Ximena de Azpitarte, la empresaria que transformó un "punto de conflicto" en Carrasco en un polo corporativo

La directora y fundadora de Carrasco Valley habló sobre el desarrollo de los negocios en el país y sostuvo: “Uruguay es el mejor país del mundo para vivir (...), pero hay cosas para mejorar”

Ximena de Azpitarte, directora y fundadora de Carrasco Valley.
Ximena de Azpitarte, directora y fundadora de Carrasco Valley.
Leonardo Mainé

Casada con Diego; tiene 56 años, cinco hijos —Luis, Juan, María, Tomás y Alfonso—, tres nietos y otro en camino. Se define como “emprendedora de alma” y asegura que encontró su vocación como desarrolladora inmobiliaria. En este perfil procurará impulsar proyectos que generen valor agregado. “Uruguay es el mejor país del mundo para vivir (...), pero hay cosas para mejorar”, reconoce.

Ximena de Azpitarte jugó un papel clave para revitalizar un predio ubicado en el corazón de Carrasco. Lideró el trabajo de un grupo inversor privado con la Intendencia de Montevideo (IM) y el Estado, lo que dio paso al realojo de familias, la reubicación del Cuartel de Bomberos y dio a luz a Carrasco Valley. El polo corporativo que fundó, comprendió la remodelación de un edificio patrimonial, la creación de dos nuevos complejos de oficinas, locales comerciales y también el diseño de espacios exteriores. Su próxima apuesta incluye replicar el concepto en otros puntos del país.

—¿Cómo detectó que acá había una oportunidad de negocio?
—Este predio estaba desactualizado, no era funcional y tenía problemas. Uno pasaba por acá y veía un edificio en mal estado, pero si prestaba atención también asomaba su valor histórico. Sabía que se había construido en 1920 para alojar a los empleados del Hotel Carrasco, que quedó vacío, que se utilizó para albergar damnificados en inundaciones y con los años se fue ocupando. Acá también estaba, desde 1950, el Cuartel de Bomberos de Carrasco y esa sede necesitaba actualizaciones. Lo primero que hice fue ir a la Intendencia a preguntar si estaban dispuestos a vender el terreno, me contestaron que podría haber alguna opción; fui a Bomberos y pregunté si estaban dispuestos a mudarse. Me dijeron que sí, que sus instalaciones estaban en muy mal estado y también había un problema grande: los días de feria, si un camión de bomberos precisaba salir no podía ni pasar.

—Le quedaba solucionar el tema con quienes vivían acá.
—Después de hablar con estos dos actores y ver su predisposición a aceptar alguna propuesta, hablé con las familias que ocupaban. Armé un equipo de trabajo con asistente social, legal, y empezamos a trabajar juntos. La propuesta fue muy sincera desde el día uno: esto no era beneficencia, era un negocio y todos salían beneficiados. Nos tomamos con paciencia la tarea de escucharlos, entender qué necesitaban y mostrarles la importancia de ser propietarios. El proyecto solo se hacía si aceptaban todos, esto era para todos o para ninguno. Las familias se iban con una vivienda propia o dinero, nosotros las apoyábamos con traslado, trámites y todos los costos asociados.

—¿Cuántas familias habitaban el viejo edificio?
—Hicimos un censo que cuantificó a 42 familias, unas 120 personas. Mi equipo trabajaba con el estudio de arquitectura de Juan Diego Vecino & Asociados, que me apoyó en todo lo vinculado a la reglamentación, cálculos de metrajes y el trabajo con la Intendencia. Cuando logré el acuerdo con la totalidad de las familias, fui con Carlos Lecueder. Al final se sumó Altius Group como tercer socio y también el estudio Gómez Platero Arquitectura & Urbanismo. Entre la idea inicial y el trabajo con las familias, la Intendencia y la licitación, pasaron unos tres años.

—¿Qué impacto generó Carrasco Valley en la zona? ¿Qué aprendizajes le dejó?
—Este lugar era un punto de conflicto, ya no lo es. Un sitio depreciado, pasó a ser un exitoso proyecto inmobiliario y se transformó en el lugar donde todos quieren estar. Tenemos un mix de empresas súper interesante, recién inauguró Pompier, restaurante del grupo de Café Misterio. Este fue mi primer proyecto inmobiliario y, lo digo siempre, trabajar con Carlos (Lecueder) ha sido un aprendizaje continuo. Estoy muy agradecida, también con nuestros clientes. La primera venta fue para el grupo Citi, que pidió que contáramos con certificación LEED, un sello de garantía de sostenibilidad en cuanto a materiales, recursos constructivos, eficiencia energética y de aprovechamiento del agua, calidad ambiental e innovación en el diseño. Podríamos haberlo hecho solo para ellos, pero decidimos llevar todo el proyecto a esa categoría. Carrasco Valley, más allá de mi aprendizaje personal que va desde cómo planificar una obra o lograr eficiencias, ha traído mejoras por todos lados. Soy muy preguntona y trabajé con un equipo generoso que me enseñó mucho.

—¿Cuándo descubrió esa veta emprendedora?
—Siempre tuve inquietud y curiosidad por ver problemas y buscarles solución. Soy emprendedora de alma, a los 10 años juntaba piñones cerca del Club Naval y los vendía. Mis padres (Meche Guichón y Pablo de Azpitarte) fueron muy trabajadores, súper emprendedores y muy solidarios; siempre transmitieron esos valores. En lo laboral, empecé en la industria frigorífica, incursioné en el rubro editorial y ahora me siento identificada con este perfil. Encontré mi vocación, pero no por casualidad, siempre me capacité. Hice Dirección de Empresas en la Universidad Católica, carrera que en aquel entonces era de cinco años y que todavía es un pendiente. En la escuela de negocios de la Universidad de Montevideo hice muchos cursos (programa del PAD, Alta dirección, Advanced Management Program, entre otros).

Ximena de Azpitarte, directora y fundadora de Carrasco Valley.
Ximena de Azpitarte, directora y fundadora de Carrasco Valley.
Leonardo Mainé

—¿Piensa replicar su expertise en otros barrios?
—Sí. Me siento muy cómoda en este perfil de crear desarrollos inmobiliarios que generen valor, que no se trate solo de construir, alquilar o vender. Tengo identificados algunos predios en Montevideo que pueden ser una regeneración urbana. Este concepto es la sustentabilidad humana, porque Carrasco Valley es sustentable, pero también sustentable en lo humano, generó mejoras a las familias, a los bomberos, al barrio. Cuando lográs mejorarle a la gente lo cotidiano, generás mucho valor agregado.

—Tras este proceso de trabajo público-privado, ¿detectó alguna necesidad?
—Creo que la ley de iniciativa privada es una herramienta muy buena. Hay una enorme oportunidad de seguir fomentando estos formatos de negocios donde el privado interactúa con el público, pero en sintonía y en un formato de trabajo en equipo, como Carrasco Valley.

—¿Qué le falta a Uruguay para mejorar en estas iniciativas?
—Uruguay es el mejor país del mundo para vivir, atraer inversiones y hacer negocios. Es estable política, económica y socialmente; le brinda seguridad jurídica al inversor, y este es un logro que se ha alcanzado entre todos, pero hay cosas para mejorar. Tenemos que crecer en población, lograr que uruguayos que están en el mundo regresen;_disminuir la pobreza, mejorar el acceso a la vivienda y sobre todo en la clase media y media baja. La educación es un debe, no solo en la formación académica, sino también en oficios, algo tan tradicional en Uruguay y que da rápido acceso al mercado laboral. Pensando desde el lado de la inversión, hay que bajar los costos del Estado, disminuir la cantidad de trámites, la burocracia. La duplicación de trámites implica tiempo y costos y eso hace perder competitividad.

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