En los últimos años la economía uruguaya ha logrado estabilizarse y sanear sus desequilibrios, pero no ha podido romper con la tendencia de un pobre crecimiento de la actividad económica, el cual ha tenido una fuerte dependencia de estímulos puntuales o coyunturales, como queda explícito en la evolución del PIB. En efecto, los picos de expansión en las últimas dos décadas, han coincidido con la fase de construcción de las mega plantas de celulosa o con efectos rebote tras choques externos, como la pandemia o la sequía. Sin embargo estos años de crecimiento no materializaron un cambio estructural que eleve la productividad de forma sostenida, sino que una vez procesados estos hitos el crecimiento retorna a su tendencia de estancamiento.
¿Por qué Uruguay crece poco?
La teoría económica cuenta con un abordaje simple pero robusto para estudiar el crecimiento económico. Se puede asumir que todo lo producido por una economía es a partir de dos factores: trabajo y capital. La forma en que se utilizan determina, al fin del día, la productividad de la economía. Esto implicaría que, para una economía con recursos de capital y población estables, la única manera de crecer es a través de un progreso de la “forma” de producir, es decir, mejorando la productividad.
Uruguay encaja con esta última descripción, ya que la inversión tendencialmente no aumenta. De hecho, se ubica por debajo de un modesto 16% del PIB. La demografía se mantiene casi sin cambios y el resultado es un crecimiento estancado, por lo que se puede deducir que la productividad también es casi invariable. Con estas condiciones, el crecimiento potencial estimado ronda el 2,5%, insuficiente para converger hacia estándares de ingresos propios de economías avanzadas.
En este contexto es que la Inteligencia Artificial (IA) emerge, no como moda tecnológica, sino como una palanca estratégica capaz de accionar el shock de productividad endógeno y sostenido que el país requiere. Dicha herramienta se posiciona como el catalizador necesario para superar esta dependencia cíclica y exógena al generar una revolución permanente en la productividad total de los factores, impulsando un gran crecimiento basado en la innovación interna.
Uruguay podría beneficiarse de este salto tecnológico que no depende de tamaños de mercados ni de sus recursos naturales. Esto exige una acción estratégica que trascienda la mera adopción tecnológica por iniciativa individual para convertirse en una política de Estado centrada en la formación de talento, la generación de valor agregado local y la especialización en sectores clave como el agro, la logística, diferentes áreas de gobierno y los servicios financieros inteligentes, por mencionar algunos, garantizando el crecimiento y desarrollo sostenido e inclusivo en la economía global del conocimiento.
La IA como impulsor del cambio estructural
La IA es una oportunidad única para afrontar el problema estructural de productividad de la economía uruguaya. En uno de sus últimos reportes, el FMI[1] analiza el potencial transformador de la IA en Uruguay y proyecta ganancias significativas en el crecimiento a largo plazo. Las simulaciones del organismo sugieren que, con una adopción sostenida de la IA, el nivel del PIB del país se elevaría entre 8,5% y 9% en un horizonte de 30 años. El país ha desarrollado un nivel de alfabetización digital avanzado para estándares latinoamericanos: buena conectividad, una industria del software que exporta servicios al mundo y un Estado que incorporó herramientas digitales mucho antes que otras geografías de la región. Para un país donde la mayoría de las empresas son pequeñas, la IA funciona como un “multiplicador silencioso” que permite hacer mucho más con la misma estructura productiva.
Además, la IA puede dar soporte al sector fiscal. Frente al envejecimiento poblacional y una mayor presión en salud, el Estado necesitará aumentar su productividad para mantener los servicios sin subir impuestos. Aquí, la IA puede reducir costos administrativos, mejorar la recaudación, optimizar las compras públicas y detectar ineficiencias.
Uruguay ya comenzó a integrar la IA en la modernización del Estado a través de proyectos vinculados a la automatización documental, interoperabilidad de datos y mejora en la atención del ciudadano. La Estrategia Nacional de IA 2024-2030, liderada por la Agencia de Gobierno Electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento (AGESIC), crea un marco para que la adopción tecnológica reduzca costos operativos del sector público, mejore la recaudación y acelere la eficiencia administrativa, un punto clave en un país con presión fiscal estructural.
El riesgo de quedarse atrás y el desafío operativo
Estudios internacionales muestran que las economías que queden rezagadas verán una brecha creciente de productividad frente a las que incorporen estas herramientas. Para un país pequeño, esa brecha puede traducirse en menor inversión, menor sofisticación exportadora y pérdida de competitividad relativa frente a países comparables que están avanzando más rápido en el desarrollo y uso de la IA.
Uruguay cuenta con fortalezas que no son triviales, incluyendo una alfabetización digital con gran potencial de crecimiento. El 88% de los trabajadores en Uruguay ya incorpora herramientas de IA en alguna instancia de su rutina laboral (frente al promedio mundial de 75%) según el Índice de Tendencias Laborales 2024 de Microsoft y LinkedIn[2]. Este nivel de uso es excepcional para la región y sugiere que la productividad puede crecer incluso antes de que la tecnología se masifique plenamente en las empresas.Sin embargo, son pocas las empresas que incorporan IA dado que las PyMES, que representan más del 90% del tejido empresarial, enfrentan barreras aún más grandes: costos elevados para adoptar tecnología y dificultades para acceder a asesoramiento técnico, a lo que se le suman los cuellos de botella estructurales. Estas herramientas rinden más en entornos donde operar es ágil, pero Uruguay arrastra rigideces laborales, trámites lentos, una estructura tributaria pesada y procesos regulatorios que no acompañan la velocidad tecnológica.
Un estudio del CEPE-Fundar[3], da cuenta que en Uruguay el uso de la IA en el ámbito laboral responde mayormente a la iniciativa personal debido a la ausencia de estrategias empresariales. Esto determina que en Uruguay la decisión es más táctica que tecnológica. Por primera vez en décadas, el país puede alterar su trayectoria sin depender de un factor externo favorable. La IA puede ser un nuevo acelerador de crecimiento en tanto Uruguay se anime a construir alrededor de ella: educación técnica fuerte, reconversión laboral permanente, estímulos a la inversión productiva y un Estado ágil. La Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial 2024-2030[4] va en esa dirección pero no es suficiente, al igual que la institucionalidad y la estabilidad macroeconómica que son un activo, pero el desafío es aprovecharlo para seguir construyendo.
En BBVA ya implementamos políticas de formación y uso de IA estimulando su uso a todos los colaboradores porque estamos convencidos de sus beneficios. La oportunidad es ahora.
- Los autores, Adriana Haring y Juan Manuel Manias, economistas de BBVA Research.
[1] Boosting growth in Uruguay through structural reforms and artificial intelligence. FMI 2025
[2] Microsoft 2024 Work Trend Index Annual Report.
[3] Encuesta Nacional sobre Adopción de IA en Uruguay. Agosto de 2025. Centro de Evaluación de Políticas basadas en la Evidencia, Universidad Torcuato Di Tella (CEPE) y Fundar Centro de investigación y diseño de Políticas Públicas.
[4] Agencia de Gobierno electrónico y Sociedad de la Información y del Conocimiento.(Link)