Movimientos y organizaciones de la oposición nicaragüense en el exilio afirmaron ayer sábado que la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro (1990-1997) será recordada como una figura trascendental en la historia de su país por dejar como legado la pacificación y reconciliación de una nación devastada por la guerra civil de la década de 1980.
Barrios de Chamorro, la primera jefa de Estado elegida democráticamente en América y la mujer que derrotó en las urnas a Daniel Ortega en 1990, falleció este sábado a los 95 años en San José, Costa Rica, a donde se había trasladado hace casi dos años para estar bajo el cuidado de su familia y especialistas, informaron sus hijos.
“Doña Violeta será recordada como una figura trascendental en la historia de Nicaragua. Asumió la presidencia en un momento crítico, logrando con su compromiso democrático y su visión poner fin a años de conflicto y polarización que habían desangrado a nuestra nación”, argumentó la opositora Unión Democrática Renovadora (Unamos) en un mensaje.
“Su memoria y su invaluable contribución a la paz perdurarán por siempre en el corazón de nuestra nación”, valoró Unamos, un movimiento integrado por disidentes desnacionalizados, entre otros opositores. Por su lado, el dirigente opositor nicaragüense desnacionalizado Félix Maradiaga dijo en un mensaje que Chamorro es una “madre ejemplar y símbolo de la transición democrática que condujo a nuestro país de la guerra a la paz”.
“Doña Violeta no solo gobernó con dignidad en tiempos difíciles, sino que también dedicó gran parte de su vida a la defensa de la libertad de expresión, entregando su esfuerzo y compromiso a La Prensa, bastión del periodismo independiente en Nicaragua”, anotó Maradiaga, para quien la exmandataria sirvió con fe, humildad y firmeza a su país.
En tanto, las organizaciones que conforman la Plataforma de Unidad por la Democracia (Pude) lamentaron “con profundo dolor” el fallecimiento de la exmandataria, para quienes “su partida representa una pérdida irreparable para la democracia nicaragüense y continental, marcando el fin de una era donde Nicaragua conoció el verdadero significado de la libertad”.
“Doña Violeta encarnó los más altos valores democráticos. Su gobierno demostró que era posible dirigir un país dividido sin recurrir al autoritarismo ni a la violencia, ofreciendo un modelo de liderazgo basado en la reconciliación”, apuntó Pude. Para Pude, el fallecimiento de Chamorro “en el exilio debe servir como llamado urgente a la comunidad internacional sobre la necesidad impostergable de restaurar la democracia en Nicaragua”.
La comunidad regional también se pronunció, en especial presidentes, expresidentes y líderes defensores de la democracia.
Su historia
“Doña Violeta”, como le llamaban los nicaragüenses, murió en Costa Rica tras una larga enfermedad, por complicaciones del Alzheimer y una embolia cerebral que sufrió en diciembre de 2018.
Alejada de la vida pública desde hace dos décadas, había sido trasladada de Managua a San José en octubre de 2023 para estar cerca de sus hijos, tres de los cuatro desterrados de Nicaragua por oponerse al presidente Daniel Ortega.
Ortega, a quien ella venció en las urnas, gobierna desde hace 17 años, es un autócrata que aniquiló la tolerancia, libertades e independencia de poderes, que “Doña Violeta” había conseguido.
Era la viuda del periodista Pedro Joaquín Chamorro, miembro de una de las familias más prominentes de Nicaragua que siendo dueño y director del diario La Prensa fue asesinado en enero de 1978 por su oposición al dictador Anastasio Somoza. La muerte de su esposo empujó a Violeta Chamorro, como también se le conoce, a la dirección de La Prensa y luego a la política.
Cuando triunfó la insurrección liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en julio de 1979, integró la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, entre cuyos cinco miembros estaba Ortega. Ella, la única mujer.
Pero en 1980 renunció a la Junta, disconforme con la deriva socialista de la revolución y la influencia de Cuba, volvió a dirigir el diario y ganó protagonismo como opositora a los sandinistas, que en esa década enfrentaban a la guerrilla “contra” financiada por Washington. Contra todo pronóstico, ganó las elecciones de febrero de 1990 postulada por la UNO, una coalición de 14 partidos que con apoyo de Washington derrotó a Ortega, quien gobernaba solo desde hacía cinco años y buscaba la reelección.
Vestida de blanco y en silla de ruedas por una lesión de rodilla, en la campaña electoral ganó la confianza de los nicaragüenses con palabras sencillas “propias de un ama de casa y de una madre”, relató en sus memorias “Sueños del corazón”. A sus 60 años, recibió un país dividido y en bancarrota. “Cuando asumí la Presidencia sentí una gran angustia en mi corazón”, agregó.
Abolió el servicio militar obligatorio, concluyó el desarme de 20.000 guerrilleros contras, y redujo al entonces Ejército Popular Sandinista de 85.000 a 15.000 soldados. Fortaleció la institucionalidad y la libertad de prensa. Su gobierno abrió el país al libre mercado y adoptó un plan de austeridad fiscal y privatización, que provocaron huelgas masivas. Los sandinistas la acusaban de haber anulado los avances sociales de la revolución.
Derrotar a Daniel Ortega
“En la cultura machista de mi país, eran pocos los que creían que yo, en mi condición de mujer y además inválida, tuviera la fortaleza, energía y voluntad para derrotar” a (Daniel) Ortega, pero “si el muro de Berlín había caído, ¿por qué no los sandinistas?”, escribió Violeta Chamorro en sus memorias tituladas “Sueños del corazón.
EFE, AFP/ San José
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