En muchas organizaciones hay frases que funcionan como un freno invisible. Una de las más poderosas suele ser: «Siempre se hizo así».
Suena lógico: si algo funcionó durante años, ¿para qué cambiarlo? Pero, detrás de esas palabras se esconde un círculo vicioso que limita la innovación y mantiene a los equipos en piloto automático.
Hoy me enfocaré en cómo evitar que el «siempre se hizo así» nos encierre, dejando de lado cambios drásticos externos como ventas, fusiones, reestructuraciones que merecen otro capítulo.
Trasfondo psicológico
Nuestro cerebro busca la eficiencia y repite patrones porque consume menos energía que diseñar algo nuevo.
Cambiar genera incomodidad: sentimos pérdida del control y se activan pensamientos catastróficos: «¿Y si pierdo el trabajo con este cambio?», «¿Y si en vez de ser bueno el cambio, me perjudica?».
Muchas veces el «siempre se hizo así» no refleja convicción, sino miedo disfrazado de prudencia y oposición. Y aunque permanecer en lo conocido da seguridad, con el tiempo dispara la queja, erosiona el clima laboral y aumenta la desmotivación.
El costo de no cambiar
La historia está llena de compañías que se aferraron al pasado y murieron. Kodak desarrolló la primera cámara digital en 1975, pero no la impulsó porque amenazaba su negocio de películas, muy rentable en ese entonces. Cuando la fotografía digital explotó, Canon, Sony y Nikon ocuparon ese espacio y Kodak terminó en bancarrota en el 2012.
Otro ejemplo: Blockbuster, con 9.000 tiendas, quebró en 2010. Diez años antes, había rechazado la propuesta de Netflix de comprarla por US$ 50 millones y ser su brazo digital. ¿La razón? Blockbuster confiaba en que el alquiler físico de películas seguiría dominando. Hoy, Netflix es el gigante global que conocemos.
William Bridges, experto en transiciones organizacionales, planteaba que las personas no se resisten al cambio en sí -que puede traer oportunidades y aprendizajes-, sino a la idea de perder estatus, seguridad, relaciones o competencias conocidas.
Romper el «loop»
Salir del «siempre se hizo así» no significa despreciar el pasado, sino honrarlo como base para construir algo nuevo. Aquí algunas estrategias:
1. Reencuadrar el cambio: presentarlo como aprendizaje, ya que cambiar no es perder lo logrado, sino sumar capacidades para el futuro.
2. Probar en pequeño: pilotos cortos, pruebas en áreas reducidas y aprendizajes rápidos generan confianza y bajan la resistencia.
3. Hacer la pregunta correcta: no solo «¿por qué cambiar?», sino «¿qué perderíamos si no cambiamos». Este abordaje muestra que la inacción también tiene costos.
4. Evitar querer innovar todo el tiempo: cambiar todo sin una estrategia adecuada, genera desconfianza, estrés y resistencia.
5. Ser impecables con la comunicación: así se evitan conjeturas y malentendidos.
6. Contar historias que inspiran:
los datos convencen, pero las historias movilizan. Relatar casos de mejoras gracias a una innovación ayuda al equipo a visualizar los beneficios de cambiar.
El rol del líder
Ningún equipo cuestionará sus rutinas si el líder no lo hace primero. Liderar el cambio es dar el ejemplo: estar dispuesto a desaprender, admitir que algunas prácticas ya no funcionan y animarse a explorar lo nuevo.
El líder debe saber que tendrá que gestionar emociones, validando los miedos del equipo -porque son reales-, pero poniendo limites para que no dominen la conversación. También será importante reconocer el valor de lo realizado, mientas abre la puerta a lo que aún es posible.
Del pasado al futuro
El «siempre se hizo así» nos recuerda que hubo una manera que dio resultados y que nos trajo hasta aquí. Pero cuando se vuelve dogma, encierra. Hoy, el líder debe ayudar a los equipos a agradecer lo que funcionó y a soltarlo cuando deja de servir, para dar paso a una mejor forma de hacer.
Es importante transmitir e inspirar a otros a evolucionar y a preguntarnos: «¿Qué podemos intentar diferente hoy para construir el mañana?».