LA COMPLEJA POLÍTICA RUSA

El presunto envenenamiento del líder opositor ruso Alexei Navalny (44) despertó de nuevo las sospechas sobre el presidente Vladimir Putir y sus servicios de inteligencia de estar detrás de la eliminación de disidentes.

Navalny estaba noche internado en estado grave en un hospital siberiano. Si se confirma, sería el más reciente de una larga serie de envenenamientos de personas que han caído en desgracia con el Kremlin.

El líder opositor comenzó a sentirse mal en un avión con destino a Moscú el jueves por la mañana, después de tomar té en una cafetería del aeropuerto en la ciudad siberiana de Tomsk. Su estado se agravó tanto que el avión hizo un aterrizaje de emergencia en la ciudad de Omsk, camino a Moscú.

Kira Yarmysh, su portavoz, dijo que estaba en cuidados intensivos en un estado grave pero estable, y con un respirador artificial en un hospital de Omsk, a unos 2.200 kilómetros al este de la capital rusa. “Suponemos que Alexei fue envenenado con algo mezclado en su té. Era lo único que bebía por la mañana”, dijo Yarmysh.

El Fondo de Lucha contra la Corrupción, que Navalny dirige, reclamó una investigación por intento de asesinato.

Según un comunicado de la compañía aérea S7, en uno de cuyos aviones viajaba el opositor, este no consumió alimentos ni bebidas a bordo.

El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que cualquier envenenamiento tendría que ser confirmado por pruebas de laboratorio; además, le deseó a Navalny una pronta recuperación.

Los médicos dieron información contradictoria sobre el estado de Navalny, diciendo que se había estabilizado y que estaba en coma, pero también que todavía su vida estaba amenazada y que estaban trabajando para salvarlo.

Los médicos del hospital también se negaban a darle el alta para que pudiera ser trasladado a Europa para recibir tratamiento de emergencia. Alemania y Francia se ofrecieron para recibir a Navalny a fin de darle atención médica. Un avión ambulancia se disponía anoche viajar a Alemania para recoger a Navalny, según la fundación Cinema for Peace, que tiene su sede en Berlín.

Pavel Lebedev, un pasajero que iba en el avión de Navalny, publicó en redes sociales un relato de lo que vio. “Al principio del vuelo fue al baño y no volvió. Empezó a sentirse muy mal. Les costó devolverlo a su asiento mientras gritaba de dolor”.

Imágenes en redes sociales de otro pasajero mostraron a Navalny inmóvil siendo trasladado en camilla hasta una ambulancia.

Yarmysh recordó que hace un año, cuando se encontraba recluido en un centro de detención, Navalny fue envenenado, y añadió: “Obviamente, ahora le hicieron lo mismo”.

En esa ocasión el diagnóstico oficial fue “alergia”, lo que fue puesto en duda por los médicos de Navalny y los correligionarios del político, que con sus denuncias de corrupción entre altos cargos y el entorno de presidente, Vladímir Putin, se ha convertido en el azote del Kremlin,

“Canallas, bestias. Otra vez ‘alergia’”, escribió en Twitter Anastasía Vasílieva, líder del sindicato Alianza de Médicos, que viajó a Omsk para conocer de primera mano el estado de Navalny.

El subdirector del Hospital de Urgencias Nº 1 de Omsk, Nikolái Kalinichenko, precisó que el estado del paciente es estable y descartó que haya sufrido una hemorragia celebrar, un infarto de miocardio o una infección por COVID-19. Previamente, aseguró que no hay seguridad de que el estado de Navalny haya sido provocado por un envenenamiento, aunque éste “desde luego, se examina como una de las posibles causas”.

Según Yarmysh, las “respuesta elusivas” de los médicos sobre las causas de estado de Navalny, así como la presencia numerosa de policías de distintos servicios, “confirman que ha sido envenenado”.

El alto representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, expresó su preocupación por el estado de salud de Navalny y pidió, en caso de que se confirmen las sospechas de que fue envenenado, que los responsables rindan cuentas.

Abogado y aguerrido luchador contra la corrupción de las élites en Rusia y carismático orador, Alexéi Navalny se ha impuesto como el principal opositor a Vladimir Putin, a pesar de las numerosas detenciones y los ataques contra su salud.

Ignorado por los medios nacionales, sin representación en el Parlamento y sin la posibilidad de presentarse como candidato a raíz de una condena por fraude fiscal que él denuncia como política, resiste a pesar de todo como la voz más potente de la oposición rusa.

Sus emisiones difundidas en YouTube -donde tiene más de cuatro millones de seguidores- son muy populares, así como sus investigaciones sobre la corrupción.

Navalny ganó notoriedad en las elecciones legislativas de diciembre de 2011, que generaron una ola de protestas y en las que destacó por su carisma y por la virulencia de sus ataques contra el Kremlin.

“Me dedico a la política desde hace mucho tiempo, a menudo me arrestan (...), es parte de la vida”, relativiza.

“Hago el trabajo que prefiero, la gente me apoya, tengo muchos simpatizantes. ¿Qué puede hacer más feliz a un hombre?”.