CRISIS MIGRATORIA ENTRE ESPAÑA Y MARRUECOS
Devuelven a Marruecos en grupos a los que entraron ilegalmente; otros jóvenes siguen intentando cruzar pese al cierre de la frontera por parte de la policía marroquí.
En la ciudad de Ceuta vuelve poco a poco la calma tras la avalancha de inmigrantes de este lunes y martes, aunque siguen llegando jóvenes intentando ingresar a territorio español desde Marruecos, pese al cierre de la frontera por parte de la policía marroquí. El Ejército español sigue desplegado en la zona.
Muchos de los que cruzaron a Ceuta son menores de edad.
El presidente español, el socialista Pedro Sánchez, aseguró ayer miércoles que esta crisis no es migratoria, sino “de otro tipo”. Fuentes del Ejecutivo español precisaron que ha consistido realmente en “un asalto” a las fronteras españolas.
Antes de que las autoridades marroquíes cerraran los accesos hacia Ceuta, entre 8.000 y 9.000 personas habían cruzado a esa ciudad autónoma española, de las que unas 5.600 ya han sido devueltas.
Esas devoluciones y el restablecimiento de los controles redujeron la tensión.
“Ni hemos provocado esta escalada, ni la queremos alimentar, ni la vamos a alimentar, hay que reconducir esta situación”, aseguró ayer la ministra de Relaciones Exteriores de España, Arancha González Laya.
El Ejecutivo español no reconoce como único detonante de la oleada de inmigrantes de estos días la presencia en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, hospitalizado en la ciudad de Logroño enfermo de coronavirus.
Apunta a otros motivos, como el miedo que puede tener Marruecos a que haya un cambio de actitud sobre el Sahara Occidental por parte de la nueva administración estadounidense de Joe Biden o que sea un aviso preventivo a Europa por la posición que puede mantener también ante este asunto.
"Estamos destrozados".
Aunque miles de los retornos a Marruecos han sido, según el Ministerio del Interior español, “rechazos en frontera”, el eufemismo utilizado para las devoluciones en caliente, otros cientos -cerca de 1.000 según fuentes militares en el terreno-, han emprendido la vuelta voluntariamente.
“No hay mayor disuasión para los que quieren aún entrar que ver a tanta gente volviendo”, apunta una fuente de los cuerpos de seguridad.

Los jóvenes se lanzaron al mar entre el lunes y el martes con poco más que su teléfono y unos cuantos dirhams en una bolsa. Bordearon el espigón que separa Marruecos de España y pasaron horas deambulando por la calle de Ceuta. Tras uno o dos días al raso, algunos sin comer, han decidido que el viaje se ha acabado. En la cola que organizan los militares para ordenar su salida, se repiten las mismas frases: “En Marruecos no hay nada”, “vine aquí para buscarme la vida, pero tampoco hay nada”, “intenté llegar a la Península, pero no lo conseguí”.
Samira Ajbar, de 17 años, bordeó el espigón junto a decenas jóvenes de su barrio la noche del domingo. Lo hizo tranquilamente. No lo pensó mucho, todos sus amigos se iban y ella se apuntó. “En Marruecos no hay nada, estamos destrozados”, cuenta en la cola antes de acceder al puesto fronterizo. Creía que al llegar a Ceuta como menor podría quedarse en un centro de protección, pero tras tres días deambulando vio que no. “Está todo lleno. Intentaron engañarnos diciendo que podríamos ir al CETI (el Centro de Estancia Temporal para Inmigrantes), pero no nos dejaron entrar”, afirma. Tras dos noches durmiendo al raso con sus amigos en los alrededores del puerto, vuelve a Fnideq (Castillejos).
El grupo de militares que custodia el acceso ordena salidas de 20 en 20, prácticamente sin parar. La mayoría jóvenes, pero también niños de unos 12 años y familias enteras. Los militares son ceutíes y hablan dariya ?árabe dialectal marroquí? con los jóvenes que se acercan tranquilamente a la frontera con algunas bolsas con ropa y comida. Entre los que se colaron a nado aparecen también mujeres con maletas, trabajadoras transfronterizas que se vieron atrapadas en la ciudad tras el cierre del paso en marzo del año pasado y que, con esta apertura extraordinaria, han visto la oportunidad de volver a sus casas.