Paco Ibáñez: con la voz fatigosa y el alma entera, el trovador sigue en la ruta luego de haber cumplido 90 años

El valenciano se encuentra de gira por España. Es un ícono de la resistencia cultual que influenció a muchos músicos. Níquel primero y Jorge Nasser después grabaron su clásico "Palabras para Julia"

Ibáñez llega al Auditorio para festejar los 80 años de edad: y los 50 del primer disco.
Paco Ibáñez.
STEPHANE BARBIER / barbier2@oran

Con 90 años, Paco Ibáñez se encuentra de gira por España en este mismo momento. Lo hace con la voz fatigosa, pero con el alma entera. Es el mismo de siempre, el trovador pertinaz que denuncia las desigualdades y que encarna la resistencia cultural. Y que lo hace poniendo en fila sus grandes éxitos en cada concierto, como el icónico “Palabras para Julia” (basado en el poema de José Agustín Goytisolo), que fuera grabado hace muchos años por el grupo uruguayo Níquel.

París 1956, la foto de una mujer andaluza vestida de negro inspiró su primera canción sobre el poema “La más bella niña”, del dramaturgo español Luis de Góngora (1561-1627). A los textos de Góngora siguieron otros de Federico García Lorca (1898-1936). Y Salvador Dalí realizó la pintura que ilustra la portada, por lo que una parte del éxito de aquel trabajo estaba asegurada desde antes que llegara a los anaqueles de las disquerías.

Su primer álbum grabado en París en 1964 se convirtió en un clásico, utilizado por los profesores de Lengua y Literatura Castellana como material pedagógico y por los defensores de las libertades como un símbolo de resistencia. La Ciudad de la Luz, donde se gestó aquel trabajo discográfico, le era muy cara al valenciano, ya que tras la guerra civil, su familia se vio obligada a exiliarse en Francia, debido a que su padre era un militante anarcosindicalista. Entre el invierno de 1939 y el inicio de la ocupación alemana, al año siguiente, residieron en París.

El dramaturgo francés Henri-François Rey escribió sobre aquel disco debut: “Se necesitaban los dedos precisos de Paco Ibáñez, y su rigor, para musicalizar los lamentos de Lorca y de Góngora. Hacía falta tener el sentido del silencio y también de la nota que estalla en el silencio. Era preciso amar al amor para llegar a ensamblar esas brillantes palabras con esas maravillosas notas”.

Desde el desarraigo

Francisco Ibáñez Gorostidi (su nombre de bautismo) pasó su infancia en el País Vasco junto a sus padres y tres hermanos. Aprendió después de su progenitor el oficio de ebanista, al tiempo que intentaba estudiar violín, el cual sustituyó al poco tiempo por la guitarra, que lo sedujo por la influencia flamenca.

Instalado con su familia definitivamente en París, a principios de los años 50, descubrió primero la música de Georges Brassens, Édith Piaf, Jacques Brel, Gribouille, Servat, Jesús Soto y Atahualpa Yupanqui (a quien luego conoció en Madrid), entre otros. Muchos de ellos se convirtieron en referencias fundamentales de su formación artística e ideológica. Y con algunos forjó amistad, como por ejemplo con Brassens, quien al principio no le gustaba como cantaba y luego consideró “el gran trovador, a quien nadie ha igualado”.

Más adelante, el cantautor Léo Ferré y el movimiento existencialista francés, que se encontraba en pleno auge, lo marcaron profundamente. Algo similar le pasó con el venezolano Jesús Rafael Soto, considerado uno de los máximos exponentes del arte cinético. “Soto ha sido el que me enseñó el camino de la autenticidad, de no hacer concesiones ni de vender gato por liebre”, dijo Ibáñez en una entrevista que le realizó hace unos años Radio Francia Internacional.

“Deseo que la gente se revele y se ponga a pensar. Así consigues las respuestas que necesitas. El arte de los norteamericanos es desviarte de ti mismo, para que seas un consumidor y dejes la pasta (el dinero) en el bolsillo de ellos. Están destrozando al mundo”, reflexionó en esa misma entrevista frente a cámaras.

Foto: Archivo.
Paco Ibáñez.
Foto Castagnello

Música y activismo

Con motivo del primer aniversario de la toma estudiantil en Francia (el famoso “mayo del 68”), Ibáñez realizó un concierto en la universidad La Sorbona de París. Un pequeño cartel diseñado por los estudiantes y pegado en los árboles, en los vidrios de los cafés, en los pasillos de las aulas, anunciaba el concierto del trovador español, que ya era conocido como una voz cultural de la resistencia. “Empezó a llegar gente y gente, y el concierto se tuvo que hacer finalmente en el patio. Habrían 4.000 o 5.000 personas”, recordó el cantante que, 50 años después, volvió a hacer presentaciones en el país galo recordando aquellos años en los que se transformó en un verdadero símbolo para los estudiantes.

Incluso en el tardofranquismo (última etapa de la dictadura de Franco) llegó a tener problemas con la ley. Se le incluyó en la lista de artistas censurados y se le prohibió actuar en todo el territorio español.

Tres años antes de aquel concierto en La Sorbona, junto a diversos activistas culturales, había fundado en París “La Carraca”, un sitio donde se presentaban espectáculos en español (representaciones teatrales, exposiciones de pintura, coloquios literarios, conciertos y proyecciones de películas cine). “En esa época la casa de los Ibáñez en París era un centro de paso y acogida de los muchos artistas, políticos e intelectuales españoles que pasan por la capital francesa, idas y venidas del exilio o simples escapadas para huir de la represión franquista”, detalla la entrada de Ibáñez en Wikipedia.

El segundo disco de la colección del cantante, España de hoy y de siempre, apareció en 1967 y repitió una fórmula que le funcionó muy bien antes: la de echar mano a poemas de connotadas figuras de la literatura, en este caso de Rafael Alberti, Luis de Góngora, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Miguel Hernández y Francisco de Quevedo.

En febrero de 1968 ofreció su primer concierto en España, en Manresa, durante la “Primera Trobada de Cançó de Testimoni”. Y a partir de ahí su actividad nunca se detuvo, llevándolo a recorrer todo el mundo, a grabar muchos discos y a codearse con algunos de los artistas más importantes sobre el escenario.

Su influencia en los músicos fue tal que no fueron pocos los que echaron mano a la discografía del valenciano para reversionar algunas de sus canciones, como la ya citada “Palabras para Julia”, que grabó el grupo de rock Níquel y que en 2010 fue incluida —en una fenomenal versión acústica— en un disco de grandes éxitos de su cantante, Jorge Nasser.

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