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Los Feippe: Odalys, la historia de una mujer migrante

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VIAJES

Sofi Solari Adot cuenta sobre su paso por el edificio de migraciones en Uruguay y cómo una migrante caribeña le pidió que bese a sus hijos por ella

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Era invierno y llegué temprano. Había sólo dos personas delante de mí en la fila para ingresar al edificio de migraciones. Allí, en el puesto número tres, sin otra cosa más urgente que esperar mi turno, me pregunté por la última vez que estuve en el podio de algo.

Ese recuerdo se parecía a cuando pierdo las llaves en el fondo de la mochila, hurgo con ganas, no las encuentro y, entonces, no me queda otra que vaciar la mochila para recuperarlas. Me distrajo un chasquido.

El primero de la fila era un hombre alto, muy alto. Muy flaco, muy rubio, muy serio, muy pecoso y un tanto desabrigado para la época del año.

Vestido en bermudas caqui, sandalias con abrojo de una marca de equipos de turismo aventura, un gorro de pescador que le cubría la nuca y una mochila cruzada; mandaba un audio en inglés y chasqueaba los dedos con cierta impaciencia.

De pronto, percibí un descarado intento de contacto visual por parte de la señora con la medalla de plata en la fila de migraciones. Disimuladamente, me puse a hurgar- esta vez en serio- en mi mochila. Sin intención de aceptar mi evasión, ella me miró y dijo: “Qué frío, ¿cierto?”. Su tonada caribeña me cautivó. Sus húmedos ojos pedían paz y alguien -al pasar- que escuchara su historia, sin juzgar.

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Eran tiempos de barbijos obligados, Odalys estaba nerviosa y, pareciera que hablar le calmaba los nervios. Así fue como ella me contó, con esa tonada tan dulce y melódica; esta historia tan amarga.

Si bien tenía frente a mí a una mujer robusta, de tez cetrina y redondos ojos negros que había maquillado con esmero; a medida que avanzaba el relato, su cuerpo se iba desdibujando ante mí. Yo solo podía ver como la fuerza, el temple, la esperanza, la dignidad y el desgarro la vestían.

Se fue de su país a pie, empapada de tanto llorar y sin poder mirar a los ojos a quien dejaba atrás. Sabía que era la única manera de darle a sus hijos una vida en libertad. Lo que no sabía era cuánto dolería.

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“Huir caminando del caribe es peligroso y muchos mueren en la selva. Por eso no me llevé a los niños. Mucha gente se aprovecha de ti. Así es como aprendes a no dormir. Pero también hubo gente bella que me dio trabajo para poder mandarle dinero a los niños, para lograr llegar aquí, a Uruguay”. Había entrado a Uruguay por Brasil.

Me susurró que ahora, a veces, duerme. Y cuando lo hace sueña con ellos.

- ¿Qué puedo hacer por ti, Odalys?
-Besa a tus niños, tú que puedes.

CONOCÉ A NUESTRA COLUMNISTA
Sofi Solari Adot
Sofi Solari Adot

Sofi es escritora y mamá de Olivia y Simón. Tiene una vida sobre ruedas junto a su familia @losfeippe. Es autora de la novela autobiográfica “No siempre fuimos nómades” y dicta el taller on line “Las palabras también importan”.

Podés seguirla en Instagram como @sofisolariadot y @losfeippe

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