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Historia económica y gobierno

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Quien ingrese al MEF en 2020 tendrá que afrontar temas sustanciales. Foto: F. Ponzetto
Fachada del edificio sede del Ministerio de Economia y Finanzas (MEF), ubicado en Colonia 1089, barrio centro, Montevideo, ND 20170713, foto Fernando Ponzetto - Archivo El Pais
Fernando Ponzetto/Archivo El Pais

ANÁLISIS

Los problemas que se han acumulado son muchos e importantes, por haberse gobernado en modo piloto automático en este último periodo.

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Hace dos lunes me referí al anteproyecto de ley de urgente consideración y expresé que nadie en la futura oposición debió sorprenderse por su contenido, que había sido mayoritariamente anunciado en la campaña electoral por Luis Lacalle Pou, y que lo que no lo hubiera sido, seguía una lógica coherente con la filosofía liberal del presidente electo y su equipo. Pero en la nueva oposición dijeron que se sorprendieron.

Tampoco hay sorpresas en la herencia a recibir por el nuevo gobierno y no es cierto que se vayan a encontrar con una situación peor de la esperada. Si así fuera sólo sería posible por su propia imprevisión. Por suerte el futuro director de la OPP, Isaac Alfie, puso las cosas en su lugar y desde esta página, en una serie de cuatro buenas columnas, resumió la herencia a recibir, que todos los que seguimos los datos conocemos bien y anticipamos desde hace tiempo. Pero otros en el más alto nivel del gobierno electo, expresaron sorpresa por la situación.

Así que, dejando falsas sorpresas de lado, que en ambos lados utilizan para llevar agua para sus respectivos molinos o construir relatos, todo es bastante claro, conocido y entendible.

En el caso del gobierno electo es correcto y oportuno “denunciar la herencia”, como expresé reiteradamente desde esta columna el año pasado. Es necesario hacerlo, para fundamentar las medidas que puedan disgustar. Esa herencia, si es debidamente difundida y explicada, puede servirle al nuevo gobierno para explicar por qué hará lo que hará. El nuevo gobierno tiene toda la autoridad moral para proponer y hacer hasta la última palabra de lo que escribió en su programa o de lo que expresó su candidato. Pero no la tiene para hacer lo que juró que no haría. Pretender que la herencia es peor de lo esperado implica abrir una hendija hacia esto último.

De este modo, al saliente deben endilgarse los costos que puedan venir por las acciones que corregirán sus errores y sus omisiones. Lo que no es fácil, por aquello de “piove, governo ladro!”. Y el entrante deberá cargar con los suyos en el caso en que finalmente lleve adelante medidas que prometió que no haría.

Pero más allá de eso, lo que sucedió en estos años ya es historia económica. Cercana, pero historia al fin, como la de los noventa o la de los sesenta. Ahora se inicia un nuevo gobierno que asume el próximo domingo y que pidió que lo votaran para gobernar. Y esto incluye hacerse cargo desde el lunes, de todo aquello que cuando quería llegar a donde llegó, criticó, denunció y dijo que cambiaría, y también aquello con lo que ilusionó.

Los problemas que se han ido acumulando en los últimos años han sido muchos e importantes. Tanto en el frente macro como en el de los temas más estructurales, por haberse gobernado en modo piloto automático en este último período.

En la macro hay una situación fiscal insostenible con una deuda imparable. La mayor parte del presupuesto es rígido, con reglas que indexan sus precios y normas y prácticas que hacen crecer sus cantidades. También hay atraso cambiario, para decirlo en un lenguaje entendible por todos. La economía privada está estancada desde hace cinco años en los cuales se perdieron más de 50 mil empleos.

Y en los temas más importantes, hay numerosas asignaturas pendientes: la reforma de la seguridad social, la gobernanza de las empresas estatales, la modernización de la enseñanza pública, lo mismo con las relaciones laborales, la puesta al día de la infraestructura vial y portuaria, la inserción externa, entre otros.

La historia económica reciente y no tanto es la que ha dado lugar a las cosas buenas que tenemos y también a las malas y a las que no tenemos. Hay éxitos y fracasos compartidos por todo el sistema político, donde muchas veces, a pesar de pertenecer a diferentes partidos y promover distintas filosofías, todos son más parecidos que diferentes entre sí. Siempre ponemos el mismo ejemplo, por ser seguramente el mejor, para destacar una buena política de país: el manejo de la deuda pública. También podemos elegir entre varios, para señalar malas: la enseñanza pública, la gobernanza de las empresas estatales, el servicio civil, el clientelismo político, la cercanía con corporaciones.

De nuevo, todo eso ya es historia y al gobierno que asume el lunes, muy pronto poco le servirá para justificar sus errores y sus omisiones, que como todo gobierno los tendrá. Desde el lunes, los salarios y las jubilaciones las pagará el nuevo gobierno, lo mismo que los vencimientos de la deuda. La infraestructura será su responsabilidad y también serán suyos los éxitos y fracasos de las políticas sociales. La inflación, las tarifas públicas y el déficit fiscal serán su responsabilidad. También la inversión, el empleo y el salario real. Y la pobreza y la indigencia.

Hace unos años, ante una situación económica complicada, no tanto como la de ahora, le dije a un destacado político que quizá no le conviniera ganar en ese momento y esperar a que lo peor pasara para intentarlo luego. Él me dijo que eso no le importaba, que debía hacerse cargo en ese momento, aunque tuviera que enfrentar el peor escenario.

Pues bien, de eso se trata, de hacerse cargo. Terminó el tiempo de las promesas, de las críticas al gobierno, de predicar la buena nueva. Llegó el tiempo de gobernar. Es ahora…

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