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Desigualdad internacional de ingreso y COVID

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Hisopado para evaluar presencia de coronavirus. Foto: Leonardo Mainé

OPINIÓN

Al revés de lo ocurrido durante décadas, el crecimiento chino del 2020 aumentó la desigualdad mundial cuando es ponderada por el tamaño de la población.

Hisopado para evaluar presencia de coronavirus. Foto: Leonardo Mainé
Hisopado para evaluar presencia de coronavirus. Foto: Leonardo Mainé.

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Angus Deaton es un economista británico, nacionalizado estadounidense, asociado a la Universidad de Princeton. Dentro de sus muchas distinciones, en 2015 recibió el Premio Nobel de Economía “por su análisis del consumo, la pobreza y el bienestar”. En esta nota comento un documento de su autoría aparecido hace pocas semanas en el National Bureau of Economic Research (NBER).

Cada vez que hay un impacto nacional negativo, los más débiles sufren más que los más fuertes. Los más pobres más que los más ricos. Los menos educados más que los más educados. El COVID no es la excepción. No todas las ocupaciones ofrecen flexibilidad, seguridad económica y son proclives al teletrabajo. Quienes tienen formación terciaria, quienes tienen ahorros, quienes tienen vivienda propia han sufrido menos. Pero esto no debe confundirse con el impacto de la pandemia en la desigualdad internacional. Es distinto.

El también Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz ha expresado que la pandemia ha exacerbado las desigualdades entre países. Argumenta que los menos desarrollados tienen sistemas de salud más precarios y población más vulnerable al contagio. Angus Deaton reconoce que este argumento es convincente, pero muestra que es empíricamente falso.

El punto de partida son dos hechos estilizados clave. Primero, al menos hasta la fecha (y esto puede cambiar en el futuro), los países más pobres han sufrido menos muertes por COVID per cápita que los países más ricos. Segundo, mundialmente, las caídas en el PIB del 2020 estuvieron fuertemente correlacionadas con la cantidad de muertes per cápita por COVID. A quienes peor les fue sanitariamente, peor les fue también económicamente. Al contrario de lo que se creyó al comienzo de la pandemia, los datos rechazan la dicotomía salud-economía. No es salvar vidas o salvar la producción nacional, ambas han ido de la mano.

Estas dos regularidades han provocado que los ingresos per cápita, en promedio, hayan caído más en los países que en el 2019 eran más ricos. En términos relativos, a los países más pobres les fue mejor. Por lo tanto, en la comparación, los ingresos per cápita nacionales están más cerca unos de otros en el 2020 que en el 2019.

Entrando un poco más técnicamente en materia, la desigualdad de ingresos internacionales se puede medir de varias formas, dos de ellas relativamente sencillas. La primera considera a cada país como si fuera una persona y mide la desigualdad internacional como la dispersión de los ingresos entre estas “personas-países”. La segunda, supone que cada habitante del mundo tiene un ingreso correspondiente al promedio de su país y la desigualdad internacional es la dispersión entre todos estos individuos. Parece similar, pero hay una diferencia. En la primera medida todos los países pesan igual, mientras que en la segunda los países más poblados tienen un mayor peso, ponderan más.

La desigualdad no ponderada por población (la primera medida) aumentó hasta mediados del 2000, luego bajó y se estabilizó. La desigualdad ponderada (la segunda medida) viene bajando al menos desde 1995 debido al rápido crecimiento del PIB per cápita en India y China, que han venido subiendo desde la parte inferior de la distribución del ingreso internacional.

Deaton en su trabajo analiza cómo cambiaron ambas medidas de la desigualdad producto de la pandemia. Demuestra que la desigualdad global (no ponderada) ha disminuido en el 2020, y que lo ha hecho justamente a causa de la pandemia.

En cambio, la medida de la desigualdad global ponderada por población ha aumentado, pero, esto no se debe a que los países pobres hayan experimentado una caída de ingresos mayor que los países ricos, por el contrario, se debe a que a China le ha ido muy bien aún durante la pandemia. Hace décadas China era un país relativamente pobre. Su explosión de crecimiento sacó a más de mil millones de personas del fondo de la distribución de ingreso mundial e hizo que la distribución de ingresos mundial mejore. Pero en los últimos años esta situación cambió. En términos relativos, China ya no es un país pobre. De la población mundial de 7.800 millones, 4.400 millones viven en países cuyo ingreso per cápita es más bajo que el chino, mientras que solo 2.000 millones viven en países cuyo ingreso per cápita es más alto. Durante la pandemia, China creció mientras que la mayoría de los países vieron sus economías contraerse. Al revés de lo que sucedió durante décadas, el crecimiento chino del 2020 aumentó la desigualdad mundial cuando esta es ponderada por el tamaño de la población. Sin el coloso en las estimaciones, aún la medición ponderada de la desigualdad de ingresos cae.

Estos resultados deben de interpretarse adecuadamente. No nos dicen qué países, los ricos o los pobres, han sufrido más. Entender esto implica medidas en términos absolutos. Existen estimaciones que la pandemia provocará, mundialmente, que unas 100 millones de personas caigan en la pobreza. Estos nuevos pobres probablemente estén mayormente distribuidos en los países de menores ingresos per cápita, simplemente porque allí ya había previamente más familias viviendo con ingresos cercanos a la línea de pobreza. Deaton nos habla de un concepto relativo como la distribución de ingresos. Lamentablemente, es posible tener mejor distribución de ingreso y también más pobres.

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