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Y la banda sigue tocando: los Beatles y su obra maestra

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The Beatles. Foto: archivo.

1967

El nacimiento del cuarteto de Liverpool pasó sin pena ni gloria en los primeros años 60, y su disolución fue un largo y sinuoso proceso; en el curso de esa década la popularidad de los Beatles creció desenfrenadamente convirtiéndose en el mayor hito de la música popular.

Si el año emblemático de la década del sesenta fue 1968, el anterior no le fue en zaga en relación con acontecimientos que quedaron en la historia. A treinta años de aquellos días en que el Dr. Christiaan Barnard cumplía con éxito su primer trasplante de corazón y la Guerra de los Seis días estremecía al Medio Oriente, muchos coincidirán en que el 67 fue, también, el año de Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band, la obra maestra de los Beatles.

Bienvenidos al funeral.

Un grupo de personas famosas de distintas épocas compareciendo en un funeral cuyos cadáveres son las figuras de cera de los propios Beatles. Los músicos verdaderos, ataviados con brillantes uniformes militares, portan instrumentos de banda. Sus rostros han sido transformados por obra de bigotes y patillas decimonónicos y nuevos cortes de pelo. A partir de esa imagen la beatlemanía desplegaba una nueva versión del cuento de hadas con plantas de marihuana decorando el túmulo funerario. La nueva y ambiciosa creación del grupo musical más famoso del siglo invitaba al desciframiento de extraños códigos mientras recorría nuevos senderos en la música popular.

Editado el 1° de junio de 1967 en Londres, el octavo long play de los Beatles había comenzado a grabarse el 6 de diciembre anterior en los estudios de Abbey Road. Las sesiones de grabación habían culminado el 3 de abril siguiente, tras insumir más de setecientas horas de esfuerzo de músicos y técnicos a un costo de producción de casi 75.000 dólares. Para las estadísticas, Please Please me (1963), el primer álbum de los Beatles, se había grabado en una única sesión de catorce horas.

Todo lo que rodeó a la realización de Sgt. Pepper fue desmesurado e inaugural. Hasta ese momento, los álbumes de los artistas del pop y el rock proponían sencillamente una sumatoria de canciones que no tenían conexión temática alguna entre sí. Con Sgt. Pepper los Beatles inician la era del L.P. conceptual, apoyado en una idea genérica que vincula las canciones. Desde la indumentaria a los contenidos musicales y argumentales de los nuevos temas, Sgt. Pepper da paso a un nuevo estado mental en sus autores, propiciado por el confeso consumo de marihuana y LSD. Si bien el cambio había comenzado bastante antes -los LP Revolver y Rubber Soul ya anunciaban lo que vendría- Sgt. Pepper rompe con el pasado. En Sgt. Pepper la transgresión de los Beatles se corporiza en una especie de celebración fastuosa de la trivialidad de la existencia y de la muerte, que se instala desde la carátula hasta el atronador acorde final de A day in the life. El tema de la muerte ya había estado presente en Eleanor Rigby, pero en Sgt. Pepper adquiere una actitud casi programática: los tempranos Beatles, vestidos de traje oscuro, camisas blancas y corbatas finas han muerto, bienvenidos a su entierro.

Sgt. Peppers
Sgt. Peppers

Una ayudita de sus amigos.

El diseño de la portada de Sgt. Peppers fue tan complicado como la grabación de los temas. Su estética tiñó toda una época: desde el retorno de las patillas y mostachos a las caras masculinas al colorido y la audacia en la indumentaria de los jóvenes. Así, al sacudón en lo musical se le agregó una radical innovación en la moda, cuyos destellos todavía se perciben.

La imagen de la fotografía es un resumen de la cultura pop, con siluetas de figuras famosas vivas y muertas realizadas sobre cartón a tamaño natural. El conjunto es heterogéneo y caprichoso: desde Marilyn Monroe a Marlon Brando, Oscar Wilde y Aldous Huxley, todos se alinean en cuatro filas detrás y en torno a los ocho Beatles, cuatro de cera y cuatro reales. Lennon había pedido que se incluyera a Gandhi y a Hitler y también a Jesucristo, lo cual fue descartado por el manager Brian Epstein. La foto fue tomada el 30 de marzo en el estudio de Michael Cooper en Chelsea. Antes de que el fotógrafo disparase su cámara Hasselblad, Wendy Moger, secretaria de Brian Epstein, gastó un dineral en llamadas telefónicas para pedir la autorización de las distintas personalidades retratadas. La mayoría aceptó, pero Shirley Temple pidió oír el disco antes. Por supuesto que la empresa productora del disco, la EMI, quería estar a cubierto de posibles pleitos de los involucrados, incluidos los albaceas de las personas muertas. No obstante, más de la mitad no fueron localizados, pero la tapa se imprimió de acuerdo a lo previsto.

Variopintos personajes rodean a ocho beatles

Incluidos los Beatles de cera y alguna muñeca, son sesenta y cinco las personas que aparecen acompañando a los Beatles reales en la carátula de Sgt. Pepper. Hay filósofos, actores, gurús religiosos, escritores, científicos, pintores, escultores, jugadores de fútbol y boxeadores. Entre los nombres más notorios, además de los ya citados en la nota, figuran: Sonny Liston, George Bernard Shaw, Mae West, Tyrone Power, Diana Dors, Marlene Dietrich, Carl Gustav Jung, Karl Marx, T. E. Lawrence, Edgar Allan Poe, Aubrey Beardsley, H. G. Wells, Stuart Sutcliffe, David Livingstone, Stephen Crane, Dylan Thomas, Bob Dylan, Fred Astaire, Lenny Bruce, Stan Laurel y Oliver Hardy. En una toma previa a la definitiva, a un costado del estudio se ve la silueta recortada y no utilizada de Adolf Hitler.

En el último surco del disco -el que le da salida a la púa- se incluyeron unos segundos de galimatías. McCartney propuso este agregado pensando en la gente cuyo tocadiscos no se detenía automáticamente. De esa manera, la aguja seguiría dando vueltas en el surco sin levantarse, y un poco del interminable galimatías era preferible al desagradable chirrido. La grabación de ese galimatías, que dura apenas 2 segundos, precisó toda una noche, desde las 7 de la tarde hasta las 3 de la madrugada, más de la mitad del tiempo que insumió grabar el primer LP de los Beatles.

Me gustaría iniciarte.

Al empezar el álbum se escucha una banda que afina sus instrumentos en medio del rumor de conversaciones del público. Luego, el pasado se instala y los Beatles advierten que “hace veinte años hoy, el Sargento Pepper enseñaba a tocar a su banda”. Así el grupo ficticio es presentado y se inicia el viaje-concierto. Los temas se suceden con mínimas pausas o simplemente enganchados -otra innovación para la época- proponiendo desde simples anuncios de copos de maíz (Good morning, good morning) hasta historias inspiradas en un afiche de circo (Being for the benefit of Mr. Kite). También hay edulcoradas visiones sobre la vejez (When I’m sixty four), el largo tema hindú de Harrison (Within you without you) y la controvertida Lucy in the Sky with Diamonds, cuyas letras iniciales -L.S.D.- provocaron interpretaciones disparatadas que fastidiaron a Lennon, quien simplemente se inspiró en un dibujo de su hijo Julian.

Tal vez la cima del álbum sea A day in the life, prohibido en su difusión por la B.B.C. porque uno de sus versos, “me gustaría iniciarte”, suena como una incitación al consumo de drogas. El tema -que en realidad son dos- habla de un accidente de automóvil que cobra la vida de un hombre de éxito que tal vez pertenecía a la casa de los Lores; de un filme en el que el ejército inglés acaba de ganar la guerra; de cuatro mil orificios descubiertos en una carretera de Blackburn, Lancashire. En una parte intermedia, un hombre baja las escaleras, aparentemente “colocado” y tras dar una pitada a su cigarrillo, entra en un sueño. El monumental acorde final del tema clausura el funeral con el sonido dramático de cuatro pianos superpuestos y grabados en forma sucesiva para generar una nota que reverbera más de 40 segundos hasta extinguirse. Es el sonido de una lápida que se cierra.

Según el ingeniero Geoff Emerick, la grabación de Sgt. Pepper llevó al límite las posibilidades técnicas de ese momento. Los Beatles se propusieron grabar cada instrumento y cada voz con algún tipo de manipulación y así distorsionaron, comprimieron, pusieron eco, doblaron, ecualizaron y experimentaron cada vez que trabajaban en una pista, como si por complicados procedimientos técnicos quisieran permanentemente ocultarse, ser otros. Abandonadas ya las giras y los recitales en público, los Beatles parecían fanatizados en el trabajo de laboratorio, creando un sonido que sería imposible de reproducir actuando en vivo.

Además de los Beatles y su arreglador George Martin, una orquesta de 41 músicos intervino en las grabaciones de Sgt. Pepper. Por primera vez se utilizó el Mellotron, un teclado que reproduce electrónicamente sonidos pre grabados. También se utilizaron efectos grabados con sonidos de animales. Para la grabación de A day in the life, los Beatles exigieron a los músicos de la orquesta que tocaran vestidos de etiqueta y munidos de caretas y narices postizas. Por supuesto que la partitura no existía y sólo tenían indicada la nota más baja y más alta de una secuencia de veinticuatro compases.

Como otro detalle extravagante, en el surco de salida de la cara B del long play fue incluida una nota de alta frecuencia de 18 kilociclos por segundo, que es inaudible para el hombre, pero no para los perros.

No obstante, los nuevos oídos que lo reciban, o aquellos que han escuchado su registro cientos de veces, pueden coincidir que Sgt. Pepper representa, más que una época o un determinado estadio de la música, un raro momento de magia que tres décadas después nos sigue fascinando.

A treinta años de editado, Sgt. Pepper no ha sido emulado como fenómeno musical ni como icono de la cultura popular.

*Publicado en El País Cultural, el 28 de noviembre de 1997.

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