A fines de los 90, Once Tiros era un grupo de amigos de Punta Carretas que no tenían muy claro qué hacer. Ni siquiera sabían qué instrumento tocar cada uno. Juan “el Facha” Lerena paseaba perros, Martín “el Chino” Maristán era hijo de la dueña de la peluquería del barrio y Pablo “el Negro” Silvera (luego conocido como “Mota”) se las rebuscaba como podía. Lejos estaban de saber que pronto obtendrían un disco de oro con su trabajo debut, Parva Domus, cuyo nombre corresponde a la calle del barrio en la que se reunían.
“El Chino” Maristán, un sub 20 que lucía un curioso “tatuaje” celeste en el rostro producto de un accidente que tuvo cuando iba en bicicleta con la cara pintada, finalmente se inclinó por la batería. Y “El Facha” por el bajo. Pablito, el apodo cariñoso con el que se conocía en el barrio a Silvera, tanto por su edad (era menor) como por su estatura, pasó a ser el cantante, pese a que ya tocaba un poco la guitarra.
“Cuando mis padres se separaron me fui a vivir con mi abuela y mi madre. Hoy, con 41 años, recuerdo un montón de cosas de esa familia, de haber sido criado por dos mujeres. Había miles de gurises en las calles de Punta Carretas, hice muchos amigos que todavía conservo”, comenta Silvera a Domingo. En esta época forjó su capacidad de sociabilizar, que lo acompaña hasta hoy. “Me encanta charlar, juntarme con gente y escuchar. Eso es algo que lo traigo desde muy chico”, anota.
Al decir del actual frontman de Mota (que según aclara es un grupo y no un proyecto solista), Punta Carretas era en aquellos años un barrio “en el que había mucha música”. Y eso permeó en su aprendizaje.
“Había bandas que los 24 o los 31 de diciembre tocaban en la calle y hacían covers de rock clásico, de Led Zeppelin, de Deep Purple. Son todas cosas que descubrí después, cuando me fui metiendo en la música, pero que inconscientemente me fueron curtiendo. A los 12 años tenía algunos referentes importantes, pero más del pop: Michael Jackson fue uno de ellos. Hasta que en algún momento, un vecino, Juan Carlos, me prestó un VHS que tenía a Iron Maiden y otras cosas. Eso me abrió otro mundo y quise aprender a tocar la guitarra”, relata.
Sus primeros tres profesores -formales o que le pasaron algunos “piques” y acordes-, curiosamente, se llamaban Andrés. “En un momento apareció una guitarra española en mi casa junto con una remera de los Guns N’ Roses. Y a partir de ahí no me separé de la guitarra. De los 12 a los 15 años la música fue el rock clásico tirando al metal. Luego, con gente con la que nos juntábamos en la plaza de Villa Biarritz o el Parque Rodó empecé a conocer otra música más ska, como Sublime”, recuerda.
Los niños de oro
Sus influencias terminaron haciendo una mezcla que derivó en la música de Once Tiros. “Siempre me gustó crear, nunca fui muy de tocar covers, más allá de que me gustaba sacar canciones”, señala.
Cuando comenzó con Once Tiros, Silvera era menor de edad. Eso les impedía tocar en algunos boliches. “Siempre fui el más joven. Y hubo un tiempo en que los demás habían cumplido la mayoría de edad y yo tenía 15 o 16. Me acuerdo en ‘Perdidos en la noche’ que tuve que esperar afuera hasta el momento del toque. Subí al escenario y después tuve que salir de nuevo, porque podía venir el Iname (hoy Inau) y multar al local. En otro lugar, llamado Taj Mahal, directamente no pude cantar”, recuerda. “En el ambiente teníamos mucha diferencia de edad con las bandas con las que después nos tocó compartir la historia, como La Vela Puerca o No Te Va Gustar”, agrega.
Cuando Parva Domus vio la luz, Silvera recién había cumplido 18 años. “Estábamos en una época de explosión del rock uruguayo, habíamos hecho la producción con La Vela y teníamos una similitud grande con ellos. Y de alguna manera esto conectó con el sentir del público y nos abrazaron también. Fue pasar de la nada a sonar en los rankings en medio de Thalía y Chayanne. La verdad que estuvo bueno, pero mirándolo hoy, me hubiese gustado que me agarrara de más grande”.
Los Tiros
La banda de amigos se profesionalizó y grabó seis discos, algunos de ellos sumamente populares, como Parva Domus (2002) o Glamour y violencia (2005), y clásicos que sonaron hasta el cansancio en las radios, como “Maldición”, “El globo”, “Lacanao” y “Lo más valioso”.
—¿Cuáles son los hitos de Once Tiros más allá del disco de oro?
—Hacer Teatros de Verano solos y agotar entradas. El álbum Búnker (2016) fue un hito importante, con el que conseguimos cuatro premios Graffiti (Álbum del año, Banda del año, Mejor álbum de rock y Álbum del año por votación popular). Además se dio como un viraje que venía del disco anterior Imán (2011), que fue como una resurrección, porque nosotros vimos la subida de los años 2000 pero también la bajada, porque aquello que explotó de golpe se entró a clavar de pico. Muchas de la canciones de Parva Domus se reversionaron en vivo. Y el público comenzó a crecer, eso fue gracias a seguir insistiendo en la profesionalización.
Amor por la cocina
Al margen de Once Tiros, Silvera ha desarrollado una carrera asociada a la gastronomía, con un emprendimiento de croquetas y el programa Boca a boca en TV Ciudad. Antes hizo La vuelta al plato en dupla con la chef Ximena Torres.
“En 2010 me viene la locura por la cocina. Me empiezo a copar con libros y a estudiar. Y busco empezar como lo hicieron algunos grandes cocineros: lavando, en la bacha. Mandé un mail al restaurante Bamboo del World Trade Center y empecé ahí. Parecía una letra de Bob Dylan, con una poesía tremenda”, recuerda y se ríe.
En Bamboo fue apadrinado por un cocinero y comenzó a aprender el oficio. “Estuve como tres años, pero la verdad es que no ganaba muy bien. En esa época tenía dos trabajos, laburaba todo el día repartiendo mailings y luego en el restaurante hasta las 1 o las 2 de la mañana”, repasa.
De allí se fue a la parrillada La Otra. Estuvo dos días en la cocina y como necesitaban a alguien que hablara inglés para atender a los turistas pasó a trabajar de mozo, tarea que hizo durante casi diez años. “Aprendí una banda de cosas y seguí estudiando hasta que me recibí de cocinero”, anota. Luego abrió la croquetería (que ya vendió) y la parrillada del Mercado Ferrando como gestor.
Tevé Ciudad y Mota
“Nunca pensé en hacer tele, pero tenía amigos dentro de Tevé Ciudad que veían que tenía una capacidad comunicativa que estaba buena para desarrollar y que era un colgado con la cocina”, confiesa. Así fue que hizo tres temporadas junto a Ximena Torres.
Después tuvo Boca a boca, una propuesta con la que visitaba lugares -por ejemplo de comida extranjera- para hacer recomendaciones al público. Y de allí pasó a Mirá Montevideo, un programa cultural y de entrevistas, el cual conduce junto a Noelia Campo, su amiga, a quien admiraba desde niño. “Sigue siendo la cara más linda de la televisión”, enfatiza.
Actualmente se encuentra grabando un reality show de cocina que saldrá al aire el 23 de abril por Tevé Ciudad. Cocina Uruguay será conducido por Florencia Infante y lo tendrá a él como jurado.
Con respecto a Mota, confiesa que el proyecto ha superado todas sus expectativas. Debutó en el Cosquín Rock y fue muy bien recibido por el público. “Me metí en un metaverso con el nombre porque genera una confusión rarísima. Pero no es un proyecto solista, somos un grupo. Lo que a mí me gusta es tener una banda, lo que pasó con los Tiros fue que nos veníamos desencantando. Y yo si me desencanto de un grupo, me desencanto de la música”, remata.