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A diez años de la muerte de Hugo Chávez en Venezuela

El sector privado fue llevado a un mínimo y Pdvsa bajó tremendamente su producción.

Retrato de Hugo Chávez entre la multitud venezolana
Retrato de Hugo Chávez entre la multitud venezolana.
Foto: AFP

Por Fabiana Culshaw
El día 5 de marzo de 2013, con uno de los choferes del diario El Mundo Economía y Negocios de Venezuela (que mantenía una línea editorial independiente hasta su venta al gobierno más adelante ese mismo año), habíamos ido a realizar unas entrevistas a Valencia, ciudad a un par de horas de Caracas.

Las empresas privadas estaban siendo expropiadas o acorraladas, y algunos de sus directivos querían hablar con la prensa off the record, con la falta esperanza de que eso podría frenar los tentáculos del gobierno.

Al regreso de Valencia, el chofer me dejaría en mi casa; sin embargo las noticias en la radio del auto nos dejaron sin palabras y, sin consultarme, fuimos directamente a la redacción. Dimos sobrentendido que tenía que ser así. Allí estaban nuestros colegas, llegando de a poco, y todos quedamos al servicio de la sección Actualidad. ¿La razón? El presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el comandante Hugo Chávez Frías, había fallecido.

Se sabía de su enfermedad, se sabía que le había indicado al pueblo que quería que su sucesor político fuera Nicolás Maduro, se sabía que había estado en Cuba cercano a sus últimos momentos. Pero nadie creía lo que estaba pasando.

En la habitualmente agitada Caracas, esa noche las calles quedaron vacías, mudas, nadie había salido -o quizás todos habían entrado a sus casas- para tratar de asimilar que los líderes también mueren.

La capilla ardiente estuvo desbordada por miles de personas, tanto seguidores como detractores, durante días y días, y dignatarios de los más diversos países asistieron a las exequias fúnebres, incluyendo al entonces mandatario de Uruguay, José Mujica.

Prácticamente no dormimos por la cobertura. El termómetro se jugaba en las calles, la incertidumbre era fuerte, pero los defensores del “proyecto revolucionario del socialismo del siglo XXI” se mostraron fuertes.

Desde ese momento, toda campaña oficialista se acompaña de “los ojos de Chávez”, que son unas enormes carteles que visten los edificios con la imagen de la inconfundible mirada del líder, como vigilando la continuidad de su proyecto. “La revolución bolivariana por encima de todo”, solía decir “el comandante”, como se le llamaba dentro de sus filas.

La mirada de Chávez, que acompañó a los chavistas a sobrellevar el duelo y les recordaba la fidelidad que debían mantener a la “revolución”, fue sentida persecutoria para quienes querían librarse del “pensamiento único”.

Durante gran parte del gobierno de Chávez, los venezolanos disfrutaron en mayor o menor medida de la renta petrolera (personas de sectores humildes dejaron sus trabajos para poder recibir la ayuda social, que era mayor al sueldo mínimo). Pero posteriormente, cuando las arcas se desviaron y agotaron, el hambre pegó fuerte; una crisis agravada por el derrumbe de los precios internacionales del petróleo.

En los inicios de su mandato, la plana mayor de Pdvsa, la principal industria del país, fue despedida por el propio Chávez, por televisión en vivo y en directo. El mandatario iba leyendo los nombres de los gerentes y al final de cada mención, decía con fuerza: “Despedido”, haciendo sonar un pito cual réferi con tarjeta roja. Todo un show ante las cámaras, con visos surrealistas.

Chávez justificó esa decisión alegando que Pdvsa era una “caja negra” y que había que hacer transparentes sus finanzas. Luego de diez años, sus detractores señalan que la petrolera pasó a ser una “caja vacía”, por su producción tremendamente disminuida.

Desde 2005 Chávez pisó el acelerador en su orden, a través de decretos (aunque siempre con la Constitución en la mano), de tomar latifundios o tierras improductivas. Ya en 2011 habían expropiado unos 3 millones de hectáreas para intentar impulsar la producción agrícola, que quedaron en nada.

En 2008 y 2009 estatizó las cafeteras del país y nacionalizó una planta arrocera de Cargill. Al año siguiente, ordenó ocupar la cadena minorista Éxito, filial de francesa Casino, finalmente comprada. Otra de las expropiaciones que aún se recuerda fue a la filial de la estadounidense Owen Illinois, proveedora de envases de Empresas Polar, la mayor productora de alimentos del país.

Exxon Mobil y ConocoPhillips se fueron de Venezuela y abrieron procesos de arbitraje contra el Estado por incumplimiento de contratos. Otras compañías siguieron un camino similar. En el sector bancario, el gobierno compró el Banco de Venezuela al Grupo español Santander en 2009. Y prosiguió interviniendo más de diez instituciones financieras en solo dos años, por detectar “irregularidades en sus operaciones”, según sus voceros.

Podríamos seguir enumerando la avanzada contra el sector privado que llegó a su mínima expresión. Estuvimos años haciendo este tipo de relevamientos en el periódico, hasta que la prensa también cayó en la lista de empresas compradas, intervenidas o expropiadas por el gobierno chavista-madurista.

El oficialismo pecó de excesivo, aferrado, persistente en el uso de la figura del líder como símbolo, y sobre todo perpetuado en el poder. Grandes debates se levantan ahora sobre el éxodo del pueblo.

Desde el viernes, los herederos políticos de Chávez están conmemorando su muerte, su carisma que atravesó fronteras y su modelo ideológico en un país que, salvo ciertos grupos, está sumido en la desolación económica. Ayer los expresidentes de Bolivia y Honduras, Evo Morales y Manuel Zelaya, respectivamente, viajaron a Caracas por los actos conmemorativos.

el dato

La crisis que ya se veía venir

“Con Chávez en vida, el gasto público era muy expansivo y se veía venir el colapso. No fue algo que surgiera después. Lo que sí sucedió luego de su muerte, fue una metamorfosis del modelo Chávez al modelo Maduro, este último más dictatorial y con la vida civil estrechada”, dijo a El País el analista Carlos Romero, exprofesor de la Universidad Central de Venezuela.

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