Para Ricardo Zúñiga, ex subsecretario adjunto de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de Estados Unidos, “hay una campaña distinta” en su país,luego del relevo de Biden por, si la convención lo ratifica, Kamala Harris en el Partido Demócrata.Estima que su candidatura movilizará a más votantes, entre demócratas que estaban desalentados con Biden y republicanos que se oponen férreamente a una mujer de raza negra. Asegura que, si bien la postura de defensa de la industria nacional no parece diferenciar mucho a las dos opciones en contienda, las distancias son muy grandes cuando se contrapone la mirada sobre la guerra en Ucrania o las relaciones con China. “El mundo debe tenerlo en cuenta”, advirtió. Sostiene que cualquiera sea el gobierno, no se habla de tratados de libre comercio, pero sí de acuerdos comerciales sectoriales donde habrá oportunidades para Latinoamérica. Hay mucho espacio para la región, asegura. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cuál es el análisis de la nueva pugna electoral que se inicia ante la retirada de Biden de la candidatura?
—Es una nueva campaña para ambos, completamente. Tanto demócratas como republicanos tienen que empezar de nuevo, en términos de definir el contrincante y la estrategia. Hasta ahora, se trataba de un referéndum de Biden sobre Trump, y viceversa. Por un lado, la agresividad, las amenazas y sus antecedentes, contra Trump; por otro, la edad y la salud de Biden. En ese escenario, quedaba claro para el partido demócrata que estaba camino a la derrota y tenían que efectuar un cambio. Ahora es un nuevo momento y cada quien está tratando de definir al otro. Es probable que por su perfil, Kamala Harris utilizará de una manera más eficiente ese flanco débil de Trump en la campaña.
Trump pondrá el énfasis en acusarle de radical, de izquierda, aunque el subtexto en Estados Unidos será que la gran preocupación que tienen los votantes de Trump es que se trata de una mujer negra. Entonces, buscarán enfatizar eso. La descalificación.
—¿Los demócratas tienen tiempo suficiente para, convención mediante, enfocar una nueva campaña?
—Sí, sin dudas. Eso no es problema. Antes del año 2000 las campañas no empezaban a finales de agosto y septiembre. De hecho, la campaña está estructurada para comenzar después de las convenciones partidarias. Son más de 100 días de campaña, es suficiente.
Como siempre, será una elección que se decida entre cuatro y siete estados claves y ahí acaba el cuento. Cuál de los candidatos va a poder movilizar un número suficiente de adherentes para superar al otro en esas jurisdicciones cruciales. Lo que creo que cambia ahora es la gente movilizada en la campaña.
—¿Por qué?
—Había muchos demócratas que estaban desmotivados para salir a votar; se sabía que no iban a votar a Trump, pero preferían quedarse en sus casas, y era lo que preocupaba, dada la condición de Biden. Ahora, parece que hay otro entusiasmo. Y obviamente una mujer negra levanta preocupaciones entre los votantes conservadores y ellos también van a salir a votar, porque lo que tienen es temor de la victoria de una persona que no quieren.
—¿Qué deja el gobierno de Biden desde lo social y económico? Algunos indicadores económicos están mejor, pero la percepción de la sociedad no parece tomarlo en cuenta…
—Hay un divorcio entre los números y la percepción de los consumidores. Es así. La polémica es tal que en Estados Unidos hay como dos realidades. La desinformación y la información politizada están contaminando la realidad. Cuando responden las encuestas, el 60% de los estadounidenses piensa que su situación personal ha mejorado, pero que lo que ven en las noticias es que la situación de otros ha empeorado, cuando no es cierto. Por eso luego reflejan que la situación del país no es buena. Esa percepción es muy importante y abre una brecha.
—¿La situación criminal de Trump genera dudas hacia dentro del Partido Republicano?
—Para sus seguidores, eso no es importante. Hay un porcentaje, las encuestas ubican entre 4-5% de los republicanos que dejarían de ir a votar, desalentados por la candidatura de alguien que está en líos con la justicia. Tampoco me aferro totalmente a los datos que hoy vuelcan las encuestadoras. Eso puede ser la diferencia en ciertos estados, como Pennsylvania o en Michigan. Si estamos hablando de una diferencia de 20, 30 mil votos, eso puede ser un factor importante.
—¿Qué puede esperar el mundo de uno u otro candidato?
—Empecemos por aquellos temas en los que no veo grandes diferencias: desde el punto de vista productivo, la política industrial, no sufrirá cambios, gane quien gane. Va a permanecer, como ya viene ocurriendo, el enfoque de desarrollar la economía estadounidense, así como la oposición a tratados de libre comercio. Esto ya es parte de las propuestas de unos y otros. Puede haber matices, pero no muda en forma importante.
—¿O sea que, la consigna del “Make Great America Again” se consolidó en Estados Unidos, incluso en el gobierno demócrata?
—Creo que sí. Con un plus interesante: Biden siempre fue uno de los políticos más próximos a los sindicatos, que por décadas han estado impulsando políticas de recuperación para la industrial. O sea, por un lado un compromiso con los obreros de la industria y por otro, el mantenimiento de la misma ruta en términos de la relación con China, tal como la había establecido Trump. Entonces, podemos hablar sí de sintonía en ese terreno, en términos generales.
Distinto es en el plano geopolítico. Notoriamente.
—¿Cuáles son las principales diferencias?
—Los demócratas están del lado de Ucrania y de la OTAN y queda claro que el equipo de Trump, no todos los republicanos, tienen una mirada distinta. Desde su postura, el escenario deseado es una retirada de Estados Unidos y la OTAN de facto de suelo ucraniano y eso implica un giro geopolítico enorme. Una victoria por parte de Rusia en Ucrania levantaría muchas preocupaciones políticas. El mundo debería tomar en cuenta esas posibles actitudes del candidato republicano.
Por otro lado, está China. Trump ha indicado que no protegería a Taiwán, ante un enfrentamiento en la región. Probablemente, todo eso generaría más incertidumbre en los mercados internacionales, tasas de interés más elevadas, etc. A eso hay que agregarle el efecto de la suba de aranceles que está planteando también Trump, lo que tendría un fuerte impacto en el intercambio de bienes a nivel internacional.
—¿Y con América Latina?
—Para las Américas, yo creo que nadie podría desentenderse desde el gobierno de Estados Unidos. Creo que es imperativo para los demócratas, si llegan al gobierno, buscar la manera de un acerca miento mayor, imprimirle otro impulso a lo delineado por Biden hasta el momento.
—Marcaba antes una postura contraria a los acuerdos de libre comercio…
—Si hay una administración demócrata habrá interés en avanzar, pero siempre con la preocupación del efecto político que eso pueda tener en Estados Unidos. Pero eso no quiere decir cerrarse. No habrá tratados integrales, pero sí sectoriales, por ejemplo, en áreas donde la industria estadounidense requiere recursos, como pueden ser los minerales.
Pero también se debe hacer centro en el concepto de near shoring. Allí hay mucho para avanzar con los países latinoamericanos, definiendo acceso a mercados con facilitación comercial, sin necesidad de tratados integrales. Todo eso daría espacio a un mejoramiento en cadenas, bienes y sectores específicos. Si se quiere competir con China, hay que abrir el mercado americano a más competencias de América Latina.
—Si tuviera que definir la principal diferencia en cómo definen cada opción política los intereses de Estados Unidos en los países que supuestamente son próximos, ¿cómo lo haría?
—De un lado hay una postura de aproximación, de buenos modales, soft power. Del otro, los republicanos se presentarían como pragmáticos, pero son transaccionales. Ellos no ven a la política exterior como una política de valores, sino que una competencia dura entre diferentes poderes. De un lado y otro; entonces, se trata de un intercambio de intereses, según sus puntos de vista. “Te doy, de acuerdo a lo que quiero que tú me des”. Está bien, es parte de la realidad. Pero el trabajo de los gobiernos democráticos debería ser tratar de crear espacios más seguros para otras democracias. Particularmente, para algunos gobiernos en América Latina es muy conveniente tener un gobierno al cual no le importa la democracia o el desarrollo. Solo parece relevante que estés conmigo hoy, mañana y el próximo día en todo, por encima de cualquier cosa. No es la tradición norteamericana, es la vuelta a una política de antes de la Segunda Guerra Mundial; un fenómeno que tiene, mucho apoyo del lado republicano en estos momentos. No es buena señal.
—Durante la administración Biden se puso en marcha la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas con un grupo de países de la región, pero no parece haber grandes avances…
—No alcanza con hablar solamente, hay que avanzar decididamente. Es cierto que China ha aprovechado un espacio, pero también es interesante tener en cuenta que el nivel de inversión norteamericana en América Latina supera a la de china como nueve veces. Distinto es en materia de intercambio comercial. China ha generado una fuerte demanda de bienes de Latinoamérica, sobre todo agrícolas, en un terreno donde también juega Estados Unidos como productor.
Pero en una economía que está en un momento de transformación, donde los servicios se están incrementando, donde hay necesidad de una inversión gigantesca en la infraestructura de América Latina, debería haber bastante más espacio para que Estados Unidos incremente su presencia. Pero también en el sentido inverso, debería haber espacio para que empresas de Latinoamérica participen en ese crecimiento global, en el mercado estadounidense.
Ahora, América Latina no es una sola. Hay distintos acentos y posturas. Creo que los países que tienen más interés y posibilidades de acercarse no deberían quedarse a esperar a Estados Unidos. Tienen que hacer oír su voz en Washington, en Nueva York y en Miami. Uruguay tiene un muy buen perfil para ello…
—¿En qué piensa, concretamente?
—Es un país ya reconocido por su perfil tecnológico. Donde hay casos de éxito en materia de innovación. Acá (en Estados Unidos) hay mucho espacio para empresas uruguayas que puedan aprovechar el crecimiento interno en Estados Unidos y también presentarse como socios favorecidos en una relación comercial con contrapartes estadounidenses. Pero tienen que ir a buscarlo. Hay que estar allá.