PERFIL
Meloni ocupará la presidencia del gobierno de derechas, coaligada con Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, tras lograr una mayoría abrumadora.
Giorgia Meloni, líder del partido de ultraderecha Hermanos de Italia, que ha sido el partido más votado en las elecciones de ayer domingo, ocupará la presidencia del Gobierno de derechas, coaligada con Matteo Salvini y Silvio Berlusconi, tras lograr una mayoría abrumadora. Es la primera vez en la historia de Italia que una mujer ocupa este cargo.
Con apenas 15 años, Giorgia Meloni llamaba a la puerta del Frente de la Juventud, los cachorros del postfascismo italiano. Aquella muchacha menuda y de mirada severa emprendía una carrera consagrada exclusivamente a la política que ahora la ha llevado a lo más alto.
Si hay un punto de inflexión en la larga carrera política de Meloni (Roma, 1977) ese fue en octubre de 2019, cuando ante miles de personas en la plaza de San Juan de Roma, feudo sindical, proclamó: "Soy Giorgia, soy mujer, madre, italiana y cristiana y no me lo quitarán", en ataque directo a la legislación homosexual.
Dos muchachos tomaron su discurso, la mezclaron con música electrónica y, sin quererlo, la elevaron a icono pop. Toda Italia bailaba y difundía aquel tema pegadizo.
Sus rivales, sostiene, son los "burócratas" de Bruselas, el colectivo LGBT o la "izquierda de salón", mientras admira a la Rusia de Vladimir Putin por compartir el "sistema de valores europeos, defender el cristianismo y combatir el fundamentalismo islámico", aunque promete "lealtad" a Occidente.
Su ideario lo aclaró para siempre en un acto electoral de Vox en Marbella (sur de España), cuando se presentó al mundo: "No hay mediaciones posibles, se dice sí o no. Sí a la familia natural, no al lobby LGBT; sí a la identidad sexual, no a la ideología de género; sí a la cultura de la vida, no al abismo de la muerte; sí a la universalidad de la cruz, no a la violencia islámica; sí a fronteras seguras, no a la inmigración masiva".
Una infancia entre mujeres
Pero la vida de la "reina" de la ultraderecha comenzó marcada por el sello del abandono. Su madre, Anna, tuvo que criarla sola, junto a su adorada hermana mayor, Arianna, después de que su padre las desamparara marchándose a las Islas Canarias.
La suya era "una familia herida", una madre y dos niñas bajo el techo de un apartamento de la Roma "bien" que un día salió ardiendo por una vela que las hermanas dejaron encendida en su habitación.
"Nos vimos en la calle", recuerda. Su madre logró vender lo que quedaba de la vivienda y mudarse al barrio obrero de Garbatella, donde entró en contacto con la política, a la que dedicaría su existencia.
Con 15 años llamó a la puerta del Frente de la Juventud, la organización juvenil del antiguo Movimiento Social Italiano (MSI), fundado por los últimos fascistas.
La muchacha, siempre contraria a celebrar el Día de la Liberación del nazifascismo por verlo "divisivo", inauguraba su militancia en el verano de 1992 mientras la Primera República colapsaba bajo el peso de la corrupción y las bombas de la mafia.
En 1996, cuatro años después, la joven, ya conocida por su dureza dialéctica, se alzaba como líder nacional de "Azione Studentesca", el movimiento juvenil de Alianza Nacional, nuevo rostro del MSI, con la que fue elegida consejera provincial en Roma.
Su ascenso fue meteórico, pasando por encima de todos los hombres, hasta que con 29 años llegó a la Cámara de Diputados, de la que fue vicepresidenta hasta 2008, cuando fue nombrada ministra de Juventud por Berlusconi.
El auge de esta mujer coincide con su presidencia, desde 2014, de Hermanos de Italia, nuevos herederos del MSI, con los que ha logrado conquistar el país.
En 2016 intentó ser alcaldesa de Roma, sin éxito, pero obtuvo gran popularidad haciendo campaña embarazada de su única hija.
Desde entonces su protagonismo no ha hecho más que aumentar (en las elecciones de 2018 obtuvo un triste 4 %). Su éxito deriva de la explotación del descontento de la pandemia y su papel como única oposición a la difunta coalición de unidad nacional de Mario Draghi.
En este tiempo ha trascendido las fronteras como simpatizante del ultranacionalista húngaro Viktor Orban o presidiendo el Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos, el de la española Vox.