La batalla por el control de la Corte
Pese a la acusación, Kavanaugh jura inocencia y anuncia que no bajará su candidatura.
Ella con la voz quebrada, él con lágrimas en los ojos. Los testimonios de Christine Blasey Ford y Brett Kavanaugh, ayer jueves en un comité del Senado de Estados Unidos, fueron seguidos por millones de personas alrededor del mundo. Ford, profesora universitaria de 51 años, acusa a Kavanaugh, juez de 53 años y candidato del presidente Donald Trump a la Corte Suprema de Justicia, de agresión sexual cuando ambos eran estudiantes a principios de la década de 1980 en una secundaria de Maryland.
El caso se ha convertido en uno de los emblemas del movimiento feminista #MeToo, y se coló en la campaña electoral para las legislativas de noviembre próximo. Otras dos mujeres también acusan a Kavanaugh, pero el futuro del juez dependía de cómo le fuera ayer en el comité del Senado.
Ambos comparecieron con diferencia de algunos minutos y nunca se cruzaron en los pasillos del Senado.
Desesperado por salvar su carrera judicial, Kavanaugh negó con lágrimas la acusación de agresión sexual y adelantó que no retirará su candidatura a la Corte. "Juro hoy, bajo juramento, ante el Senado y el país, ante mi familia y Dios: soy inocente de esta acusación", afirmó Kavanaugh.
Calificándose como víctima de "un grotesco y obvio asesinato de imagen", Kavanaugh soltó lágrimas, especialmente cuando habló de su hija y de amigas que lo apoyaron.
"Yo no voy a dejarme intimidar y renunciar a este proceso", dijo el juez. "Mi familia y mi nombre han sido destruidos de una forma total y permanente por estas acusaciones falsas y despiadadas", agregó.
El juez llegó al Capitolio de la mano de su esposa. En la audiencia dijo que el proceso de confirmación de su venia para la Corte se había convertido en una "vergüenza nacional".
El magistrado cuestionó además cómo se gestionan acusaciones de abuso sexual, aunque precisó que deben tomarse en serio. "Si todo americano que tomó cervezas es acusado de abuso sexual y es presumiblemente culpable, estamos en un terreno horrible", afirmó.
Por su lado, Ford, profesora de psicología en la Universidad de Palo Alto en California, dijo durante cuatro horas de testimonio que Kavanaugh, ebrio, la atacó e intentó quitarle la ropa en una fiesta de adolescentes en Maryland cuando él tenía 17 años y ella tenía 15 en 1982.
"¿Con qué grado de certeza cree que Brett Kavanaugh la agredió?", le preguntó el senador demócrata Richard Durbin. "Cien por ciento. De la misma forma que estoy segura de que estoy hablando con usted ahora", respondió ella.
"Creía que me iba a violar. Grité. Cuando lo hice, Brett me tapó la boca con la mano. Era difícil respirar. Y pensé que Brett me iba a matar accidentalmente", narró con la voz quebrada y visiblemente afectada.
Ford enumeró los detalles de aquella noche en una declaración ya preparada y leída con silencios intercalados, mientras luchaba contra las lágrimas.
Ford compareció ante la comisión luciendo un traje azul marino y lentes que permitían ver sus ojos, que traslucían nerviosismo a medida que avanzaba el interrogatorio. La estremecedora comparecencia de la mujer, que duró cuatro horas, fue transmitida en directo por televisión, y hasta Trump siguió el testimonio desde el Air Force One de vuelta a Washington desde Nueva York.
"Los detalles de esa noche (...) han quedado grabados en mi memoria y me han atormentado por momentos en mi vida adulta", dijo Ford.
Hace dos semanas, Kavanaugh parecía encaminado a obtener el visto bueno del Senado para entrar en la Corte. Para Trump, colocar a un juez conservador en un cargo vitalicio sellaría su objetivo de dejar en minoría a los jueces progresistas durante años.
Pero desde que Ford salió a la luz con su testimonio, otras dos mujeres la siguieron. Deborah Ramirez, una compañera de Kavanaugh en la Universidad de Yale, lo acusa de haberle frotado el pene en la cara, y Julie Swetnick dijo que fue testigo de abusos cometidos por el juez en su juventud.
"Vi a Brett Kavanaugh beber excesivamente en muchas de estas fiestas y lanzarse en conductas de abuso y comportamientos agresivos hacia las chicas, incluyendo tocamientos", dijo Swetnick en el comunicado difundido por su abogado, Michael Avenatti, quien también defendió a la actriz porno Stormy Daniels en su litigio contra Trump.
Swetnick denunció además que fue víctima de una violación colectiva en 1982 en una fiesta en la que el juez estaba.
Hasta ahora Trump ha mantenido su apoyo al juez, pero el miércoles, por primera vez emergió una sombra de duda y el presidente dijo que podría "cambiar de opinión".
El senador demócrata Richard Blumenthal le dijo a Ford que consideraba que su testimonio era "potente y creíble". "Yo le creo", afirmó. Por el bando republicano, el senador Lindsey Graham aseguró que esto no parecía una entrevista sino un infierno. "Les digo a mis correligionarios republicanos, si ustedes votan no, van a estar legitimando la cosa más despreciable que he visto en toda mi vida en la política", agregó Graham.
El candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro encuentra una trinchera de resistencia en las mujeres brasileñas, que pueden inclinar la balanza en su contra y hacerle pagar un historial de comentarios misóginos.
La consigna es simple: "Él No, Él Nunca" (#EleNão, #EleNunca). Comenzó con un grupo en Facebook bautizado "Mujeres unidas contra Bolsonaro", contra "el machismo, la misoginia y los prejuicios", y en pocas semanas reunió más de tres millones de integrantes.
Bajo la consigna #EleNão, miles de mujeres ya confirmaron su presencia en protestas convocadas para mañana sábado en más de 70 ciudades de Brasil y en una decena de países, desde Argentina hasta Portugal, Estados Unidos, Holanda o Reino Unido.
Un frente inesperado para oponerse al excapitán del Ejército, de 63 años, que lidera las encuestas para la primera vuelta del 7 de octubre.
"No se trata de decir por quién votar. Estamos unidas en torno a una cuestión: él no", explicó Linnesh Ramos, integrante del colectivo feminista Juntas!. Bolsonaro "representa una política que va contra todos los derechos conquistados a lo largo de la historia", añade.
Bolsonaro se ganó gran parte de su fama con frases misóginas y homofóbicas, su nostalgia de la dictadura militar (1964-1985) y un discurso contrario a la que considera "ideología de género". AFP