Problemática y “solucionática”: la economía uruguaya en 2026

Uruguay recibirá vienos levemente en contra desde Brasil y también del resto del mundo, mientras que desde Argentina habría una brisa a favor

Almuerzo de ADM
Gabriel Oddone, ministro de Economíam en Almuerzo de ADM.
Foto: Leonardo Mainé

Esta es mi última columna del año y la dedico a especular sobre las perspectivas de la economía uruguaya en 2026 en base a las columnas previas dedicadas al balance 2025, el contexto global y el entorno regional de Argentina y Brasil ¿Será más de lo mismo? ¿O menos de lo mismo?

2025 significó para Uruguay “ir de más a menos” bajo el contexto mayoritario de continuidad de políticas desde el nuevo gobierno. Tuvo aterrizaje de la actividad con cuasi estancamiento del PIB y el empleo durante el segundo semestre, convergencia de la inflación a la meta de 4,5%, menores tasas de interés y problemas acentuados de competitividad. No hubo reformas relevantes tendientes a subir el crecimiento económico potencial, sino que al contrario parecería seguir en torno a 1,5%. Por su parte, no se observaron desequilibrios externos significativos, pero persistió la restricción fiscal con el déficit en torno a 4,5% del PIB.

Para 2026, desde el entorno global, se proyecta “más de lo mismo”. Parecen descartados los peores escenarios asociados a la renovada “guerra comercial”, pero el impulso extrarregional no sería mayor al observado en 2025. El crecimiento económico mundial seguiría por debajo del promedio histórico, las condiciones financieras serían menos restrictivas pero riesgosas, el dólar global se asume relativamente estable, los precios de exportaciones serían iguales o peores que el último año y la inversión extranjera directa parece poco probable se recupere hacia Uruguay con países en la región que aparecen más atractivos.

Desde la región habría cierto reimpulso desde Argentina, cuyo efecto más notorio se reflejaría en esta nueva temporada turística, mientras que las perspectivas de Brasil no se visualizan muy diferentes a las más recientes.

“La economía de Milei” en 2026 podría parecerse más a su primer año de gobierno, con rebote de la actividad, cierta mejora del mercado laboral, menor inflación y encarecimiento en dólares. Volvería a ser un escenario relativamente favorable para Uruguay luego de los renovados riesgos financieros y problemas económicos registrados durante 2025 en la previa de las elecciones legislativas de mitad de mandato.

Por su parte, Brasil 2026 no parece que sea fuente de fuertes inestabilidades, ni siquiera por el ciclo electoral, pero tampoco de gran impulso. Continuaría con crecimiento económico mediocre, algún deterioro en el mercado laboral, desaceleración adicional de la inflación, cierto relajamiento monetario, riesgos de insostenibilidad fiscal y comportamiento cambiario muy dependiente del dólar global.

En resumen, desde el entorno global, podríamos decir que Uruguay recibirá vientos levemente en contra desde Brasil y el resto del mundo, mientras que desde Argentina habría “una brisa” a favor. En términos de capacidad de competencia, el escenario tiene algo “noventero” por presiones de costos (inflación) en dólares desde alguno de los vecinos, sin que los precios de exportaciones hacia fuera de la región sean muy atractivos, salvo en el caso de la carne vacuna.

Por su parte, también dentro de los factores exógenos, no parece que las condiciones climáticas vayan a ser tan favorables (oportunas) como lo han sido desde la primavera de 2024. Esto significará menores contribuciones del agro, la forestación y la generación eléctrica.

En cuanto a los factores internos, las señales son mixtas, pero también con balance más bien desfavorable. El bajo crecimiento potencial (1,5%) vuelve a descartar un “despegue” de la economía uruguaya durante 2026. Y si bien la política monetaria será menos restrictiva con reflejo en menores tasas de interés, la política fiscal no será más expansiva por los riesgos de mayor déficit. De hecho, la puerta reabierta de ajustes tributarios no se cerraría en lo inmediato, ya sea porque el Poder Ejecutivo podría requerirla o por iniciativa del Legislativo. Ese escenario está también reafirmado por las demandas en esa dirección desde el PIT-CNT, algunos centros de estudios y ciertos sectores del Frente Amplio, con presiones crecientes en base al incipiente (erróneo) diagnóstico que el viraje a la derecha de América Latina se debe en parte a la “tibieza” de la izquierda o su “mera administración” del status quo capitalista.

Con todo eso, parece improbable que se revierta el deterioro en las expectativas económicas de empresarios y consumidores registrado durante 2025. Menos aún en un contexto de mayor incertidumbre sobre las consecuencias de las políticas laborales (Consejos de Salarios, reducción de la jornada de trabajo, etc) y de las propuestas de la “Comisión de Protección y Seguridad Social”.

Con todo eso, parece improbable que se revierta la desaceleración de la actividad y el empleo del segundo semestre del año. La economía uruguaya habría crecido cerca de 1,5% punta a punta en 2025 y una cifra en ese entorno podría promediar en 2026. Ni aterrizaje adicional, ni despegue, podría resumirse.

A su vez, también se explicitaría el deterioro del mercado laboral, seguiría el alto déficit fiscal y se acentuarían los problemas de competitividad. En contraste, la inflación seguiría contenida cerca de la meta, no habría grandes desequilibrios externos y las tasas de interés serían menores.

Sería un escenario que volvería a frustrar expectativas con la gran duda sobre la calidad de las reacciones de políticas que eso traerá. El año que viene podría dilucidar el tipo de “solucionática” ante la certeza de la problemática.

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