El psicólogo uruguayo que emigró a España, trabajó de mozo y ahora es parte de una tecnológica multinacional

Gustavo Cabrera se fue en 2022, ingresó a un bar donde hizo de todo y hoy vive junto a su esposa cerca de Valencia, donde trabaja como business development representative en WAM Global

Gustavo Cabrera. El uruguayo emigró a España en 2022.
Gustavo Cabrera. El uruguayo emigró a España en 2022.
Foto: Gentileza Gustavo Cabrera

De chico, a Gustavo Cabrera le fascinaba la tecnología. Pero, aunque intentó acercarse a la programación, nunca logró dominarla. Entonces, este montevideano que vivió varios años en Florida decidió volcarse a la psicología.
En realidad, su interés por esa carrera no pasaba por la terapia, sino por tratar de entender las relaciones humanas y la toma de decisiones. Ese enfoque lo ayudaría en su carrera profesional más adelante. Hoy, a sus 30 años, vive en Valencia y es business development representative (BDR) en WAM Global, una empresa tecnológica española especializada en Salesforce, marketing digital y e-commerce, con presencia en varios países de Europa, Dubái y EE.UU. La compañía tiene clientes globales de la talla de Iberia.

La responsabilidad de Cabrera radica en investigar posibles clientes y hacer los contactos para ofrecer los productos y servicios de Salesforce primero, pero también otras soluciones tecnológicas que maneja la compañía española.

Desde Nules -localidad de 11.000 habitantes a media hora de la ciudad de Valencia donde WAM Global tiene oficina-, Cabrera cuenta que su objetivo son empresas de alta facturación. «Es un desafío grande. Hay que entender el negocio del cliente, saber de tecnología y manejar muchos ‘no’. Y para esto, entender cómo hablar con las personas es clave», afirmó.

Cabrera ingresó a la firma en abril y ya mantiene reuniones con potenciales clientes, compañías con ingresos superiores a los € 100 millones anuales. Sin embargo, su «carrera» en tecnología comenzó hace muy poco. Concretamente en 2024, cuando ingreso a Vidext, una startup española de inteligencia artificial, a la que se incorporó como sales development representative (SDR), un rol dedicado a la captación de clientes. Ascendió hasta llegar a liderar el área antes de pasar a ser BDR. «Acá aprendí a hablar con directores comerciales, de marketing, de recursos humanos. Me dio las herramientas para dar el salto siguiente», aseguró.

Pareja. Valentina Cattini y Gustavo Cabrera viven juntos cerca de Valencia.
Pareja. Valentina Cattini y Gustavo Cabrera viven juntos cerca de Valencia.
Foto: Gentileza Gustavo Cabrera.

Nueva Zelanda o España

Mudarse a España nunca estuvo en los planes de Cabrera. Estudiaba psicología y trabajaba en la financiera Cash como coordinador de equipo cuando comenzó a evaluar la posibilidad de buscar un mejor futuro en el exterior. El destino que había elegido junto a su esposa, Valentina Cattini, era Nueva Zelanda. «Era 2022, queríamos ir hacer la temporada work and holiday, pero la pandemia frustró ese plan. Como teníamos conocidos en España y Valentina tenía la ciudadanía italiana, optamos por Europa. Teníamos € 8.000 ahorrados y el inicio no fue fácil», relató.

Estuvieron solo una semana en un pueblo de Cataluña, pero se mudaron a Valencia. Allí vivieron en una casa con 11 habitaciones y luego en un apartamento junto a una pareja argentina, hasta que su esposa consiguió trabajo. Más tarde, Cabrera ingresó a una cafetería en el corazón de Valencia con un plan elaborado: que fuera un lugar para entender la sociedad española. «Era una cafetería, heladería y restaurante. Corría todo el día, pero lo tomé como un proceso de adaptación. Quería entender la idiosincrasia española, cómo se comunicaban, qué consumían», explicó. Y así fue. Ese trabajo le permitió hacer amigos y aprender sobre la cultura local, algo que aplicaría en sus siguientes empleos. Su carrera continuó en Philip Morris, hasta que en 2024 ingresó a Vidext.

Actualmente, el matrimonio vive en una casa que compraron en Nules, una opción que Cabrera disfruta porque la empresa promueve el trabajo remoto y eso le permitió ganar calidad de vida.

«Vivimos a pocos minutos de una playa muy tranquila y solo a 35 minutos de Valencia, donde trabaja Valentina. En nuestros ratos libres nos juntamos con amigos uruguayos, argentinos y locales. Los valencianos son súper receptivos», remarcó. Aunque no ejerce como psicólogo, le gustaría «tener algunos pacientes a futuro».

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