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Sebastián Marset, el capo narco que creció desde la prisión

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Policía custodiando una cárcel. Foto: Archivo El País.

UN ASCENSO METEÓRICO

En 2013, en la cárcel de Libertad, comenzó su meteórica carrera criminal.

Todas las historias tienen un principio, y la de Sebastián Marset, nombre que hoy ocupa los titulares en Uruguay y Paraguay, comenzó en 2013 -o un poco antes-, al menos en lo que refiere a una extensa -e inédita- carrera delictiva.

En la Policía, y sobre todo entre quienes lo investigaron en los últimos años, están de acuerdo con que han habido grandes narcotraficantes uruguayos, que se han hecho de abajo y llegado a altas esferas del crimen organizado, pero que el caso de Marset es único: nunca antes un oriental había llegado tan lejos.

¿Pero cómo empezó este ascenso acelerado y en dónde hizo sus primeros contactos?

Para empezar, su inteligencia y habilidad le permitieron ya contactarse, a sus jóvenes 21 años, con el narcotraficante Juan Domingo Viveros Cartes, alias “Papacho” -tío del expresidente paraguayo, Horacio Cartes-, con quien coordinó por aquella época la recepción, en Uruguay, de un cargamento con 450 kilos de marihuana que llegó en una avioneta piloteada por Cartes en julio de 2012. Este hombre fue detenido a fines de ese mes, procesado y condenado por ese hecho, mientras que Marset cayó algo más tarde, en octubre de 2013, en otro operativo antinarcótico, tras el cual fue detenido con 137 kilos de marihuana y 335 gramos de cocaína. Pero entonces confesó ante la Policía el vínculo que tenía con Cartes, tal como se desprende de un informe de la inteligencia paraguaya de 502 páginas, al que tuvo acceso El País.

Allí, de hecho, se consigna parte de una nota publicada por El País el 21 de octubre de 2013, con un título que afirmaba que “el tío del presidente paraguayo traficó 450 kilos de marihuana”, y eso se desprendía del testimonio aportado por Marset, lo que a su vez permitió a la Justicia ir más a fondo en los cargos contra Cartes -hasta ese momento solo imputado de un delito de navegación aérea por falta de pruebas que lo vincularan a la droga.

Toda esta conexión había llamado la atención de las autoridades policiales, porque era muy pesado Cartes para ya haber establecido una relación de importancia con este joven uruguayo, quien luego -varios años después- desarrollaría una “supuesta trayectoria empresarial y artística, utilizada como una fachada para justificar su verdadero cometido ilícito en países de la región”, cuenta también el reporte de inteligencia paraguaya.

Marset fue enviado a la cárcel de Libertad, una de las más complejas de Uruguay, por su tamaño y por el perfil de los reclusos que alberga.

Y allí, según contaron a El País fuentes policiales, Marset entró en contacto con varios narcotraficantes de carrera, algunos de los cuales eran extranjeros, los que enseguida se interesaron en las curiosas credenciales con las que Marset ingresó al enorme bloque de cemento que es la cárcel de Libertad.

Aquellos delincuentes habían caído en grandes operaciones realizadas años atrás, como la llamada “Operación Cancerbero”, de 2008, u otra en la cual cayó Anastazije Martinic, narcotraficante croata capturado con 2.000 kilos de cocaína en 2009.

Por eso, al salir en 2018, lo hizo fortalecido. Y tres años le bastaron para montar una brutal organización criminal, que la inteligencia paraguaya definió como “clan familiar”.

En Uruguay, antes de terminar emigrando, lo que hizo en 2019, también construyó sus propios contactos para extender los tentáculos de su organización, especialmente con jóvenes que reclutaba “a la manera de cazatalentos narco”, definió un investigador policial que le siguió de cerca los rastros. “Tenía gente en Rivera y en Salto”, dijo.

Antes de abandonar su tierra natal y construir su red en Paraguay, estuvo en Bolivia -aunque también visitó países de Centroamérica-, y allí se presume que fundó el Primer Cartel Uruguayo, cuya sigla (PCU) firmó un mensaje en mayo de 2020 dirigido a la fiscal de estupefacientes Mónica Ferrero, amenazándola con matarla. A este cartel se le atribuye, por esas fechas, el ataque a la sede de la Brigada Antidrogas del Prado, con una bomba molotov.

Pero también fue una firma habitual en varios de los ladrillos de cocaína incautados en 2019. Aquel año fue récord en confiscación de cocaína, al superarse las 12 toneladas, un salto muy grande con respecto a 2018, cuando se habían incautado en todo el año 754 kilos.

Investigadores de aquel momento señalaron ahora que aquella “intensa actividad de envíos de cargamento” tenía que estar relacionada con la presencia de Marset en Bolivia.

Marset llegó a Paraguay con su pareja, la también uruguaya Gianina García Troche, en 2020. Mantuvo por entonces un pie en cada país, porque en Bolivia se producía la cocaína que luego acopiaba en recónditos lugares de Paraguay, desde donde partía luego la droga hacia Europa, todo vía aérea primero y luego fluvial.

En la cadena del narcotráfico, la inteligencia paraguaya explica que hay al menos cuatro etapas -de tránsito, acopio, exportación y lavado de activos-, que requieren tareas de extrema especialización, y Marset estaba encima de todas ellas. Por eso es que los investigadores entienden que él es “el principal ideólogo, organizador y supervisor de las operaciones” de su grupo criminal, sospechado además de dos asesinatos ocurridos en el último tiempo: el de Mauricio Schwartzman, de setiembre de 2021 -asesinado, presuntamente, por haber incidido en la elaboración del pasaporte falso con el que Marset fue detenido en Dubái el año pasado-; y el del fiscal paraguayo Marcelo Pecci -que formó parte de la investigación de narcotráfico más importante de Paraguay-, muerto en mayo de varios disparos en Colombia.

En las últimas horas, en un video difundido inicialmente por Telenoche, Marset dijo -sin identificar a nadie o dirigiéndose a todos- que “no hay pruebas” para afirmar nada de lo que se ha dicho sobre su vida. “Déjense de hablar tanta cosa de la gente, no respetan nada, no sé cuánto ganan por todo lo que hacen y por salir en la tele, pero es un poquito incómodo para mí. Un poquito bastante”, amenazó.

En Uruguay ya no tiene antecedentes porque extinguieron o porque las causas que tenía abiertas -por una incautación de droga en Canelones, o un homicidio en 2018- se archivaron por falta de pruebas.

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