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Girar “un poco más la tuerca” hacia la desdolarización

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Gerardo Licandro - Director de Asesoría Económica del Banco Central del Uruguay

ENTREVISTA

Falta de crédito en pesos genera ineficiencia en la gestión empresarial lo que afecta productividad y crecimiento de largo plazo

El Banco Central liderará en breve un proceso de diálogo para impulsar la desdolarización y el desarrollo de mercados en pesos, iniciativas que destacan dentro delplan estratégico 2021-2025 de la institución. Para Gerardo Licandro, Gerente de Asesoría Económica del BCU, la clave de este proceso es reducir la inflación y generar una moneda de calidad. Licandro enumeró los cambios introducidos después de la crisis de 2002, pero afirmó que es necesario profundizarlos. Se abrirá “un espacio de discusión” con todos los agentes implicados, con el objetivo de definir acciones sobre aspectos regulatorios y reformas micro, a impulsar en el período. “Si seguimos dolarizados estamos comprometiendo el crecimiento de largo plazo”, sentenció el especialista. A continuación, un resumen de la entrevista.

—La desdolarización es un gran pendiente en la economía uruguaya; hubo avances en los últimos años, pero seguimos teniendo el dólar como referencia principal. ¿Qué ha faltado?

—Nuestro diagnóstico era incompleto… uno de los focos, después de la crisis de 2002, fue tratar de lidiar con la fragilidad financiera derivada de la dolarización. El problema en aquel momento se identificó como el descalce de monedas, el efecto que eso tenía sobre la capacidad de pagar las deudas. Fue una agenda importante, basada en dos pilares: reconocimiento regulatorio de riesgos y generar una alternativa viable para competir con el dólar.

—Hubo resultados positivos…

—Claro que sí. Fuimos muy exitosos en reducir los descalces de monedas. Mientras que en 2002 las empresas tenían una posición en dólares negativa del 40% de sus activos de corto plazo, al día de hoy, en la empresa promedio ese descalce prácticamente no existe. También se avanzó mucho con la desdolarización de la deuda pública que se redujo del 100% a cerca del 50%. Pero el problema no es solo el descalce. El problema es que, en una economía pequeña y abierta como Uruguay, no alcanza con eliminar los descalces por las ineficiencias que la dolarización impone en la gestión empresarial y su impacto negativo en el crecimiento económico.

—¿Cómo han lidiado las empresas con esa realidad?

— Para evitar descalces, las empresas acumulan mucha liquidez en moneda extranjera; reducen los niveles de endeudamiento en la hoja de balance, que es como reducir el tamaño de la empresa. También detectamos empresas que afectan su gestión de inventarios, acumulando insumos en demasía o reduciendo su inventario de bienes terminados o dolarizan los precios en la cadena comercial. A lo largo del tiempo, este tipo de cosas —que son parte de la cultura uruguaya— van acumulando efectos negativos que afectan el crecimiento de las empresas y la economía en su conjunto.

—Una característica del mercado son los precios en dólares de bienes o servicios que no parecería que estuviesen condicionados por el dólar…

—Es un problema que las empresas hagan pricing en dólares a nivel doméstico. En una situación de crisis, si hay un problema de demanda, en vez de bajar los precios, estos suben. Es lo que pasa con el mercado de vivienda. Ahora, con la crisis por el COVID, el tipo de cambio saltó, los ingresos domésticos cayeron, pero los precios —en términos de pesos— subieron. Eso hace que el ciclo de actividad sea más amplio. La dolarización reduce el crecimiento y hace el ciclo de actividad más amplio.

—¿Cuál puede ser el punto de partida de una estrategia para profundizar la desdolarización de la economía local?

—El BCU está apostando a generar una moneda de calidad. Eso tiene dos dimensiones. La más importante, apuntar a una inflación baja y estable. El gobierno ha optado por una práctica con un BC más independiente con un objetivo de inflación más bajo y este ha apostado a una nueva política monetaria con mayor transparencia y accountability, con manejo de tasa de interés entre otras medidas. El segundo eje, apunta a acordar una agenda de reformas micro, a partir de un proceso que, bajo el liderazgo de BCU y el MEF dialogue con las partes interesadas para entender las patologías que genera la dolarización y se nutra de opiniones sobre qué cosas se podrían hacer para reducir nuestra dolarización de largo plazo.

—¿Qué condiciones necesariamente debe reunir la economía para orientarse a un uso más intensivo de la moneda local?

—Reafirmo que lo primero es bajar la inflación y que eso ya esté en los programas macro es un muy buen punto de partida. Luego hay varios temas micro para atender, como -por ejemplo- la reducción que se efectuó recientemente de los encajes en pesos. Entre ellos, temas de defensa de consumidor y de regulación de precios, de creación de mercados, de acceso a productos, culturales y también cuestiones vinculadas con el sistema impositivo, que no es neutral en lo que atañe a las monedas.

—¿Qué otros cambios son necesarios en materia impositiva?

—Los definiremos en el proceso de consulta con los agentes involucrados. Hay muchos cambios micro para hacer que queremos discutir con los demás actores del sistema, propuestas que se incluyan luego en una iniciativa del gobierno, la que estaría pronta para aplicarse cuando la inflación en el país ya esté baja, porque eso es una condición previa. A modo de ejemplo, la regulación del IVA a las tasas de interés bancarias parece algo a revisar.

Pero hay otras medidas que, mirando lo que han hecho otros países, pueden ser interesantes de aplicar.

—¿Por ejemplo?

—En Perú, se tomó una regulación de defensa del consumidor en el año 2004 que permitió mantener precios en dólares en los comercios, pero obligó a poner los precios en moneda doméstica también, con al menos el mismo destaque. Y una norma tan sencilla, lo que provocó en Perú fue que, los comerciantes, para no incluir más de un precio y eso resultara confuso ante los clientes, optaran por dejar solo en precio en soles. Eso, a su vez, tuvo un impacto muy importante sobre el ahorro para la compra de esos bienes, en moneda nacional.

Es importante destacar que este proceso de cambios no se puede hacer en base a quitar libertades o sacarle instrumentos a la economía privada. Se trata de agregar otras opciones y estimular los cambios. No prohibir.

—¿Cuánto de la dolarización responde a factores económicos y cuánto a cuestiones culturales enraizadas en la sociedad?

—Tiene mucho de cultural, pero también deriva de la falta de opciones. Por eso este diálogo que nos proponemos iniciar, para observar sector por sector e identificar soluciones que nos permitan salir de la dolarización. El empresario que se dolariza no es tonto, está eligiendo entre las alternativas disponibles, la clave es ofrecerle otras.

—Es claro que hay un factor de desconfianza también; ¿cómo hacer para que el peso se considere una opción que no implique riesgos mayores?

—Sobre dolarización cultural hicimos una investigación con Miguel Mello en 2017 (Dolarización cultural y financiera de los hogares uruguayos) donde estudiamos los determinantes de este fenómeno y encontramos como determinante fundamental el precio de las viviendas. El uruguayo reconoce que las transacciones de gran porte —las viviendas en especial— se hacen en dólares. Ese es un obstáculo fundamental. Ahí claramente hay una cuestión de desconfianza derivado de una historia de inflación, por eso es central que la política monetaria apunte a una estabilidad de largo plazo que le devuelva ese contenido informativo de un precio en pesos, que hasta ahora puede ser irrelevante en determinados mercados, como el de la vivienda.

—Dado que la vivienda es el claro reflejo de una economía que piensa en dólares. ¿Cómo modificar ese comportamiento?

—La gente lo piensa así, y la cotización se fija en dólares. Pero el valor del inmueble no está vinculado al dólar, sino al poder de compra del mercado doméstico. Por eso también hay que trabajar en la desdolarización de precios.

—Desde la aparición de la UI hubo un cambio en el mercado en cuanto a la financiación…

—Fue un cambio positivo pero incompleto. El financiamiento puede ser en UI, pero la fijación del precio todavía es en dólares. Eso tiene que cambiar. Fundamentalmente porque la construcción y el sector bienes raíces son sectores muy importantes para la economía uruguaya y están muy afectados por la rigidez de los precios en dólares que comentamos antes. Es clave un cambio allí, y es por eso que en la agenda de trabajo que tenemos por delante, una de las primeras reuniones será con los agentes del sector de la construcción.

—El mercado de automóviles es diferente. Los vehículos se adquieren en dólares en origen. ¿Qué justifica el cambio?

—Me parece lógico que los hogares ahorren en la moneda en la que se propongan comprar determinado bien durable; desde el punto de vista financiero, es un consejo sano. Pero hay que entender que mientras que tener vehículos importados no es un tema solo de Uruguay, el problema de la dolarización doméstica de precios sí lo es. Uruguay tiene más dolarización de activos y de precios que países que han tenido procesos de hiperinflación. La pregunta es: ¿por qué este tema tiene tal envergadura en nuestro país? Hay que tratar de entenderlo, girar esa tuerca para mejorar lo que ya hicimos, que ha sido bueno.

El tema que todo lo que es cultura es un problema de coordinación, donde necesitamos que todos actúen al mismo tiempo. Por eso, la idea es terminas este proceso de discusión con un proyecto de ley que opere como un “lanzamiento” que le diga a todo el mundo: “bajamos la inflación, ahora es momento de pasarnos a pesos”, poniendo en marcha los incentivos necesarios.

—¿Un dólar débil como el que tenemos en la actualidad, ayuda a enfocar una discusión sobre este tema?

—En la segunda mitad de la década de los años 2000, vimos como la debilidad del dólar frente a las monedas emergentes, auspició un retroceso de dolarización en toda América Latina. Perú, Bolivia, Costa Rica, Paraguay y también Uruguay, vieron cómo la dolarización retrocedía ante ese fenómeno de dólar más débil. Es cierto que ello daría una mano, en el corto plazo, para medidas de este tipo.

—Hay una corriente de pensamiento en Uruguay que sostiene que la mejor opción para evitar esos vaivenes generados por el tipo de cambio sería abandonar el peso y dolarizar totalmente la economía. ¿La considera una opción válida?

—No es una solución. Eliminar la moneda uruguaya no elimina que Uruguay tiene una estructura diferente a Estados Unidos. Quiere decir que los mismos shocks tienen efectos productivos distintos en Estados Unidos que en Uruguay. Por lo tanto, los precios relativos en ambos países evolucionan distinto. Eliminar la moneda y dolarizar completamente es una mala solución, que solo han adoptado países que —a diferencia de Uruguay— no tienen las condiciones institucionales para tener una moneda por sí mismos.

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