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Peleas, denuncias y anécdotas picantes: exconcursantes uruguayos del 'Bailando' revelan secretos del reality

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Abigail Pereira y Gustavo Guillén fue una de las parejas más queridas. Foto Archivo El Pais

INFORME

Seis uruguayos que pasaron por la pista de Marcelo Tinelli en su época de apogeo cuentan luces y sombras de este show que catapultaba a la fama pero no perdonaba.

Luz, cámara, show. Sobre todo show. Y si el rating acompaña -como sucedió en Showmatch durante años con picos de 35-40 puntos- más parafernalia, polémica, escándalo y circo, si hace falta. Marcelo Tinellisabe leer como pocos lo que el público quiere ver en pantalla y se reinventa en función de ese deseo. En 2005 dejó atrás el humor, que tanto le dio de comer, y apostó al reality como formato.

Su olfato de sabueso no le falló y Showmatch pasó a ser ‘El’ programa donde todos (estrellas y aspirantes a ser conocidos y conocidas), sin distinción, querían estar. Fue la vitrina por excelencia en tiempos donde las redes sociales no existían -o estaban en pañales-: para ver a los famosos del momento había que prender el televisor y sintonizar Bailando por un sueño, y más tarde también Cantando y Patinando por un sueño.

“Había una magia que hoy ya no está. En ese momento si no estabas con Marcelo (Tinelli) no eras nadie. De hecho, muchos surgieron y murieron, no era eterno. Una vez que el programa se terminaba, desaparecías”, dice Mónica Farro a Revista Domingo desde Buenos Aires, ciudad a la que llegó con un contrato de seis meses en 2008 para trabajar con Gerardo Sofovich y no se fue más. Y agrega: “Gracias a Dios no me pasó, se ve que algún talento tengo porque hace 11 años que no estoy en esa pista y sigo vigente”.

La pantalla se abría de par en par en horario central, Tinelli ingresaba al estudio, lanzaba su clásico ‘buenas noches América’ y famosos, partenaires y jurados debían seguirle el tren. Para poder estar y avanzar en esos realities había que ser funcional al show. No bastaba con saber bailar, patinar o tener buena voz. Había que prenderse a la pelea, saber defenderse de los agravios, estar dispuesto a exponer la vida privada en la pista y estar al alpiste porque podían inventar cualquier cosa: un romance era lo más leve.

El Bailando también era una catapulta al éxito. ParaAbigail Pereira pasar por la pista implicó un antes y un después en su carrera y su vida. Entró al certamen luego de tres intentos fallidos gracias a su voz: ese 2007 también audicionó para participar del Cantando y a la producción le gustó que tuviera ese plus para aportar al show.

Cantó en las primeras tres galas a pedido de Tinelli y fue un camino sin retorno: “Me abrió muchas puertas y me cambió la vida al 100%. Hoy vivo de lo que me gusta. Siempre estaré con la camiseta de Marcelo Tinelli puesta ,”, dice la actual concursante de Masterchef Celebrity (Canal 10).

Marcelo Tinelli estrena mañana Canta Conmigo Ahora, un nuevo formato que en nuestro país se verá por Canal 12, y es la excusa perfecta para recordar anécdotas -unas más luminosas que otras- y secretos de los uruguayos y uruguayas que pasaron por el Bailando y Patinando en la época de apogeo del reality.

Poner el cuerpo

Mónica Farro participó del reality desde 2008 a 2011.
Mónica Farro participó de Bailando por un sueño desde 2008 a 2011. Foto: Archivo. 

Abigail celebró su primera gala comiendo en el restaurante al que iba siempre porque tenía canje. La diferencia con otras noches era que había un montón de gente agolpada en la puerta. No entendía qué pasaba, hasta que el dueño del comercio se acercó y le dijo ‘te pido por favor que salgas porque me van a romper todo el local y lo que quieren son fotos y autógrafos tuyos’. Desde esa noche no dejaron de pararla por la calle.

Una sola aparición en el programa bastaba para potenciar la imagen y que te reconocieran en todos lados. Eso sí, llegar a tener un lugar en el Bailando no era sencillo y menos si eras extranjero. Andrea Ghidone puede dar fe de eso. Ella craneó una estrategia original para entrar al show: prometió que si Tinelli la convocaba se desnudaba en el estadio de San Lorenzo, el cuadro del que es fanático el conductor.

“En ese momento lo corporal era el 80% de lo mío. Si bailaba o no era intrascendente porque era otra época y el cuerpo tenía una venta televisiva muy fuerte; todavía lo tiene, pero hoy las formas han cambiado”, se sincera Andrea. Y aunque sabía que era una jugada arriesgada, “me parecía que no le hacía mal a nadie”, dice.

El contexto era otro una década y media atrás y colocar a la mujer como objeto no rompía los ojos como ahora. Sin embargo, Mónica nunca tuvo problema en exhibir su costado sexy: “Siempre mostré mi cuerpo y nunca me sentí cosificada por nadie. Lo hice porque quise: ni por Tinelli, ni por un actor de teatro, ni por nadie”, asegura la recién salida de El hotel de los famosos, reality emitido por Canal 13.

Ella no sufrió por el famoso corte de polleritas, ese que Tinelli hacía a las bailarinas luego de la cumbia y que dio literalmente mucha tela para cortar. Si bien el propio conductor expresó remordimiento por este criticado hecho, Mónica asegura que ella nunca lo vio mal. “Era un juego extra que daba un color picante y esa semana era un rating espectacular”, afirma. Y revela que Tinelli accedió a no cortar su pollera cuando una expareja suya se lo pidió en vivo: “Podías decir que no, pero obviamente el juego era que sí”, aclara.

Virginia Dobrich, bailarina uruguaya y partenaire de la ‘Tota’ Santillán en 2008, vivió un momento tenso cuando en una de sus primeras apariciones en la pista Tinelli le cortó la pollera: “Me impactó un poco y me puse nerviosa porque no estaba acostumbrada a eso. Es medio invasivo pero era otro contexto”, confiesa quien hoy tiene su propia academia de baile.

Para Mónica, en cambio, fue mucho más grave quela producción “hiciera la vista gorda” cuando ella llegaba a ensayar con moretones en el cuerpo y los ojos lastimados. En 2011, la vedette estaba en pareja con Jorge Luengo, productor del programa, y tras denunciar que era víctima de violencia de género terminó expulsada.

“Los últimos tres años del Bailando fui una mujer golpeada e iba llena de moretones. Se vio mi deterioro en la pista. Todos ahí atrás veían la tristeza en mis ojos. Me terminaron sacando, en cierto punto, cuando empecé a hablar y decir cosas que no les gustaron. Cuando denuncié, tenía que ir a un duelo y no bailé peor que Zaira Nara. Fue extraño”, acusó Mónica.

Andrea Ghidone cumpliendo su promesa en el estadio de San Lorenzo.
Andrea Ghidone cumpliendo su promesa en el estadio de San Lorenzo.
ANÉCDOTA

Soñando por estar: promesa cumplida

Corría el año 2009 y Andrea Ghidone había desembarcado en Argentina para hacer teatro de revista con Carmen Barbieri. Meterse en el Bailando era lo mejor que le podía pasar para ganar fama y trabajo. Entrar era complejo sin tener trayectoria en la vecina orilla o escándalo mediático. “No era cuestión de decir ‘llamamos a Tinelli’ porque en ese momento todos querían, así que había que ser creativos”, cuenta Andrea a Revista Domingo. Armó con su equipo de prensa una jugada arriesgada que salió redonda: prometió en un programa satélite a Showmatch que si Tinelli la convocaba se desnudaba en la cancha de San Lorenzo. La producción aceptó, ella cumplió y coincidió que ese fin de semana de abril se jugó el clásico con Huracán y los cuervos ganaron 3 a 0. “Hoy me lo preguntás y no puedo creer, había que armarse de voluntad”, dice. Y aunque la acompañaron guardaespaldas, se metió entre la hinchada a hacer un streap tease: “Siempre tuve un nivel de inconsciencia incansable”, confiesa. Y misión cumplida.

Baila Javiro

Javier Rojas junto a Evangelina Carrozzo.
Javier Rojas junto a Evangelina Carrozzo, su compañera de baile en la pista. 

Imposible encontrar un televidente del Bailando que no recuerde el famoso ‘baila Javiro al 13013’: la consigna quedó tan instaurada que pasaron 16 años de esos duelos y a Javier Rojas todavía se lo repiten por la calle. Cómo olvidar aquella vez que el bailarín parafraseó a Artigas y le lanzó a Gerardo Sofovich ‘con mi verdad no ofendo ni temo’ en una de las tantas peleas que tuvo con el megaproductor argentino. Javier se plantó ante el jurado porque no entendía el criterio de las devoluciones, Sofovich tomó la batuta del conflicto y eso no intimó al soñador uruguayo.

“Aprendí a estudiar las entrevistas: adelantarte a lo que te pueden preguntar, qué responder y la repregunta. A partir de eso, las notas se hacían divinas y ricas en contenido de esa calaña”, asegura. Entendió muy rápido la dinámica del show y lo jugó perfecto, aunque no salió ileso. El canal América aprovechó y le inventó un romance con Eliana Guercio: ella también estaba peleada con Sofovich y el canal defendía al ‘Ruso’ porque trabajaba ahí.

“Hay una guerra entre canales y si caes en el medio entrás justito. Se pisan la cabeza, es una picadora de carne”, afirma Javier, que capitalizó su paso por el reality y abrió una academia de danza en Montevideo de la que vivió muchos años. Por estos días trabaja en la producción de la película La sociedad de la nieve.

Y relata una imperdible anécdota digna del universo mediático porteño. En una de sus últimas galas y a minutos de salir a la pista con su compañera de baile, Tinelli le sugirió ‘agarrale la mano a Evangelina (Carrozzo), se nota que están peleados y la gente quiere verlos unidos’. Alguien se metió en esa charla de pasillo y acotó ‘para mí lo que está haciendo está genial y le súper rindió. Es por ahí, uruguayo’: era Adrián Suar. Y saltó un cuarto interlocutor que se puso de su lado: ‘Para mí estuvo notable, tenés que tener huevos para meterte con el Ruso’. Para su sorpresa era Diego Maradona. “Se armó una tertulia entre este uruguayo con tres monstruos. Inolvidable”, resume Javier sin poder creer lo que vivió.

Rey Midas

Virginia Dobrich fue partenaire de la Tota Santillán en 2008.
Virginia Dobrich fue partenaire de la Tota Santillán en el Bailando 2008. Foto: Archivo El País. 

Marcelo Tinelli es la cabeza del show: todas las decisiones pasan por él y es el foco de atención. Es irremplazable. La mayoría coincide en que, al igual que el Rey Midas, lo que toca lo convierte en oro. Tiene un talento único para sacar jugo a un ladrillo: “Lo que hagas, bueno o malo, él va a saber sacarle fruto. ‘Decí y hacé lo que quieras, a mí me sirve’: tiene esa capacidad. Y es circo total. Ahí adentro están todas las formas de ver la vida y él lo sabe aprovechar”, opina Javier.

El reality era también una academia: cada semana se bailaba un ritmo distinto. Las parejas salían a la pista y Tinelli les sacaba conversación: “Si tenía onda con vos y le medías, él te buscaba para hablar y la vida privada de uno ya era un tema”, recuerda Mónica.

Abigail llama a Tinelli el “mano mágica” porque dice que “todo lo que toca lo transforma, potencia y visibiliza”. Cuenta que se hizo amiga de Paula Robles, exmujer de Tinelli, y que todavía intercambia mensajes de Instagram con Candelaria y Francisco Tinelli, dos de los cinco hijos del conductor. “Le deseo lo mejor a Marcelo. Más allá de que te guste o no el producto que hace, es un gran generador de trabajo para la gente y sensibilizador social”, asegura.

Que Tinelli genera respeto por su mera presencia no cómo negarlo. Y Andrea lo confirma: “No sabés si saludarlo, si no saludarlo, si hablarle, si no hablarle, si hacerle broma o no y todo eso te pone nerviosa”, comenta. Hoy, que tiene su propia productora e hizo de Madame Tango el espectáculo de tango más visto por los argentinos, no deja de reconocer que el Bailando le sirvió para hacer plata, que la gente la conociera, generar proyectos y negocios.

Charly San Martín y su paso por la pista
"El 'Patinando' me cambió la carrera"
Patinando

Apenas supo que había audiciones para Patinando por un sueño 2 no dudó en pedirse días libres en el trabajo e instalarse en Buenos Aires. Charly San Martín viajó con “cero expectativas” y muchas ganas. Hizo varios castings y cuando lo llamaron para avisarle que había sido seleccionado quedó en shock. “Muchas noches me acostaba y visualizaba que la pantalla se abría, Marcelo (Tinelli) decía mi nombre y yo salía. Finalmente pasó”, cuenta con la misma emoción que sintió hace 14 años. Este fernandino soñaba con jugar en las grandes ligas de Argentina y sabía que el programa de Tinelli era el lugar indicado para colarse en el medio.

“Fue un antes y un después. Me cambió la carrera. Se me abrieron muchísimas puertas. Establecerme en Argentina y trabajar allá era un sueño y entrar por la puerta de Showmatch era lo mejor que me podía pasar”, confiesa. Aunque aclara que su pasaje por la pista no fue todo color de rosas. Tuvo un altercado con Dallys Ferreira, su partenaire paraguaya, y el asunto derivó en una bola de nieve imparable. Ella terminó pidiendo que le cambiaran de soñador, la producción accedió, pero la jugada le salió mal: a la siguiente gala fue al teléfono y el público la expulsó. “Los programas satélites te llevan a terminar en una vorágine que uno no quiere, después te mirás y decís ‘yo no soy ese’. Una vez que estás por fuera decís ‘¿por qué hice eso?’”, reflexiona.

En 2020 se casó con un diplomático español, Jorge Noval, y dejó su exitosa carrera por amor. El coreógrafo que entrenaba a Pampita Ardohain, Nicole Neumann, Julieta Awada y otras tantas famosas se mudó a Paraguay para acompañar a su pareja. Hoy da clases allá, es amigo de Dallys y se ríen juntos al recordar anécdotas de esa época: ‘Qué niños éramos, cómo nos dejamos llevar’, dicen. Charly confiesa que padeció la extrema exposición mediática: “Estuvieron escarbando en mi familia. Los programas de chimentos llamaban a mi mamá en vivo para preguntarle si sabía que yo era gay porque Dallys lo había dicho en público. El periodismo de chimentos era sanguinario y la pasé muy mal”, revela.

Picantes

Martín de la Iglesia junto a Flor de la V.
Martín de la Iglesia junto a Flor de la V en la pista más famosa del Río de la Plata. Foto: Archivo. 

Días atrás, Andrea salió a dar la vuelta a la manzana con su perro y tres muchachos le gritaron ‘Ghidone, tengo todas tus peleas con Moria (Casán)’. “Pensé que me iban a decir que habían visto algún espectáculo de tango mío, pero me río porque fue una parte de mi historia”, comenta sobre aquellos inolvidables idas y vueltas con la diva famosa por su lengua karateca.

Virginia Dobrich aterrizó en el Bailando en 2008 y le sirvió para posicionarse en el medio argentino, donde trabajó siete años más. Recuerda los inicios con alegrías y mucho miedo. “Era bastante inocente para lo que es el ambiente allá. Es otro mundo. La exposición y el detrás daba un poco de pánico. Al no tener experiencia una peca de ignorante”, dice. Y evita recordar los episodios de choque: “Borré esos momentos feos y me acuerdo de las cosas lindas que viví allá”, señala.

Martín de la Iglesia se mostró frontal desde el día uno en el Bailando. La primera impresión que tuvo de Flor de la V, su compañera de baile, fue de soberbia. En uno de los primeros ensayos, ella quiso explicarle un truco, él sabía que lo estaba haciendo mal, le advirtió que podía caerse, lo hizo igual y dicho y hecho: “Quedó con la cara a milímetros del piso y se enojó”, recuerda. Y continúa: “Me le planté, le dije de todo, me fui al hotel y ya me iba a volver a Uruguay”. La producción los convocó a una reunión donde cada uno expuso su posición, llegaron a un acuerdo y a partir de ahí la relación entre ambos fue excelente. “Resultó ser una persona humilde, honesta que da laburo a muchos”, elogia.

Martín, que llegó a la semifinal y quedó eliminado con Paula Robles, atesora un sinfín de anécdotas jugosas de su paso por el reality de Tinelli. “He visto de todo”, afirma. Lo invitaron dos veces a fiestas exclusivas con famosos. Eran en chacras, duraban días y, según dice, ahí se arreglaban negocios. “Participé en dos pero siempre por fuera”, aclara. Nunca se quedó en el molde. Cada vez que veía algo que no le gustaba, reaccionaba. “Tuve cuatro altercados con productores porque te ninguneaban. El jefe de producción era muy soberbio, lo encaré tres veces y lo invité a pelear”, revela.

Un joyero amigo de Flor de la V le regaló un reloj de US$ 10.000. ‘Siento que me querés comprar’, le dijo Martín al hombre. ‘Vos te lo merecés, tomalo como un regalo, para mí esto no es nada’, le contestó el señor. No lo convenció y lo archivó en un cajón: “Nunca me lo puse porque lo veía como símbolo de que me había vendido”, cierra Martín de la Iglesia.

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