Ya había empezado a oscurecer. Eran las 18 del 20 de mayo pasado. Mientras los peritos de la Unidad Criminalística Móvil (UCM) terminaban de levantar las 151 piezas óseas, el personal de la Comisaría Vecinal 12C que había llegado a la avenida Congreso al 3748, en el barrio argentino Coghlan, tras una llamada al número de emergencias 911, se entrevistó con una de las personas que estaba en la propiedad lindera. "Tiempo atrás, en el lugar había una iglesia llamada Santa María", dijo una mujer llamada Ingrid Graf.
Así consta en el parte que los uniformados labraron con las incidencias ocurridas en el lugar del hallazgo, informaron al medio argentino La Nación calificadas fuentes al tanto de la actuación policial.
Quizá pensaba o quería dar a entender que los huesos podían ser de una persona enterrada en la época en que funcionaba el templo y antes de que su familia se instalara en la propiedad que aún hoy habitan los Graf.
Es cierto que el inmueble situado en la avenida Congreso 3742 fue la primera sede de la parroquia de Santa María de los Ángeles, una obra de la Congregación Capuchina, que hoy funciona en Rómulo Naón al 3200, a tan solo 400 metros de distancia. Pero los huesos no habían sido enterrados en la época en que funcionaba la iglesia.
Cuando los restos óseos fueron puestos bajo tierra, en el lugar, ya vivía la familia Graf: el matrimonio, integrado por Federico Graf y Susana Elena Grassle, y sus hijos: Norberto Cristian e Ingrid, que hoy tienen 58 y 60 años, respectivamente.
El hermano de Ingrid, Norberto Cristian, acaba de ser imputado por los delitos de “encubrimiento agravado” y “supresión de evidencia”. Además, el Ministerio Público Fiscal (MPF) solicitó que sea citado a prestar declaración indagatoria.
Ingrid, después del hallazgo, declaró en sede policial. Contó que vive en la provincia de Chubut, pero en ese momento estaba en la ciudad de Buenos Aires para acompañar y cuidar a su madre, que había sido intervenida quirúrgicamente. No hizo referencia a la antigua iglesia.
"Respecto del hecho, refirió que el 20 de mayo, alrededor de las 14, le tocaron el timbre del inmueble y un hombre que se presentó como arquitecto de la obra lindera le manifestó que habían encontrado huesos en la división de la medianera. Acto seguido, llamó al 911 y arribó personal policial. Explicó que, en la división de ambos terrenos, existía un tejido de alambre con ligustrina de aproximadamente diez metros de largo por dos metros de alto y que, antes del inicio de la obra, su madre había autorizado la construcción de un paredón”, según consta en el expediente judicial.
Tras un trabajo hecho por peritos de Equipo de Argentino de Antropología Forense (EAAF) se pudo determinar que los huesos correspondía a una persona de sexo masculino de entre 16 y 19 años y que presentaba una herida punzocortante a la altura de la cuarta costilla derecha. También tenía lesiones en los miembros superiores e inferiores, compatibles con un intento de desmembramiento y que databan de, aproximadamente, cuatro décadas.
Por Gabriel di Nicola de La Nación/GDA