Los dueños de los comercios que están sobre o cercanos a la avenida 18 de julio siguen con atención las discusiones que se vienen dando alrededor del plan de movilidad para la zona metropolitana. En especial porque uno de los puntos en debate es si se soterrarán los ómnibus articulados —tecnología por la que se inclina el gobierno— para que transiten por debajo de la superficie. Sería una obra de gran magnitud —incluso con paradas subterráneas a las que se accedería a través de escaleras y ascensores—, por lo que los empresarios ya prevén que eso les implicará reducir o incluso frenar completamente su actividad comercial.
La preocupación radica en especial —según una recorrida que realizó El País— en el impacto económico mientras duren las obras porque se cortaría el tránsito de a tramos. “Va a convertirnos en zona de guerra: no va a estar nadie”, graficó el dueño del histórico bar Gran Sportman, Manuel Martínez.
Además de soterrar ómnibus articulados por un tramo de 18 de Julio, se estudia la creación de dos corredores exclusivos de alta frecuencia —uno de Ciudad Vieja a Zonamerica y otro de la Plaza Independencia a El Pinar— con el objetivo de mejorar el transporte en la zona metropolitana. Ya hubo dos hitos: se aprobó una Agencia de Transporte Metropolitano, desde la que se impulsará el proyecto, y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ya aceptó la semana pasada dar su apoyo con una línea de crédito por US$ 500 millones.
Pero aún no hay anuncios concretos sino que todo está a estudio.
Desde el Grupo Centro, el dueño del Bar Facal, Federico Celsi, indicó a El País que les preocupa el tiempo que duraría la obra y el impacto económico que tendría en los comercios hasta que finalice, los que deberían afrontar un “sacrificio grande durante esos meses”. Pero —e hizo hincapié en este punto— están convencidos de que, una vez que quede pronta, las consecuencias serían “1.000% positivas” porque el plan va más allá de la solución al tránsito.
Estiman, no obstante, que “algunas empresas van a quedar por el camino” durante la parte más fuerte de la obra, la que se estima que será en distintas etapas. Motivo por el cual ya hablan de manera formal e informal con diferentes actores involucrados para “tomar acciones para amortiguar el golpe”.
La idea de compensar a los comerciantes ya está arriba de la mesa de las autoridades. El intendente de Montevideo,Mario Bergara, indicó el martes a El Observador que, si se “bloquea negocios por x meses, el Estado se tiene que hacer cargo del lucro cesante”. Al mismo tiempo, consideró que esos costos son “parte del proyecto” de movilidad del área metropolitana y que la comuna “podrá poner algo que le corresponda, pero no el grueso, por la dimensión del asunto”.
Celsi cree que las “compensaciones pueden ser de varios organismos”, y aclaró que el pedido, porque “se busca que sea algo justo”, “siempre es en base a las realidades y el sentido común” porque entiende que no es lo mismo si el comercio merma 25% o si lo hace un 85%.
Por otra parte, el dueño del Bar Facal enfatizó que el proyecto traería una mejora de la estética del Centro, así como también en la "calidad de la infraestructura”, por ejemplo, con un nuevo sistema eléctrico que no implique —como ahora— romper la vereda cuando se precisa hacer reparaciones. También ve que podría añadirse inversiones en seguridad con cámaras o la implementación de medidas para las personas en calle con las que conviven. (Ver aparte)
A 10 cuadras del Bar Facal está otro ícono del Centro: Gran Sportman —ubicado cerca de Eduardo Acevedo, calle desde donde podría soterrarse los buses, aunque su extensión también es parte de la discusión. Su dueño, Martínez, no tiene “esperanza” de que se les “ayude con nada” pero entiende que “sería de rigor”.
A unas cuadras de ahí está Martín con su Almacén Minas hace 10 años, un clásico comercio de barrio con sus cajones de madera con fruta y verdura en la parte exterior. Desde detrás del mostrador dijo a El País que “nadie se preocupa por el comercio de 18 de julio”. Y ahondó un poco en su perspectiva: “Van a hacer esa obra que va a perjudicar un poco” pero no se plantea como “contracara” un plan para “levantar al comercio”.
El comerciante tiene una visión crítica sobre la situación que viven: “Se pagan los impuestos y no ves buena luz, las cosas están rotas, y la gente en situación de calle se acuesta en el comercio, viene a cada rato a pedirte y roba a las personas, lo que hace que no vengan al local”.
Otro comercio de la zona es la Óptica Targaryen, atendida por sus dueños, quienes coinciden en que se generará una reducción de las ventas durante las obras. La seguridad del impacto económico no solo es por lógica sino que ya ven una caída cuando se cortan las calles por distintos motivos, como movilizaciones o siniestros de tránsito.
En su caso, además, la parada de ómnibus que tienen casi en la puerta del local —contaron a El País— los ayuda bastante porque las personas miran los armazones en la vidriera mientras esperan al ómnibus y, en el caso de que estas pasen a ser subterráneas, entienden que los podría influir.
La dueña de otra óptica ubicada sobre 18 de julio ve como positivo que haya una solución al transporte más allá de que los va a afectar durante la obra. Tiene calculado que le puede ir mal un mes al local, pero no dos, por lo que está atenta a lo que pueda suceder. Más allá de que hoy está en un lugar transitado, el 80% de sus ventas son por redes sociales, por lo que sigue precisando la compra del que va a pie. En su caso, ya tenía en mente abrir otro local y, con la obra que se planifica, cree que puede ser beneficioso estar en otro punto.
Lo que Celsi tiene claro es que, cuando se dé la vuelta al Centro, va a tener que darse una apuesta “para que florezca”. Entiende “fundamental pensar en el después” de las obras, por lo que llamó al gobierno y los distintos ministerios —Interior, Desarrollo Social, Educación y Cultura, y Turismo— a “darle vida y contenido” al barrio. Su idea es que las personas vayan al Centro —el que tendrá una mejora estética de realizarse el proyecto— y “que pasen cosas en la calle”, por ejemplo, con un incentivo en la parte cultural.
Por otra parte, se refirió al problema de “percepción de inseguridad” que tiene el Centro. El dueño del Bar Facal está “convencido” de que el barrio “no es un lugar inseguro”, y no lo es más que Pocitos o Punta Carretas.
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