En un pequeño taller de su casa, rodeado de cartones, planos, pinturas y piezas de impresión 3D, Diego Niz López da vida a un mundo en miniatura donde los viejos ómnibus de Onda, los coches insignia de Cutcsa o las locomotoras que marcaron la historia ferroviaria del país cobran vida nuevamente. Su trabajo, que comenzó como un juego de infancia y se convirtió en una pasión sostenida por décadas, hoy lo ubica como uno de los principales referentes del maquetismo en Uruguay.
“Esto nace de chico, cuando estaba en la escuela. Mi madre me llevaba a hacer mandados y en la Plaza Independencia había un kiosco de revistas que vendía maquetas de autos deportivos hechos en serie. Cada vez que pasábamos yo me quedaba mirándolos, soñando con tener uno. Como no había recursos para comprarlos, un día pedí cartón, cartulina y pintura, y fabriqué mi propio modelo soñado”, recuerda Niz. Esa primera experiencia artesanal fue el germen de un camino que lo llevó luego a explorar trenes y ómnibus.
El encuentro con el recordado Walter Pastorino, pieza fundamental del Círculo de Estudios Ferroviarios del Uruguay (CEFU) y custodio del “vagón multicolor” en la Estación Central de AFE, reforzó su entusiasmo. “Una vez, Pastorino invitó a mi madre y a mí a recorrer el museo y ese vagón. Quedé totalmente impactado. De ahí me llevé el bichito de los trenes y armé mi propia maqueta ferroviaria en casa”, rememora. Con el tiempo, aquel niño curioso se transformó en un joven que perfeccionaba técnicas y en un adulto capaz de reproducir, con precisión milimétrica, cualquier vehículo.
De la curiosidad al oficio
Aunque se define como “totalmente autodidacta”, en 2017 decidió formalizar parte de su aprendizaje y cursó un año de maquetismo en el Instituto de Enseñanza de la Construcción (IEC). “Ese título me dio otra proyección, más enfocada a la arquitectura, pero que también tiene su mundo y sus cosas muy lindas”, explica. La base, sin embargo, sigue siendo la experimentación constante: desde fabricar sus propias herramientas hasta incorporar técnicas digitales y, más recientemente, la impresión 3D. “Hoy el 3D es un camino de no retorno, pero para mí lo importante es cómo se complementa con el trabajo manual del scratch”, señala.
El scratch, como se denomina a la técnica de crear modelos desde cero con materiales reciclados, ha sido central en su carrera. Con cartones de cajas de ravioles o cereales, cartulinas y paciencia infinita, Niz recrea guardabarros, techos o asientos. Su obsesión por el detalle lo lleva incluso a trabajar en piezas que no serán visibles, pero que, como dice, “tienen que estar ahí”.
Cada maqueta comienza con una investigación exhaustiva: reunir folletos, buscar planos, consultar fotos antiguas o contactar con empresas que poseen documentación técnica. Luego pasa al plano en computadora y, finalmente, a la construcción manual. El proceso puede llevar entre tres y cinco meses por pieza.
Ómnibus, trenes y autos
El catálogo de Niz abarca distintos medios de transporte, aunque confiesa que los trenes y los ómnibus ocupan un lugar especial en su corazón. “Los trenes fueron algo fabuloso en Uruguay. Poder recrearlos es también una forma de mantener viva la historia y todo lo que significaron”, explica. Pero son los ómnibus los que más reconocimiento le han dado: reproducciones a escala de los modelos de Onda, Cutcsa y otras compañías que marcaron el paisaje urbano.
Una de sus experiencias más significativas fue realizar maquetas para la empresa Cutcsa, algunas de las cuales se encuentran en el luminoso despacho de su presidente, Juan Salgado. “Fue como pasar de un club a la selección. La exigencia era la misma, pero la importancia era enorme. Hice 10 ómnibus a escala 1:12 del famoso Aclo, el coche insignia de la compañía. También el modelo del primer ómnibus eléctrico que trajeron, para el que tuve que conseguir planos en China. Fue una investigación impresionante”, recuerda el autor de piezas que han llegado a oficinas, museos y colecciones privadas dentro y fuera del país.
Presente y futuro
Hoy, Niz divide su tiempo entre encargos particulares y proyectos propios. Actualmente trabaja en cinco maquetas del coche insignia de Cutcsa en escala 1:18 y en un GM PD 4905, conocido popularmente como “camello largo”. También prepara locomotoras que exhibirá en el próximo Día del Patrimonio. Los días 4 y 5 de octubre, el Centro Cultural AFE de Colonia del Sacramento se convertirá en el punto de encuentro para quienes vibran con la historia del transporte de pasajeros. Allí se celebrará una nueva edición de un evento que se ha dado a llamar “La historia en ómnibus”, este año bajo el título: “Perazza & ONDA: 100 años transportando emociones”.
Más de 20 expositores de todo el país compartirán su pasión a través de boletos antiguos, uniformes, piezas originales, maquetas, dibujos, fotografías de época, material audiovisual y una impresionante flota de vehículos de distintas décadas. Cada objeto contará una historia, cada coche revivirá un recuerdo, y cada visitante se convertirá en parte de ese viaje en el tiempo.
La agenda de Niz está marcada por la demanda: a menudo las maquetas “se las sacan de las manos” antes de poder armar una colección propia. “Lo que más me gusta es imaginar un vehículo real y poder trasladarlo a una cosa tangible, a una escala que se puede manipular”, remata con entusiasmo.
Llevar “lo inmenso” a la palma de la mano
En el caso de los medios de transporte, las maquetas no solo son objetos de colección, sino también vehículos de memoria. Representan épocas, estilos de diseño, avances tecnológicos y momentos de la vida cotidiana.
¿Por qué fascinan tanto las maquetas de ómnibus y trenes? Para algunos, evocan la nostalgia de viajes pasados, excursiones escolares o recorridos familiares. Para otros, son la posibilidad de tener en las manos un ícono que en tamaño real es inaccesible. También hay quienes valoran la precisión técnica y el desafío de reproducir a escala algo tan complejo. En todos los casos, las maquetas condensan historias personales y colectivas.
El psicólogo británico Simon Garfield, autor de estudios sobre hobbies y coleccionismo, ha señalado que las maquetas “permiten domesticar lo inmenso”. Un tren real, que en la vida cotidiana impone su tamaño y ruido, se convierte en un objeto manipulable, íntimo. Ese pasaje de lo monumental a lo cercano es parte de su atractivo.