Rodas de samba: cómo este ritual histórico ahora conquista Montevideo y se vuelve un fenómeno del momento

La escena del samba sorprende por su crecimiento en la capital. Hay más grupos, más público y una energía colectiva que convierte cada roda en un espacio donde conviven la mezcla cultural, lo comunitario y la celebración.

Roda de Samba
Roda de Samba del grupo "Mais Uma".
Foto: Lewis Medina

Una noche veraniega en Pocitos alcanza para comprobarlo. El parador Los Delfines estalla en palmas de samba, las mesas quedan vacías porque la gente está bailando y el sonido del pandeiro se escucha desde lejos. Para muchos, esta escena es nueva; para otros, es un ritual que se repite desde hace tiempo, aunque ahora la efervescencia es otra. Y para quienes llevan décadas defendiendo el género, lo que ocurre hoy en la ciudad es un “crecimiento del 1.000%”, como dice Miguel Athaides, músico fundador del grupo Favela, que desde hace 20 años mueve el circuito local del samba.

Las rodas de samba —ese círculo vivo donde la música y el público son parte de una misma vibración— consolidan una movida que ya no es un espejo lejano de Brasil, ni solo un entretenimiento de verano. En Montevideo y en varios puntos del país, el samba crece, se profesionaliza y se diversifica. Y, sobre todo, contagia: a los uruguayos de frontera, a los brasileños que buscan reencontrarse con su cultura, a quienes viajaron a Brasil y volvieron atravesados por una energía nueva, y a los que descubrieron todo por las redes o en un bar de barrio.

En los últimos años, surgieron más grupos, se multiplicaron los escenarios, se formaron nuevas generaciones de instrumentistas y se abrió un mercado que hasta hace poco parecía improbable. Hoy, Montevideo puede tener tres rodas en la misma noche, mientras músicos y músicas transitan entre proyectos para sostener una demanda que crece sin prisa, pero sin pausa.

Para entender por qué el samba genera este magnetismo, conviene volver a su raíz: nacido en las comunidades negras, siempre fue mucho más que un género musical. Surgió como expresión de resistencia, de celebración y de vida colectiva. Fue hijo de la senzala; su matriz llegó de África con los pueblos esclavizados, y durante siglos los tambores resonaron en las haciendas del Nordeste, Río y San Pablo.

Su estructura circular —que no es lo mismo que el carnaval de escola de samba, un espectáculo coreografiado y competitivo, mientras que la roda es un encuentro espontáneo y centrado en la musicalidad—, heredera de tradiciones africanas, mantiene vivo hasta hoy ese gesto de reunión y pertenencia capaz de transformar cualquier rincón en un territorio afectivo.

Esa historia —contada por quienes hoy sostienen el movimiento— ayuda a entender cómo el samba se volvió parte del pulso cultural del Uruguay.

Una semilla que vino de la frontera

Para explicar por qué el samba se incorporó tanto en Uruguay, hay que mirar hacia el norte. En Rivera y Artigas (en particular Bella Unión), la frontera con Brasil significa también televisión en portugués, fiestas barriales al ritmo de Zeca Pagodinho y carnavales con escolas históricas. Esa herencia, repetida en muchos hogares, da cuenta de por qué tantos músicos nacieron con el oído entrenado para esa cadencia.

Uno de ellos es Brahian Ferreira Bueno, músico de 25 años, nacido en Artigas. “En casa mirábamos televisión brasileña, y la música era parte de la vida cotidiana. Crecí con mi madre escuchando a Arlindo Cruz y Zeca Pagodinho”, cuenta. Su primera formación en percusión fue autodidacta, viendo videos en YouTube. Y aunque Artigas vive un carnaval de escola de samba enorme, lo que encontró en Montevideo lo sorprendió. “En 2023 me invitaron a tocar con Samba do Marcio. El primer toque fue en el Mercado Ferrando. La cantidad de gente que había, y cómo acompañaban… era impresionante. En Artigas eso no pasa. Si bien hay una movida de escola de samba, no hay tanto ese formato participativo de roda de samba; es distinto”, dice.

Brahian Ferreira
El músico Brahian Ferreira.
Foto: Belén Soca

Desde entonces, Brahian toca en Samba do Marcio, en Favela —una banda de samba raíz— y en Renascimento, una agrupación con más de 40 años de historia. Y es testigo de un fenómeno inesperado: la mezcla generacional en músicos y público. “En Favela hay un músico de 67 años que vivió en San Pablo, y estoy yo con 25. Y lo mismo en el público, ves gurises de 20 y gente de 70 encantada”, comenta.

En Montevideo —como en Río de Janeiro, pero distinto dadas las proporciones y el arraigo— la roda se volvió una comunidad. “Creo que lo que llama, más allá de lo musical, es el ambiente. La energía que se siente en la roda, esa calidez. Las personas crean un sentido de pertenencia”, sostiene el músico.

Pero ni todo este movimiento fronterizo y generacional explica por sí solo el presente. Mucho antes de la explosión actual, ya había escuelas de samba con historia larga en Uruguay: Bafo da Onça, por ejemplo, lleva más de 60 años activa (ahora como orquesta), marcando una presencia que demuestra que el vínculo cultural con Brasil no es una moda reciente, sino una tradición que se reconfigura.

Es decir, si hoy las rodas están llenas, no es solo por la globalización o las redes sociales, también se debe a quienes sostuvieron el género cuando la escena era incipiente. Músicos que tocaron para diez personas y que formaron grupos en años donde no había demanda local, por puro amor al género.

Uno de ellos es Miguel Athaides, integrante del grupo Favela y ex director de batería de la Escola de Samba Asabranca. Su relación con la música brasileña empezó en su casa en Cerrito de la Victoria, rodeado de tías y tíos de Rivera que escuchaban Martinho da Vila y Nelson Gonçalves. De niño improvisaba instrumentos con ollas y baldes; de joven se mudó a San Pablo y vivió 12 años allí. Cuando volvió a Uruguay, en 1994, encontró un ecosistema mínimo. “Cuando llegué acá no había este movimiento”, recuerda quien se integró a Banda Renascimento y luego al grupo Favela.

Hoy mira la escena y ve un cambio rotundo. “La movida de roda de samba creció mucho. La gente ya no va en plan cotillón, va a escuchar música, canta los temas, acompaña, siente”. Para él, el atractivo es un combo: lo musical, lo comunitario y la energía que se comparte. “Es como tocar con una gran familia. La gente se conoce entre sí. Hay una comunión”.

Pero también señala dificultades como la falta de valoración del trabajo artístico por los dueños de los bares. “Vos te interesaste en estudiar, aprendiste a tocar un instrumento, dejás a tu familia durante cuatro o cinco horas para hacer un concierto. Estás brindando cultura. No podés salir a trabajar para que tu pago sea ‘colaboración a conciencia’ o la gorra, como está de moda ahora”, considera.

Samba do marcio
Samba do Marcio tiene un ciclo mensual en la Sala del Museo.
Foto: Belén Soca

Montevideo se convierte en escenario

Para entender cómo la ciudad se volvió un territorio fértil hay que mirar también el trabajo silencioso de quienes difundieron la cultura cuando los boliches no abrían sus puertas al género. Uno de ellos es Fernando Rodríguez Lourenco, que en 2017 creó la página Clube do Samba Uy, hoy con miles de seguidores, para difundir eventos relacionados al samba.

“Cuando empezamos, los grupos tocaban para 10 o 15 personas. Los boliches no los querían. Menos los teatros”, recuerda. Su idea inicial fue simple: armar una agenda semanal en Facebook. Lo que ocurrió después lo desbordó. La página se volvió referencia, el público creció y hoy incluso producen shows que antes eran impensados, como traer grupos completos desde Río de Janeiro.

Para Fernando, el crecimiento tiene varias patas. Más difusión, más viajes a Brasil, y la experiencia transformadora de vivir una roda en vivo. “Una vez que vas, volvés. Es muy poco el porcentaje de gente a la que no le gusta. La energía es demasiado fuerte”, anota.

Roda de Samba
Roda de Samba en el Museo del Carnaval.
Foto: Pajarito Olivera

La escena, además, ya no es improvisada. La profesionalización empezó a fortalecerse con grupos como Samba do Marcio, liderado por Marcio Pena, músico nacido en Artigas y radicado en Montevideo desde los 18 años. Con más de una década y media dedicada a la música brasileña en Uruguay, Marcio fue testigo y protagonista del cambio. “Siento que Samba do Marcio está abriendo caminos. Estamos trayendo ideas nuevas, tratando de poner al samba en un lugar cultural de frontera”, afirma. Para él, la clave está en respetar la esencia del samba raíz, pero adaptarla a la idiosincrasia local.

En estos años, observó transformaciones concretas: cada vez más bares y cervecerías programan samba, aumentó la cantidad de clases particulares y de alumnos —pasó de siete a 20 solo en cavaquinho—, hay más uruguayos estudiando música brasileña, más brasileños viviendo en Uruguay y un flujo mayor de viajes e intercambios. A eso se suma otro indicador del interés creciente: en la reciente Semana de Brasil, organizada por el Instituto de Cultura Uruguayo-Brasileño (ICUB), pasaron más de 12.000 personas, una cifra que hasta hace pocos años habría sido impensable para un evento cultural centrado en la música y tradiciones brasileñas.

Ese crecimiento también se percibe desde grupos como Mais Uma, activo desde 2017, y cuya experiencia aporta otra capa al fenómeno. Su músico Rodrigo Godoy describe un proceso de “crecimiento considerable hace uno o dos años”, impulsado por nuevos eventos y por formatos que captan a públicos diversos. “Por ejemplo, la roda de Mais Uma al principio era más para personas que ya conocían el género, incluso mucha gente del interior. Pero ahora se acerca mucha más gente que no conocía tanto, por el boca a boca y también por el formato: ese escenario 360 grados en el medio —sea tarima o sea en el piso— con el público todo alrededor”, dice. Ese diseño, agrega, dialoga con lo que ocurrió en Uruguay con la rueda de candombe, que se popularizó enormemente y dejó instalado un modo de encuentro circular donde la gente se siente parte.

Semana de Brasil
Semana de Brasil en Mercado Ferrando.
Foto: ICUB

Godoy también señala que la expansión local está en sintonía con lo que pasa en Brasil. “Hoy en día el género que está en alta es el samba allá, y eso creemos que salpica un poco para estos lados”. Lo acompaña un movimiento de rodas que crece en cantidad y en alcance. “No solo acá en Montevideo —que es fuertísimo—, también en todo el Uruguay, con bandas nuevas que se están armando en departamentos donde a veces ni se escuchaba tanto samba”. Todo eso alimenta la escena y la hace crecer.

Brahian Ferreira, que también es mestre de batería de la Escuela de Samba Barrio Rampla, coincide con el diagnóstico. “Para tocar en Samba do Marcio tuve que aprender a dominar un lenguaje que quizás antes era más intuitivo, aprendí a leer partituras, a tocar con metrónomo”, cuenta. Ese nivel de exigencia terminó repercutiendo también en Favela, que a partir de su experiencia incorporó más rigor y organización interna.

“Antes había una imagen de cotillón, de que cualquiera agarraba un tambor y tocaba y eso era samba”, recuerda Marcio. Hoy, en cambio, siente que el público reconoce el trabajo y el estudio que hay detrás.

Samba do Marcio
Rodas de Samba, un ritual que crece en la capital.
Foto: Belén Soca

Mujeres que tocan, forman y transforman

Si algo cambió el mapa del samba en Uruguay es la presencia creciente —y visible— de mujeres instrumentistas, cantantes y lideresas de proyectos. Durante décadas, la escena estuvo marcada por la ausencia de espacios de formación y por la idea persistente de que ciertos roles “no eran para mujeres”. Hoy, ese paradigma cruje. Y si cruje es, en buena medida, gracias a mujeres que abrieron camino donde no lo había.

Una de ellas es Niusa Silva, gaúcha de Porto Alegre radicada en Uruguay hace 28 años. Llegó buscando acercarse a la capoeira, que practicaba en Brasil; terminó acercándose a las escolas de samba, ganó estandartes de oro, se formó, viajó, estudió, y hoy es referente en la preparación de Mestre-Sala, Porta-banderas y Porta-estandarte —figuras clásicas del carnaval que desfilan, escoltan y exhiben los símbolos de la escuela con elegancia y precisión—. “Hay gente que piensa que por ser brasileña ya tenés todo eso incorporado. Y, como todo en la vida, si no estudiás, es imposible”, asegura.

Mujeres del Grupo Só Elas
Encuentro de Mujeres en la Roda de Samba.
Foto: Gentileza

Convirtió sus años de estudio en un proyecto mayor: un espacio de formación que ya alcanzó a más de 150 mujeres. Muchas llegan tocando o cantando con potencia, pero sin oportunidades reales para integrarse en rodas, baterías o escuelas. “Solo necesitaban una puerta abierta”, dice Niusa. Y esa puerta, además, se abrió en un lugar emblemático: el Museo del Carnaval, donde lograron instalar un grupo integrado exclusivamente por mujeres, un gesto simbólico y político que hoy es referencia para todo el país.

Ese movimiento cristaliza cada año en el Encuentro de Mujeres en Roda de Samba que, además de intercambios y espacios colectivos, incluye capacitación intensiva para que más mujeres puedan formarse y luego integrarse a las escuelas de samba. El encuentro —que ayer realizó su octava edición— dura de 14 a 18 horas, y a las 17 ocurre uno de sus momentos más significativos: el homenaje simultáneo a mujeres que hicieron historia dentro del samba, una ceremonia que se replica al mismo tiempo en más de 30 ciudades de distintos países.

La primera homenajeada fue Guadalupe Dalto, cantante argentina que comenzó cantando en los ómnibus de Montevideo. El segundo año, el reconocimiento recayó en la propia Niusa; el tercero, en María Cunha, cantante brasileña radicada en Uruguay. Para cada edición, la premisa es la misma: destacar a una mujer que haya dejado una marca real en el samba. Este año, la idea es homenajear a Dorina Barros, cantante y creadora de este proyecto internacional que hoy conecta a mujeres de distintos continentes. Además, el Encuentro recibió el Premio Fortalecidas, que reconoce iniciativas de impacto social lideradas por mujeres, un impulso que permitió seguir sosteniéndolo.

Niusa Silva
La asesora de carnaval Niusa Silva.
Foto: Estefanía Leal

“Estamos capacitando a esas mujeres, enseñándolas a tocar, y después algunas se insertan en las escolas de samba”, explica Niusa.

La lógica del proyecto es derribar barreras y cambiar desde adentro estructuras que durante años naturalizaron la exclusión. Ese impulso colectivo resuena también en la experiencia de Araní Mora, música uruguaya e integrante de Só elas, una roda formada únicamente por mujeres. Para ella, lo que ocurre hoy es “un efecto dominó”. “Se escucha mucho esto de que ahora está de moda el samba. Y yo no sé si es tanto una cuestión de moda o más un efecto dominó que se genera por lo que significa la cultura del samba”, afirma. “Es como una fuerza centrípeta que te va llevando hacia dentro, y si te gusta, te transformás en un tocador o en un intérprete; fue lo que me pasó. Los que estamos ahí adentro haciéndolo amamos esto y contagiamos ese amor y ese disfrute hacia afuera y la gente nos sigue”, añade.

Pero Araní también señala las tensiones que conviven con esta euforia: la precariedad económica, la necesidad de moverse entre varios grupos, la falta de políticas de apoyo sostenidas. Aun así, dice, la energía compartida sostiene: “La gente crea un sentido de pertenencia”.

A esa ola se suman, además, nuevos proyectos integrados mayoritariamente por mujeres, como Sambalá o Samba de Luna, que nacieron en los últimos años y ampliaron aún más la presencia femenina en la escena. Grupos que no solo ocupan un espacio artístico, sino que proponen otras formas de liderar, ensayar y construir comunidad. En esa pertenencia, las mujeres están dejando una huella nueva. No solo tocan: forman, transforman y abren camino. El samba, también en estas tierras, ya no se puede contar sin ellas.

Mapa emocional del samba

La expansión del samba en Uruguay convive con desafíos propios de una movida que crece rápido pero todavía carece de apoyo. Algunos entrevistados apuntan, además, que persiste un desconocimiento histórico sobre el origen de las primeras escolas de samba del país, una deuda que muchos sienten la necesidad de saldar para comprender mejor cómo llegamos hasta aquí.

Niusa Silva insiste en que preservar la identidad es clave: “Si están reproduciendo una cultura, que la reproduzcan bien. ¿Cómo? Estudiando”. Y en otro pasaje, deja una frase que hoy resume mucho del fenómeno migratorio, cultural y afectivo del samba en Uruguay: “La gente va a la roda de samba y se enamora por el ambiente y la calidez. ¿Quién no quiere volver a un lugar donde fue feliz?”, dice.

Roda de Samba
Roda de Samba del grupo "Mais Uma".
Foto: Joaquín dos Santos

Si hay una imagen que condensa lo que está pasando, puede ser esta: una roda al atardecer, un círculo de músicos, un coro que canta como si la letra hubiera nacido acá, una coreografía espontánea entre desconocidos y una vibración que, por un rato, vuelve todo simple.

Para Miguel, es un cable a tierra; para Fernando, una energía que casi nadie rechaza; para Brahian, un sentido de pertenencia; para Niusa, una forma de identidad; para Marcio, una cultura que se abre camino. Miradas que, juntas, dibujan el mapa emocional del samba en Uruguay.

La clave, quizás, es observar que Montevideo está expandiendo sus bordes culturales, volviéndose más porosa, más mezclada, más múltiple. Una ciudad donde conviven el candombe y el samba —que, al final, comparten raíz—, la frontera y el sur, lo popular y lo académico, quienes crecieron escuchando radio brasilera y quienes aprendieron a tocar viendo tutoriales en YouTube.

La capital se vuelve, así, un territorio donde una roda puede transformarse en un pequeño ritual comunitario y donde un ritmo nacido lejos encuentra aquí un modo propio de existir. No es Montevideo queriendo ser Brasil: es Montevideo animándose a ser más abierta y viva.

La agenda de las Rodas de Samba en Montevideo

La cantidad de fechas de rodas de samba para ir agendando en las próximas semanas confirma que la movida está más activa que nunca. El sábado 29 de noviembre a las 21.30, el Grupo Arruda celebra sus 20 años en Montevideo con un show especial en el Clube Brasileiro, una cita que reúne a viejos seguidores y a quienes descubrieron al grupo en este nuevo auge.

Con la llegada de diciembre, el calendario se intensifica. El Grupo Favela —uno de los históricos del samba en Uruguay— inicia su temporada de verano y se instalará todos los sábados en el Parador Los Delfines (Pocitos) desde las 21.00, en un espacio que se volvió punto de encuentro para músicos y público. El viernes 5 de diciembre, Samba de Luna llevará su roda al aire libre a la Cantina Club de Pesca El Morrito (Rambla Wilson s/n, Paseo de los Pescadores), a las 21.00. El calendario continúa con Samba do Marcio, que se presentará el 18 de diciembre en la Sala del Museo, una fecha que suele convocar a un público amplio y diverso por su repertorio festivo. Para cerrar el mes, el grupo Mais Uma ofrecerá una roda el 24 al mediodía en el Complejo Prado (Atilio Pelossi s/n), una propuesta diferente para arrancar la víspera navideña con energía colectiva.

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