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Los rumbos inciertos de la pandemia

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

La institucionalidad como resguardo.

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El comienzo del plan de vacunación y el aumento de los casos de coronavirus, son otro mojón importante en el devenir de la pandemia, que incita a varias reflexiones.

La vacunación es un hito esperado por todos, cuyos avances muestran una institucionalidad robusta, fruto de un proceso formativo que tiene décadas.

En esta, como en otras áreas, el país puede hacer gala de un entramado institucional sofisticado que lo diferencia de la mayoría de los países del continente y lo incluye entre muchos del primer mundo que gozan de situaciones parecidas.

Todo el sistema de seguros de desempleo automático, asignaciones familiares, alimentación escolar, los CAIF, la seguridad social de amplia cobertura que se extiende al sistema de salud, son algunos de los ejemplos más relevantes de esa riqueza institucional que nos engalana. Por supuesto que es perfectible, pero viendo la sofisticación de lo logrado a través del esfuerzo de generaciones, no deja aun de sorprendernos. Más aun cuando, en tiempos como en los actuales, se constata su buen desempeño como amortiguador de los impactos negativos de la pandemia. Ello permite no tener que correr de atrás, creando mecanismos ad-hoc durante momentos críticos y usar los andariveles institucionales ya existentes, hecho que mejora la eficiencia y el impacto de los recursos que se destinan con ese propósito.

Una pandemia como la actual puede asemejarse a un conflicto bélico, donde el enemigo en vez de proyectiles, bombardea con virus. La historia muestra que ante situaciones similares, la población afectada se protege, fortifica su espíritu de cuerpo y adopta conductas afines al respecto. Por tanto, no se comprende la conducta de aquellos que son contrarios a adoptar medidas defensivas, en este caso conductas que reducen el riesgo de contagio, como la oposición o indiferencia a la vacunación. Es como si, durante un bombardeo aéreo nocturno, se negaran a apagar las luces de su hogar. En tiempos de guerra, esas conductas son severamente sancionadas. La mínima seria la obligatoriedad de vacunarse.

La teoría económica y también la política, desde hace décadas tienen resuelto el tema cuando determinan el monto compensatorio por daños debidos a contaminación, violación de normas de seguridad, incumplimiento de estándares de calidad en los alimentos o medicamentos. Por tanto, en este tema es necesario dar todos los pasos que sean necesarios para lograr rápidamente una inmunidad de rebaño robusta.

La historia también muestra que las sociedades se encolumnan detrás de quienes eligieron para liderarlas, máxime en una emergencia. Esa es una regla implícita básica de la democracia. Todas las opiniones son bienvenidas para fortalecer la calidad de las políticas en curso. Salvo que éstas sean un dislate, las sugerencias que no van al fondo de la cuestión o son imposibles de instrumentar, no corresponden. Solo agregan ruido a una situación de enorme incertidumbre, que aplica más presión a quienes, estando en la cancha, tienen que decidir bajo la enorme presión del día a día. Que no se repita lo ocurrido en el 2003, donde en las etapas finales del acuerdo con nuestros acreedores externos, voces representativas del Frente Amplio coreaban por el default. No lograron su propósito, pero pusieron en riesgo la concreción de toda una operativa de meses bajo situaciones extremas. Si hubieran logrado su propósito, la historia hubiera sido otra.

Una mirada hacia afuera sirve para ubicarnos en qué etapa nos encontramos en esta travesía de rumbo aun incierto.

Las buenas noticias son que las dos grandes usinas de crecimiento mundial, Estados Unidos y China, proyectan desempeños económicos robustos para el 2021 y van en camino de dominar la pandemia. Logros obtenidos por métodos diferentes, pero son hechos innegables que, de alguna manera, anclan las perspectivas de crecimiento para las economías emergentes, en particular las proveedoras de alimentos. Para Uruguay no es un tema menor, pues le asegura el fortalecimiento de uno de sus puntales de crecimiento básicos.

La región aledaña es la que proyecta un cono de sombra, sobre todo por la incertidumbre reinante en Argentina y el estancamiento endémico de Brasil, acentuado por una crisis sanitaria sin parangón.

Eso implica que la región no actuará como locomotora de arrastre para fortificar nuestro crecimiento. El reequilibramiento de la macroeconomía argentina sigue siendo la gran incógnita en el cuándo y el cómo. En lo que hay consenso es que su nivel de tipo de cambio no corresponde al de una situación de equilibrio. En su trayectoria hacia ese destino ineludible, dependerán los efectos sobre nuestro país y el sector turístico.

Todo lo antedicho nos lleva a una reflexión final. El país, frente a una adversidad extrema, muestra el valor de una institucionalidad sofisticada, que nos coloca en un sitial de destaque y que, bajo la luz de estas circunstancias, se convierte en un activo intangible imprescindible.

El gobierno de coalición viene mostrando que está a la altura de las circunstancias en la toma de decisiones. En una sociedad donde el ejercicio de la opinión política a todos los niveles —hecho bienvenido— es una de sus características más notables, no puede convertirse en un factor de generación de ruido y menos aun para sacar rédito político partidario cuando, ante condiciones extremas, lo que se necesita es cierta forma de silencio o prudencia en las declaraciones. Lo justo y lo necesario.
Por último, en este tránsito complejo, hay que aprovechar en todo lo posible lo que ofrecen las buenas noticias del mundo, que son el crecimiento de EE.UU. y China, las bajas tasas de interés y estar atentos a los impactos erráticos desde la región.

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