvo con Sanguinetti no fueron precisamente extensas. “Con la monarquía no se puede hablar de política”, recuerda el expresidente a El País 24 años después. No obstante, durante su encuentro privado en la residencia de Suárez y Reyes, Carlos le agradeció “la actitud humanitaria” que Uruguay exhibió durante la guerra de Malvinas.

Visita del Príncipe Carlos a Uruguay en 1999
Visita de principe Carlos de Inglaterra a Uruguay, sale del Instituto Cultural Anglo
Foto: Archivo El País

Ese día, en declaraciones a la prensa, Sanguinetti resaltó que, por una razón “de vecindad”, Uruguay quedó “envuelto en esa situación, y eso requería de pasos que, felizmente, se han venido dando”. En ese contexto, el exmandatario sostuvo que “sin perjuicio de sostener los derechos argentinos sobre Malvinas”, Uruguay “tuvo siempre una actitud humanitaria, especialmente con motivo de la guerra, con los heridos, con los aviones de emergencia”.

El príncipe se hospedó en el hotel Belmont House en la avenida Rivera, en Carrasco. Antes de aterrizar en Montevideo, hubo tres pedidos específicos: que transformaran una de las suites en una cocina, ya que con el príncipe viajaba su chef personal; que quitaran el televisor y el frigobar de su habitación y que las sábanas fueran ciento por ciento algodón. En total, fueron destinadas unas 24 suits para Carlos y su comitiva de 30 personas.

Entre las diversas actividades que tenía en agenda, Carlos cortó junto a Sanguinetti la cinta de la fábrica Linpac Plastics, una planta de embalaje industrial levantada por capitales británicos. También visitó el instituto Anglo y una escuela, la N° 154 en Abayubá, donde por unos minutos esquivó la rigidez protocolar al interactuar con los alumnos.

“Los niños no se mostraron demasiado emocionados con la visita de Carlos, aunque sí contentos de conocerlo personalmente. ‘Es más lindo en la tele y tiene muchas canas’, comentó una de las alumnas, mientras otra rogó ‘que vengan los hijos, ¡yo quiero que venga Harry!’”, dice una crónica de ese día. Al finalizar la recorrida, Carlos admitió que sí, que “hubiera sido mejor” que vinieran sus hijos Harry y William, “para alegría de las chicas”, agrega la nota.

Visita del príncipe Carlos a Uruguay en 1999
Visita de príncipe Carlos de Inglaterra a Uruguay en Escuela 154 de Barrio Peñarol, Montevideo
Foto:Archivo El Pais

El príncipe visitó el Estadio Centenario -parada obligada- con Eugenio Figueredo y Ney Castillo, y se saludó con los jugadores de la Selección. También participó de un partido de polo, el tradicional deporte de la monarquía inglesa.

Sacarle una palabra a Carlos no fue tarea sencilla para los periodistas. De hecho, antes de que llegara, su comitiva había advertido que el príncipe no tendría contacto con la prensa, a la que le era -siempre lo fue- bastante esquivo.

“Que nadie le haga preguntas, él no va a hablar. Él no habla con la prensa”, habían informado los organizadores del viaje. De hecho, los diarios de la época dan cuenta de esa antipatía: “El heredero de la corona británica no pierde oportunidad para demostrar su reticencia al trato con los reporteros”, dice una nota.

Visita del príncipe Carlos de Inglaterra a Uruguay en 1999
Visita del príncipe Carlos de Inglaterra a Uruguay en Est. Centenario, junto a la selección uruguaya
Foto: Archivo El País

De todos modos, la cobertura del sábado -su último día antes de partir a las Malvinas-, narra una escueta declaración que un cronista pudo arrancarle entre los gestos de fastidio de Carlos y la barrera física de los guardias de seguridad.

“Después de esta visita, Uruguay será un país muy especial”, respondió el príncipe a la pregunta de cómo se sentía en el país.

Hace unos días, el director del Instituto Anglo en 1999, Richard Cowley, contó en un video difundido por la Embajada Británica que Carlos “tenía notas” en el discurso que dio antes de irse, pero también “incluyó cosas de las que había hablado durante la visita”, “se daba cuenta, se interesaba y se acordaba”.

intercambio

Durante una cena en Suárez y Reyes, el príncipe repasó los vínculos entre Uruguay y Gran Bretaña. Dijo que luego de las invasiones británicas, las relaciones “florecieron”. Asimismo, expresó su deseo de que la visita al país “dé un nuevo impulso para revivir los vínculos entre ambos países”. Carlos definió a Uruguay como “un país bendito por sus ventajas naturales”. El entonces presidente Julio María Sanguinetti destacó “las viejas historias” que unen a ambas naciones, y aludió al ferrocarril, la electricidad, el gas y el tranvía.

Malvinas

Después de Uruguay, Carlos viajó al destino que más atención suscitaba a la prensa británica -por eso venían con él unos 40 periodistas-: visitó las Islas Malvinas, todavía con la imagen fresca de la guerra con Argentina en 1982.

En Argentina, el príncipe se había reunido con el entonces presidente Carlos Menem, quien en su propio gobierno, nueve años antes, había reanudado las relaciones diplomáticas con el Reino Unido tras el fin del período de Margaret Thatcher como primera ministra.

En una cena que compartieron, el príncipe le dijo a Menem que su “anhelo” era que Argentina respetara “la autonomía de las Islas Malvinas” y a su “pequeña democracia”.

La herida abierta de la guerra hacía que su sola presencia en Argentina despertara rechazo de algunos sectores, y como era previsible, sus dichos generaron roces en la interna del gobierno. Tras la cena, el vicepresidente, Carlos Ruckauf, calificó de “actitud intolerable” el pedido del príncipe. Según crónicas de esa noche, el entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde -rival de Menem en la interna justicialista- se fue antes de la cena y Ruckauf le dio la espalda a Carlos para no saludarlo.

De Argentina, lo que se llevó Carlos fue una camiseta de la Selección obsequiada por Menem.

la coronación

Un rey que deja a los jóvenes indiferentes

Decenas de miles de visitantes llegarán a Londres para el evento, que será seguido por millones de personas en el mundo. Pero los jóvenes británicos no muestran precisamente un entusiasmo desbordante por esta ceremonia que consagrará al rey de 74 años.

“Para nosotros no hay nada de especial, porque no fuimos criados en la idea de que los miembros de la familia real son fantásticos”, explica a AFP Millie Harvey, estudiante de enfermería en Londres.

Según un sondeo de YouGov realizado el 17 de abril, apenas uno de cada cuatro jóvenes de 18 a 24 años (26%) piensa que la monarquía es una cosa buena para Reino Unido, cuando en el conjunto de la población adulta interrogada esa opinión fue compartida por un 53%.

El dato de abril contrasta con el de julio de 2019, cuando el 48% de los jóvenes de 18 a 24 años consideraba positivo el aporte de la realeza al país. El mismo sondeo reveló que un 38% de los jóvenes de 18 a 24 años prefiere tener un jefe de Estado electo. Carlos III tiene, no obstante, algunos argumentos a su favor, como su compromiso de larga data con el medio ambiente, una de las grandes preocupaciones de la Generación Z. [AFP]

Londres se colma de banderas y turistas

A un día de la coronación de Carlos III y Camila, las banderas británicas revisten las calles y comercios de Londres, los retratos del nuevo monarca dominan los escaparates y los más devotos ya han plantado sus tiendas de campaña en The Mall, la avenida que va del Palacio de Buckingham hasta la plaza de Trafalgar.

Ahora flanqueado por banderas Union Jack y de países de la Commonwealth, este emblemático paseo de pavimento rosado es una de las posiciones más codiciadas para aquellos que quieran admirar a los reyes, puesto que por allí iniciarán su trayecto hacia la Abadía de Westminster (ida y vuelta), obligando a las masas a agolparse en dos escuetos kilómetros en lugar de los ocho de Isabel II en 1953.

La recta final de los preparativos va más allá del epicentro de la Abadía de Westminster, donde se celebrará la coronación ante 2.200 invitados -6.000 menos que en la de Isabel II-.

Ya no queda rincón en la capital donde no se haga referencia a la cita, ya sea porque en el menú se promociona la quiche especial de coronación (de espinacas, habas y estragón) o porque en el supermercado hay unas galletas de manteca para la ocasión. [EFE]

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