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Opinión | ¡Ni un paso atrás!

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Washington Abdala

COLUMNA CABEZA DE TURCO

"No me andes cerca que yo tampoco te andaré cerca", por Washington Abdala

Vamos empujando todos. Estamos en medio de la batalla y hay que seguir. No queda otra. Es el bicho o nuestra gente. Y el bicho no puede con nosotros. Es cierto, se llevó a algunos de los nuestros, pero estamos demostrando lo que debe ser un país cuando todos sintonizamos la misma frecuencia de onda. ¡Esa es la cuestión, bloquear al bicho y matarlo por inanición!

Lo único que importa ahora es la solidaridad. La solidaridad no a partir del otro sino de uno mismo. Cada uno no debe ser una bomba atómica para los que nos rodean. Y la única forma es cuidarse. Cuidarse mucho. No tener vergüenza de pedir distancias, usar barbijo si así lo considerás, parar de dar rodeos y hablar claro con el que no entiende las reglas. Es de vida o muerte el negocio. Lo sabemos de memoria, pero más de uno se ha hecho el piola y cree que no pasa nada. ¡Pasa, y pasa mucho! Y frenar al irresponsable, cantándole la justa no es sinónimo de buchón, ni de delación, es sinónimo de respeto. Al irresponsable le decimos: flaco, ubicáte, no te acerques que no estamos jugando a Antón Pirulero y acá cada cual no atiende a su juego. ¡El juego es de todos, pibe! ¿Lo entendés o te lo repito?

Estamos en un momento en que el virus está presente y activo. ¿Podemos doblegarlo cada vez más? Está mal formulada la pregunta. Perdón: ¿Debemos doblegar al virus? Sí, debemos hacerlo por todos. Solo así Charles Darwin tendrá razón.

¿Se puede hacer más? Siempre se puede hacer más y todos nos tenemos que cuidar. Y todos tenemos que cuidar al otro. Sin debate. Sin vergüenzas. Y con respeto en los lugares públicos y privados. No me andes cerca que yo tampoco te andaré cerca. ¿Es tan difícil de entenderlo?

Si sigue habiendo gente incumpliendo las reglas, no respetando los metros de distancia social, habrá que decirles -delante de todos- que: por gente como vos hay más riesgo colectivo. (Me hace acordar cuando en la escuela alguno hacía alguna picardía y si no se decía quien era el culpable se aplicaba una sanción a toda la clase porque el egoísta creía que su estupidez la teníamos que bancar todos.) Ahora el problema es colectivo y el que no lo entiende nos embroma a todos.

Además de gil, cretino.

Por cierto, cuesta lo que todos hacemos, cuesta el confinamiento, cuesta el trabajo en las casas, cuesta todo, pero de a poco iremos viendo la salida.

No se le puede reprochar nada al gobierno, solo los necios creyeron que podían medrar algo y la realidad les pintó la cara. Es que la ciudadanía sabe cuando un gobernante y su equipo queman las naves por el país, y quien no advierte que el Presidente Lacalle Pou pone todo lo que tiene -en cuerpo y alma- en este asunto es simplemente un necio. Lo vemos todos.

¿Ligó mal el gobierno? Horrible, no pudo ser más embromado. Ni en el peor de los sueños tanta adversidad estaba en alguna hoja de ruta; sin embargo, como pasa siempre en las situaciones límites, sale lo mejor de la gente que se enfrenta de cara a su destino de manera tajante (Karl Jaspers, no es mío el pensamiento, lo aprendí de adolescente). Y las situaciones límites definen lo mejor o lo peor de las personas. Todos en la vida somos más o menos previsibles, pero en las que duelen, aparecen los que saben salir del brete.

Hay momentos en la historia de cada uno en los que el coraje es todo, la inteligencia es la arquitectura que sostiene el accionar y la templanza es la capacidad para mantener la nave en la orientación correcta y llevarla a puerto.

Coraje, inteligencia y templanza, y luego ir convenciendo a toda la tripulación que ese es el único camino. Y al final, cuando todos saben que eso es así, se sale de la tormenta maldita y se empieza a ver a lo lejos el sol. Vamos hacia allí. Ni un paso atrás, solo seguir metiendo y metiendo. Todo lo demás son pamplinas.

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