Hasta no hace mucho tiempo, cuando hablábamos de “grieta” política nos referíamos casi exclusivamente a Argentina, por la gran división en la que había caído ese país llevado por las peleas entre sus líderes. La imagen más clara de esa “grieta” en el Río de la Plata fue el incómodo saludo de Cristina Kirchner a Mauricio Macri en el acto de transición el 10 de diciembre de 2019 en el Congreso. La líder kirchnerista apenas le estiró la mano al tiempo que desviaba la mirada hacia otro lado.
Hoy los argentinos han perdido esa exclusividad. La “grieta” política extrema se ha extendido en la región, y llegó hasta a Estados Unidos en estos tiempos de Donald Trump. El mundo fue testigo en vivo y en directo cuando en febrero de 2020, en el primer mandato de Trump, el presidente republicano le negó el saludo a la líder demócrata en el Congreso, Nancy Pelosi, y ella rompió en varios pedazos el discurso sobre el Estado de la Unión que pronunció del mandatario.
Estos casos en Argentina y Estados Unidos son solo dos ejemplos de la “grieta” que ha impregnado a algunos políticos, sin importar si se identifican como de izquierda o de derecha, o en cualquiera de los casilleros de los extremos del abanico ideológico.
Ayer lunes, a partir de la muerte del senador y precandidato colombiano Miguel Uribe Turbay, la “grieta” volvió a reflejarse. Se esperaría que todo demócrata lamentara el asesinato de un político que fue baleado mientras defendía sus ideas en un acto electoral pacífico, sin importar su ideología.
Gobiernos y sectores políticos democráticos de la región alzaron sus voces, no solo lamentando la muerte Uribe Turbay, sino condenado la violencia política.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, ideológicamente muy lejos de Uribe Turbay, fue sincero en su mensaje al país. “Nos duele la muerte de Miguel, como si fuera de los nuestros. Es una derrota. Cada vez que cae un colombiano asesinado, es una derrota de Colombia y de la vida”, expresó Petro en su cuenta de X.
Sin embargo, hubo otros gobiernos de América Latina, que bien se pueden identificar con Petro y que son muy diligentes en otro tipo de pronunciamientos, que hicieron como si nada hubiera pasado. Tal vez porque, como dijo el presidente colombiano, no cayó uno “de los nuestros”. O simplemente porque no son democráticos.
Ayer lunes hubo silencio oficial en Cuba, Nicaragua y Venezuela. Triste, muy triste.