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Reasignación de recursos y productividad post-pandemia

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

El COVID-19 trajo al país y al mundo una recesión que, por su carácter de autoimpuesta, por su contemporaneidad entre países, por su brusquedad y por su tamaño, probablemente sea única en la historia.

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Más allá de oscilaciones periódicas más o menos profundas, el crecimiento del país en el mediano y largo plazo está atado al crecimiento de su productividad, por lo que es clave entender sus fundamentos y desafíos.

En los últimos años, en una amplia gama de países se ha analizado los diferenciales de productividad entre industrias, entre empresas y entre plantas. Un resultado fundamental que se repite, es que la reasignación de recursos de establecimientos menos eficientes a más eficientes constituye una fuente importante de aumento de la productividad. A nivel agregado del país, la productividad no sólo mejora con nuevas inversiones en tecnología y no necesariamente necesita de cambios disruptivos. La mejor asignación de los factores productivos ya disponibles, en especial de capital y de trabajo, es una fuente no despreciable de mejora en la eficiencia económica nacional.

De la “destrucción creativa” de Schumpeter se desprende que las recesiones no son necesariamente malas. Al provocar la salida del mercado de las empresas menos productivas, las depresiones cíclicas resultan en mejoras en la asignación de recursos. La productividad agregada post-recesión necesariamente será superior, ya que representará la productividad de los supervivientes. Más aún, si la cuota de mercado de las firmas relativamente más eficientes crece, la productividad nacional lo hará en mayor manera. Esto ha dado en llamarse el efecto limpiador de las recesiones (cleansening effect). Extendiendo esta idea, si las fluctuaciones macroeconómicas reflejan la reasignación microeconómica de recursos de una economía de mercado en buen funcionamiento, las fluctuaciones propias de los ciclos económicos puede no ser un problema después de todo. Aún las recesiones tendrían un efecto positivo en la eficiencia productiva.

En oposición a esta idea, Gadi Barlevy sugirió la existencia de un efecto que llamó sullying effect. Un efecto que mancha en lugar de limpiar. Argumentó que en las recesiones, cuando los mercados financieros enfrentan dificultades y se potencian las fricciones crediticias, los recursos pueden reasignarse a las empresas menos eficientes, justamente el reverso a lo implícito en la creación destructiva. Algunas empresas altamente productivas pueden requerir líneas de créditos elevadas para su funcionamiento normal, y en períodos de crisis crediticias pueden sufrir más que otras empresas. Con un ejemplo particularmente vívido, Barlevy ilustró que aunque las cucarachas no son más eficientes que otros animales para encontrar alimentos, tienen más probabilidades de sobrevivir a episodios climáticos severos simplemente porque requieren menos. De la misma manera, cuando el crédito se vuelve escaso, aquellas empresas que requieren menos para su actividad regular, tienen más probabilidades de sobrevivir, independientemente de las consideraciones de eficiencia en el proceso productivo. ¿Empresas cucarachas?

Hace ya algunos años, en un trabajo junto a Carlos Casacuberta (Productivity, exit, and crisis in the manufacturing and service sectors, publicado en Developing Economies) analizamos la relación entre la supervivencia de firmas y su productividad durante la crisis del 2002, y evaluamos el desempeño del mercado al seleccionar empresas más o menos eficientes para continuar su actividad post-depresión. Descubrimos que en este sentido los mercados funcionaron relativamente bien. Incluso para aquellos años críticos, a mayor productividad, menor la probabilidad del cierre de la empresa. A pesar de que la salida de empresas fue de las mayores registradas en el país, nuestros resultados indican que las no supervivientes eran relativamente menos productivas que las que sí lo hicieron. Por lo tanto, incluso durante una crisis profunda, cuando los mercados financieros colapsaron y casi no había crédito disponible, nuestro estudio favorece el efecto limpieza sobre el efecto mancha en Uruguay.

Los días que estamos viviendo pueden no ser igual a los de antaño. El COVID-19 trajo a nuestro país y al mundo una recesión que, por su carácter de autoimpuesta, por su contemporaneidad entre países, por su brusquedad y por su tamaño, probablemente sea única en la historia. No sabemos cuánto de la experiencia pasada puede replicarse en términos de supervivencia de firmas y eficiencia económica. No sabemos si los efectos limpieza o mancha predominarán, pero sabemos que desde la política pública se puede procurar minimizar los efectos de mancha, y mantener lo mejor de la estructura productiva nacional. Esto debe hacerse, bajo la estricta consideración de no confundir políticas sociales con políticas de desarrollo productivo. Las primeras tienen objetivos de equidad, las segundas tienen objetivos de eficiencia.

Buscado lo bueno de las malas experiencias, tengamos en la mira que, si lo permitimos, un efecto secundario del COVID puede ser la reasignación de recursos productivos limitados hacia sus usos más eficientes.

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