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Los recursos son escasos

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

No asombra que muchas personas pidan más gasto social al gobierno en las circunstancias actuales.

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Que lo exijan para contemplar la delicada situación de muchos afectados por la pandemia, es algo lógico para todos quienes tenemos sentimientos humanos. Todos queremos que los más necesitados sean contemplados en estos momentos tan difíciles y también quienes han perdido sus empleos o reducido su intensidad debido al aislamiento al que ha obligado el virus.

Estoy convencido que quienes conducen el gobierno y en particular quienes gestionan la economía y deberían proceder a conceder el alivio financiero reclamado, son los más interesados en hacerlo. Es que son éstas las personas a las que juzga la opinión pública pero también las que enfrentan y tienen presente los verdaderos límites de recursos para ir más allá de lo que pueden y desearían. ¿Se puede pensar sensatamente que la conducción económica y política de una nación no desee el máximo bienestar posible de su población?

Lo que asombra

Lo que sí asombra son los reclamos y propuestas de políticas contracíclicas —las que se emplean para sortear problemas macroeconómicos—, que no tienen en cuenta los recursos disponibles para ello y que por algún motivo —que todos conocemos— se vienen lanzando desde ciertos ámbitos. Desde el político, desde la oposición al gobierno, por lógico objetivo. Desde el sindical que no acepta su pecado por no tener un fondo creado en períodos normales para la asistencia a los trabajadores en desgracia en momentos adversos. Desde parte del ámbito académico, que no evalúa las consecuencias al desconocer las restricciones de recursos. Y hasta desde algunos organismos multilaterales que ahora sugieren gastar y mañana pagar.

Más gasto público y menos impuestos en un contexto recesivo como el actual, reflejarían una política de tipo contracíclico, pues definen una mezcla de medidas de política fiscal que intentarían impulsar a la economía y al empleo. Más gasto del gobierno influye favorablemente sobre la producción y el empleo; una reducción de impuestos influye también favorablemente pues deja más recursos en manos privadas para consumir e invertir. El problema sobreviene cuando la libertad para actuar de esa manera la limita la restricción económica y financiera que impone la disponibilidad de recursos.

Aumentar el monto de esos recursos y para ello elevar impuestos o con nuevos tributos para financiar el efecto expansivo del gasto, no sería efectivo y, menos aún, eficiente, pues mantiene y hasta tal vez agrave el problema a resolver y genere menos producción y menos empleo. Otra solución para generar los recursos de una política contracíclica es la del aumento del financiamiento de ese gasto adicional, pero tiene los efectos conocidos por el lado de sus costos en el corto plazo, dado que el sector público ya está altamente endeudado y con altos déficits subsistentes. Si el financiamiento fuera transitorio recurrir a él sería solución, pero hay que recordar que esos déficits seguirán por más tiempo, más financiamiento será necesario y cada vez más costoso.

Las políticas contracíclicas no solo se deberían emplear en momentos de baja actividad y alto desempleo si existen recursos para ello. Para generar la oportunidad de su aplicación en momentos recesivos es que, en momentos económicos normales y en especial en los de alto crecimiento, se deben crear esos recursos. La mejor oportunidad para su creación es cuando la economía transita la parte alta del ciclo económico y crece a un ritmo que sobrepasa su potencial de expansión que, se sabe, que será difícil continuar. Es la etapa del ciclo económico cuando se debe actuar, menos con sentido político y más con sentido económico y social intertemporal. Menos gasto público y hasta mayor presión tributaria en una política contracíclica.

Un ejemplo

En los seis años siguientes al 2008 y básicamente por razones externas, la economía creció en ese lapso casi 40%, bien por encima de su tasa potencial de crecimiento. El empleo aumentó significativamente y la tasa de desempleo registró sus menores niveles en varias décadas, debido fundamentalmente al aumento del 21% del empleo en el sector público, equivalente a tres puntos porcentuales de la tasa de desempleo —50 mil personas—. El gasto público trepó prácticamente al doble en ese lapso.

El crecimiento de la producción y del ingreso habría sido beneficioso para nuestro país, si se hubiese pensado más en el futuro de la economía que en el futuro político de los conductores de entonces, distribuyendo ingresos transitorios. Si se hubiese evaluado que en algún momento, el retorno a una situación más normal de variables clave —precios internacionales de commodities, situación regional o salarios más acordes con el valor de su productividad—, se podría acompañar de etapas menos expansivas o aún recesivas y agravadas por otras circunstancias no predecibles. Es para estas coyunturas económicas adversas que sumerjan al país en declinación de la producción, del empleo y de baja de salarios, si en lugar de emplear políticas procíclicas como ocurriera tal lo comentado, se hubiese actuado de manera opuesta: ahorrando para cuando la situación cambiara.

Es evidente que la forma de maximizar su función de utilidad lleva a muchos políticos a pensar menos en la economía que en la necesidad de preservar el sufragio que le ha elegido. Para esos políticos siempre existen recursos para actuar: procíclicamente cuando administrando al país la economía anda bien y contracíclicamente cuando no administrando al país, la economía anda mal.

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